TODES TODES TODES RPJ 564Descarga aquí el artículo en PDF
Enrique Fraga
La pluralidad ha caracterizado al cristianismo desde su más inmediato comienzo, esta realidad parecemos olvidarla en muchas ocasiones y, cuando en tiempoS modernos hablamos de corrientes o tendencias, en ocasiones como amenaza a la unidad, cabría echar una vista al pasado y darnos cuenta de que la diversidad ha sido protagonista desde la mismísima predicación de Jesús. Tenemos cuatro evangelios que nos explican la buena noticia de Jesús desde cuatro perspectivas diferentes, las cartas paulinas y el resto de las epístolas (sin entrar en la multifacética riqueza del Antiguo Testamento). Ya en los Hechos de los Apóstoles se nos narra el enfrentamiento entre las corrientes judías hebraizantes y helenistas. La Edad Media no estuvo menos compuesta de conflicto y pluralidad. Cristo es uno, pero no así nosotros, sus seguidores, que somos muchos y diversos. Cada cual con su experiencia y preocupaciones injerta la fe cristiana en una realidad concreta diferente y da paso a la pluralidad que ha caracterizado a estos dos milenios de historia. Porque no hay que olvidar que nuestro es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, es el Dios en relación, es el Dios que se hace presente en la Historia de la humanidad y en la historia personal de cada uno.
La pluralidad ha caracterizado al cristianismo desde su más inmediato comienzo
La pluralidad es un reto, sin duda, pero también un don de Dios por medio del que suscita los carismas. La llamada no es a la uniformidad sino a la comunión, a la búsqueda de una unión que no suponga renunciar a lo que en cada persona (o grupos de ellas) hay de único y especial y que aporta matices y colores con los que enriquecer la vida eclesial. A pesar de todo, esto no ha sido siempre tan claro y si la jerarquía de verdades que se reconocía en el Concilio Vaticano II la hubiéramos desvelado antes podría ser que la historia de los cismas fuera otra y hubiéramos hecho posible una reconciliación más propia de los hijos de Dios.
Sin entrar en juzgar la Historia, cosa peligrosa a la par que injusta, creo que sí podemos aprender de estas lecciones para el presente y el futuro. El camino tomado por la Iglesia en los últimos tiempos es el de no dejar a nadie atrás, el de incluir y acoger perspectivas de todo tipo, las más conservadoras y las más progresistas. Es decir, recorrer un camino en el que los pasos podrán ser más o menos grandes o importantes, pero darlos en comunión, procurando conservarla por encima de todo. Es el emprendido por Francisco con su empuje hacia una Iglesia más inclusiva y abarcante. El de ir a las periferias para acoger, pero afianzando cada paso de modo que ninguna oveja se quede perdida.
La pluralidad es sin duda también una oportunidad, la de ser verdaderamente fraternos. Dialogar con quien piensa igual no tiene ningún mérito y difícilmente nos ampliará las miras; sin embargo, es la pluralidad la que nos abre a diálogos fructíferos y fecundos para todas las partes. Por lo que nos predispone a una vida eclesial de comunión que se amplía por medio del encuentro, del encuentro real y no superficial. Todo esto lo ha recogido con mucho acierto el papa Francisco en Fratelli tutti. Y estos diálogos fecundos con la pluralidad no nos son ajenos, sino que son santo y seña de la Iglesia, que no ha dejado de realizarlos desde sus comienzos, solo que en ocasiones parecemos haberlo olvidado.
La pluralidad es un reto, sin duda, pero también un don de Dios por medio del que suscita los carismas.