DOS BUENAS LECTURAS SOBRE DIVERSIDAD SEXUAL – Juan Carlos de la Riva

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Juan Carlos de la Riva

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La diversidad sexual es una realidad muy presente en nuestra pastoral juvenil y los y las jóvenes son especialmente sensibles a la hora de practicar una inclusión activa de personas de toda la gama de orientaciones e identidades. Sin embargo, la reflexión eclesial sobre el tema de la diversidad sexual no termina de iluminar esta realidad con criterios válidos y actualizados de antropología teológica y de moral. Todo el discurso oscila entre dos polos muy opuestos y aparentemente irreconciliables: el de la condena de cualquier apertura a evolucionar en la mentalidad, pues supondría participar en lo que se ha venido a llamar «ideología de género», y el de la total asimilación con todas las rupturas de tabúes en las que estos temas encuentran justificación sin criterio ni discernimiento.

Por eso me alegra poder presentaros dos lecturas que me parece que tienden un puente entre estas dos posturas y pueden iluminar el camino a seguir en el necesario discernimiento con los jóvenes también sobre estos temas.

El primero lo mencionábamos ya en la editorial. Es la obra póstuma del obispo emérito recién fallecido Juan María Uriarte: Sexo y género a debate, publicado por Sal Terrae. A esta reflexión ha dedicado buena parte de su tiempo, ya a una edad bien avanzada (ha fallecido a los 90) pero con la lucidez y el rigor de una pluma madura y actualizada. Psicólogo de vocación, además de buen pastor, ya nos había regalado mucha reflexión sobre afectividad y sexualidad, especialmente dirigida a los sacerdotes. Ahora quiere poner un poco de luz en este tema polarizado en el que parece que la Iglesia se ha puesto más inmovilista que en otros temas, y la cultura y sus argumentarios parecieran haberse pasado. Por eso es de alabar un planteamiento de moderación y de rigor interdisciplinar como el que nos regala Juan María en esta obra.

Por resumir un poco su tesis central: la identidad sexual no es fluida y modificable, y separarla del dato biológico que nos ubica como hombres y mujeres es no tener en cuenta lo que la ciencia nos va dictando. Pero también es erróneo no aceptar la influencia de la educación, del entorno, y de la propia emocionalidad a la hora de decantarse en la persona una u otra identidad sexual. Se nos invita, pues, a hacer un mayor acercamiento de planteamientos para no condenar cualquier desviación de la ortodoxia binaria, pero también a no hacer un abuso ideológico que desdibuje el sentido de la identidad sexual en el desarrollo de la persona como hombre y como mujer.

El segundo trabajo que os quiero recomendar lo publica CCS y lleva las firmas de Javier de la Torre y de Luis Manuel Pernas Goy, con el título Homosexualidad, experiencia religiosa y acompañamiento espiritual. Los capítulos van abordando diferentes enfoques en el estudio de la homosexualidad.

Así, hay muchas páginas de gran rigor científico que nos ubican en los resultados de las investigaciones más recientes, detallando lo que se sabe y lo que sigue en el misterio sobre la condición homosexual, y destacando que es una realidad no elegida por el sujeto y que no puede ser tenida por antinatural.

Me ha iluminado especialmente el capítulo dedicado a los textos bíblicos que han sido utilizados bien para condenar toda práctica homosexual, bien para justificarla. La Biblia no justifica ni lo uno ni lo otro. Los textos aducidos necesitan una profunda interpretación para no leerlos «llevando el ascua a mi sardina». Así se analizan algunos de los más famosos: la condena de Sodoma, la postura de Pablo en Romanos, y la inclusión de la homosexualidad en las listas de vicios… y también los textos que se han aducido a favor de admitir la práctica homosexual: Jonatán y David, o el centurión y su siervo. La Biblia difícilmente puede ser aducida para justificar una u otra postura. Y más bien sí nos da criterios pastorales de la actitud de Jesús respecto a todas las condiciones no elegidas (ser mujer, ser extranjero) que bien podrían ser aplicadas a esta condición no elegida de la homosexualidad.

También me ha interesado el análisis de la ligera evolución en el planteamiento de este tema en los documentos eclesiales más importantes, evolución que abre puertas a posturas menos condenatorias, aunque se revele a juicio de muchos muy insuficiente.

Por último, se agradece mucho en este trabajo el ampliar una propuesta pastoral de acompañamiento, inclusión eclesial, incorporación a la misión de la Iglesia desde unos dones específicos seguramente adquiridos en el hecho de haber tenido que desarrollar una vivencia concreta de la orientación sexual en una sociedad que sigue discriminándola. Cubren estos últimos capítulos un vacío importante: el hecho de que todo el mundo hable de la necesidad de acompañamiento pastoral a las personas y colectivos LGTBI+, pero nadie dé pautas para la actuación.

Gracias, pues, a las dos editoriales y a los autores que de un modo valiente, sin duda, colaboran a hacer que la práctica pastoral y la mentalidad que subyace a ella evolucione y se adapte a las realidades no suficientemente acogidas y acompañadas.