Fernando Negro
Volvemos hoy de nuevo a nuestras experiencias de fracaso. Quién más, quién menos, todos experimentamos el fracaso en algún momento de nuestras vidas. Todo fracaso, si no estamos atentos, nos introduce en una mentira ilusoria, que tiene la siguiente narrativa: “soy un fracaso total.”
Pero eso no es más que una ilusión negativa, porque si de verdad aceptamos e integramos los fracasos, grandes o pequeños, se convierten en auténticos libros de sabiduría en los que leemos nuestra hoja de ruta existencial.
Los fracasos no definen nuestra identidad, sino que nos señalan direcciones nuevas, nos conectan con los potenciales que viven muchas veces ocultos o dormidos, nos invitan a reevaluar nuestros caminos, a renovar nuestras energías y a confiar en el Dios que siempre está del lado de quienes buscan ser lo que Él siempre sonó que fuésemos desde antes de la creación del mundo.
Para ello hemos de abrirnos a la potencia interior de la imaginación. La imaginación no es ilusión, pues se fundamenta en la realidad, la acepa, la integra y la moldea amalgamando el presente con el futuro.
El enemigo número uno de la imaginación es el miedo a tomar responsabilidad de lo que podemos llagar a ser. Imaginar es poner en clave ideal la realidad interna y circundante que toca nuestra experiencia, para comprometernos en la construcción del ideal a base de decisiones concretas que vamos tejiendo.
Junto al miedo a tomar responsabilidad de lo que podemos llegar a ser, también nos ata el miedo a tomar responsabilidad de lo que hemos llegado a ser. Por eso hay tantas personas que pasan sus días culpando a otros de sus experiencias negativas. Se han convertido en espectadores amargados de su propia película y se niegan a cambiar el guión.
Si quieres ser feliz, habla en nombre propio, sin pedir permiso a tus miedos. Y cuando te visite el fracaso, recuerda que cada fracaso trampolín de nueva vida si lo integramos en el tejido total de lo que vamos llegando a ser. Los fracasos nos ayudan a disciplinar el manejo de nuestras mejores potencialidades.
Es así como se desata la imaginación con la que vamos creando un futuro nuevo, imprevisiblemente sorprendente, diferente, porque no somos lo que nuestras cualificaciones y currículo vitae nos dicen que somos. Somos perdón, alegría, libertad, sorpresa, sueño, esperanza, regalo, amor incondicional , fiesta, sacrificio, danza, noche, día, muerte y, sobre todo, VIDA.
Una persona que vive en esos parámetros no puede odiar, resistirse a escuchar la voz reprimida de los explotados, no puede excusarse cuando el servicio generoso le llama a darlo todo, o cuando se le pide amar incluso hasta la muerte.[1] Recuerda lo que el sabio Séneca enseñaba: “La vida es como un cuento; no importa cuán largo sea, sino cuán buena la vida es. Ésa es la cuestión.”
[1] J.K. Rowling, “Very Good Lives. The Fringe Benefits of Failure and Importance of Imagination”, Little Brown and Company, New York, 2008.