Compartir redes sociales con los jóvenes supone un privilegio, porque accedes a una parte de su vida muy importante que tiene que ver con aquello que quieren mostrar de sí mismos. En este vagabundeo virtual entre selfies, gifs y pequeños vídeos, se puede descubrir sus intereses y gustos, sus deseos, sus relaciones. Muestran, sea de la manera que sea, una identidad, eligen una forma de hacerse presente en las redes. Esta identidad tiene mucho de «postureo», de construcción de imagen artificial. No siempre se muestra lo que eres, sino que a veces la persona construye una identidad idealizada por un deseo de ser de una manera determinada para ser aceptada. Pero los selfies muestran también deseos y, en algunos casos, una naturalidad y frescura que desbloquea a los tímidos y multiplica a los extrovertidos. Como todo en las redes, tiene sus luces y sus sombras. Es la dinámica propia de toda imagen que está abierta a los significados y el juego de las interpretaciones.
Es frecuente encontrar en Instagram u otras redes perfiles de jóvenes que se fotografían constantemente a sí mismos. Nos puede parecer que es una forma constante de autoafirmación, una búsqueda de aceptación personal o de reconocimiento grupal o social. La búsqueda de encuadre, el filtro adecuado del propio cuerpo, de la cara o de una parte del rostro. Esperar con ansia el «Me gusta» de los amigos y conocidos que te siguen. La inmediatez de la imagen que pide realizar otra con brevedad…
Dice Juan Mª González–Anleo en su libro La generación Selfie que se trata de un colectivo de jóvenes que están preocupados por su imagen inmediata y por su autoafirmación en el aquí y ahora. Me pregunto hasta qué punto estas muestras visuales de la persona son indicadores de que no ayudamos a una educación del cuerpo que favorezca la aceptación y el crecimiento interior. Dios también nos acompaña en este proceso de autoconocimiento corporal, para que toda la persona, incluido su cuerpo, sea «imagen de Dios» (¡nunca mejor dicho!).
El cuerpo es un elemento de alabanza a Dios, cuidarlo, mostrarlo como algo querido y aceptado es un reto no solo para estos jóvenes, sino para todos los que usamos las redes y queremos que estas sean un poco más humanas y evangélicas. Por eso, es fundamental reflexionar sobre qué tipo de imágenes muestran un cuerpo aceptado, y no objetivado, que se convierte en esclavo de las modas y de las exigencias sociales (delgadez, tersura y firmeza de la piel, proporción…) y cómo dar testimonio con nuestras propias imágenes y vídeos que Dios nos quiere como somos.
Sea lo que sea, trabajar con los jóvenes su imagen corporal es un reto fundamental si se quiere evangelizar desde su mundo virtual. Los adultos que compartimos con ellos y ellas los espacios digitales somos referencia destacada. ¡Cuidado con cómo nos mostramos, qué decimos, qué dicen las imágenes en las que aparecemos con otros…!
Para esta autocomunicación testimonial efectiva, propongo una serie de claves cotidianas que pueden ser útiles:
- Hacer uso de la sorpresa, de lo imprevisto e inesperado, como forma de captar su atención sobre otras formas de usar el cuerpo en las redes que no se sujetan a los estándares de la moda, y que suponen un reencuentro con la identidad personal desde la naturalidad y la sinceridad.
- Cuidar los mensajes con responsabilidad, haciendo especial hincapié en la profundidad de este. Una sola idea, centrada en el reconocimiento de la persona como valiosa para Dios, sea como sea, favorece una visión positiva de uno mismo.
- Usar imágenes frescas, espontáneas, naturales, de la vida cotidiana, del imaginario de los jóvenes, para que sea un lenguaje fácil de comprender y acceda rápidamente al corazón.
- Tener siempre presente que somos rostro de Jesús, cuerpo de Cristo, de ahí que nuestras imágenes muestren una proximidad evangélica, para recibir y dar un testimonio de acogida constante, de reconocimiento del otro y no de uno mismo, de búsqueda de diálogo y no de espectáculo.
- Hacer uso de una pluralidad de formatos, desde imágenes más estáticas hasta videos y gifs más atrevidos, que mantengan el interés por los mensajes que se lanzan, dando coherencia en la diversidad a lo que se quiere compartir.
- Nunca olvidar que el cuerpo es también emociones y sentimientos. Nuestros contenidos deben tocar el corazón.
La evangelización con el cuerpo en formato digital es comunicación de «la Buena Noticia». Es decir, a pesar de nuestras dificultades y temores, Dios nos quiere tal como somos, nos reconcilia con nosotros mismos, y nos muestra una forma de vivir donde la alegría hace que el cuerpo se exprese dando vida también. Transmitir el mensaje de la acogida alegre del Evangelio nos invita a cuidar la forma en que lo hacemos. Caer en la cuenta de que llevamos a Jesús en nuestro interior, ayudar a otros a iluminarse con nuestros selfies y gifs, con nuestros gestos y nuestras acciones, con nuestros pensamientos, en definitiva, con todo nuestro ser. Ser lámpara que ilumine las redes frente a otras lámparas que nos cosifican y utilizan como objetos y cuerpos de consumo. Ser cuerpo que danza y se muestra alabando a Dios.
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RPJ nº 529 – Selfies y Gifts, el instante y la presencia como alabanza a Dios – Silvia Martínez Cano
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