CAMINO A LA FELICIDAD
Llevas una niña dentro, buena, espontánea, cariñosa, soñadora e inocente, que se identifica con tu ser real, original, único e irrepetible. El nacimiento de una nueva criatura, nos recuerda que el niño/a que llevamos dentro desea ser liberado/a para que siga viviendo libre en nosotros y a través de nosotros.
Hemos enterrado la inocencia, la pureza y la espontaneidad, a base de normas encaminadas a la negación de nuestro propio ser, negociando con las circunstancias externas para ‘sobrevivir’, más que para vivir; hemos encarcelado el deseo de ser, de aceptar incondicionalmente al otro, incluso cuando no somos aceptados ni amados. En el fondo, somos personas en el exilio de nosotros mismos, encerrados en un pozo sellado por la losa de nuestro corazón petrificado a lo largo de los años.
El deseo de felicidad que llevamos dentro es motivo suficiente para recordar que no sólo somos fruto de nuestras experiencias pasadas, sino proyecto abierto y sorprendente, del sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros desde antes de la creación del mundo.
Hemos de ser testigos de que la felicidad es posible, sobre todo cuando nos vamos liberando de nuestras máscaras, adicciones y obsesiones. Es así como nos convertimos en ejemplos vivos para que otros aprendan a desaprender lo malamente aprendido, y nazca la pureza de su esencia.
Mirar atentamente a los ojos de un niño/a inocente es como aprender de una enciclopedia el arte de ser uno mismo, bellamente espontáneo; es volver al Paraíso, atravesando las fronteras de rencillas, rencores, pensamientos negativos, resistencias y temores que nos impiden el disfrute profundo y simple de las cosas de la vida.
Para volver a nacer, hemos de aprender a simplificar la mente, abrir el corazón, y llenar de energía amorosa los motores de nuestra voluntad. Hemos de comenzar con pequeñas decisiones repetidas a diario, hasta que se instale en nuestro interior un mundo de hábitos nuevos que sustituyan a nuestras obsesiones y pensamientos irracionales. Sólo entonces quedará sanado y renovado nuestro carácter, y los otros lo notarán, pues lentamente seremos hechos “criaturas nuevas”.
Con estos pensamientos, convertidos en deseos, aprendemos a ser lo que podemos llegar a ser: personas felices de verdad. Ojalá prendamos cada día a tomarnos en serio las palabras de Jesús en el Evangelio: “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.”
Por eso debemos ser honestos con nosotros mismos para desatar los nudos, grandes o pequeños que nos tienen amarrados en la cárcel de nuestra irracionalidad, indolencia y memoria obsesiva. Si cada día tomáramos una sola decisión para avanzar en el proceso de nuestra libertad interior, al cabo de un año experimentaríamos la belleza de nuestra transformación.
¿Qué cosa concreta puedo hacer hoy para sentirme más libre y dueña de mí misma?
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