DEL PRIMER ANUNCIO AL DISCIPULADO RPJ 564Descarga aquí el artículo en PDF
Juan Ignacio Damas, vicario general diócesis de Jaén
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Qué es el primer anuncio
Después de la resurrección del Señor y una vez que recibieron el Espíritu Santo, los discípulos primeros comenzaron a dar testimonio de lo que habían visto y oído, de lo que habían vivido con Jesús: sus acciones, sus palabras y, sobre todo, su muerte y resurrección. Anunciaban a veces de tú a tú, como el diácono Felipe al eunuco (Hch 8,26ss), y otras veces en grupo. En el Nuevo Testamento se habla del anuncio. El apellido «primer» se lo hemos puesto nosotros. Es evidente que aquel anuncio era primero, porque no se había hecho antes nunca. En el mundo judío, por ejemplo, la gente conocía al Dios del Antiguo Testamento, al Dios que creó el mundo, hizo alianza con su pueblo y prometió un Mesías, pero no conocía a Jesús ni había experimentado la fuerza de su resurrección; tampoco lo conocían los paganos. Aquel anuncio era primero en ese sentido. Pero también en otro: era el comienzo de algo, la primera parte de un proceso que iba del anuncio a la escucha, de la escucha a la fe, de la fe a la integración en la comunidad para crecer en el discipulado. Y era primero también en un tercer sentido: el contenido del anuncio es el referente continuo al que siempre hay que volver, el que le da sentido a todo lo que viene después de él.
Coloquemos el primer anuncio en su puesto del proceso
Por qué insistimos hoy tanto en el primer anuncio
Un reconocido autor ha definido el primer anuncio como el eslabón perdido en el proceso de evangelización. Si entendemos la evangelización como un proceso, como una cadena, coloquemos el primer anuncio en su puesto. Para ello, tracemos el proceso completo.
- Testimonio de las obras
Los cristianos vivimos en el mundo y nuestra presencia ha de ser significativa. El modo de vivir de los creyentes, su mesura, su caridad, su preocupación por los demás y por el entorno, su capacidad para escuchar y para acompañar, su sensibilidad hacia la justicia, tienen que llamar la atención, como la llamaba la sola presencia de Jesús, que «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38). Nuestro testimonio de vida tendría que invitar a quienes conviven con nosotros a preguntarse: «¿y estos, por qué viven así?». Un ejemplo del libro de los Hechos: el carcelero de Pablo y Silas, al comprobar la preocupación de sus prisioneros para con él, escucha de buen grado la palabra de Pablo y se abre el Evangelio (ver Hch 10,22-34). Además del testimonio concreto de nuestra vida, los cristianos también tenemos una palabra significativa que decir, estamos abiertos al diálogo con el mundo y, ese diálogo, puede y debe ser marco del anuncio cristiano.
- Anuncio del kerigma
En un momento preciso y en el seno de un diálogo sincero y abierto con aquellos con los que convive, el creyente hace el primer anuncio del kerigma, tomando pie en las preguntas grandes que laten en el corazón de quien escucha.
- Precatecumenado
Después del anuncio primero, si el que escuchó el primer anuncio da el paso, vendría el precatecumenado, un período de tiempo en el que el kerigma se desglosa y se explicita. El precatecumenado pretende abrir el corazón del «simpatizante» a la conversión y a la aceptación de Jesucristo como centro de su vida.
- Fe y primera conversión
El anuncio del kerigma y su desarrollo inicial en el precatecumenado piden una toma de decisión por parte del que escucha, que ha de abrir su corazón al mensaje. Esa apertura no se puede presuponer. Tampoco se puede forzar. Será, cuando ocurra, un momento que marcará un antes y un después en la vida de la persona. Al primer anuncio corresponde un «primer encuentro» y una primera adhesión al Señor. Este primer encuentro, así como el primer anuncio, son episodios de duración corta, pero de intensidad grande, pero, a partir de ellos, el interés del evangelizado por Jesús y por la experiencia cristiana vendrá en aumento y podrá ser introducido en la fase más larga y sistemática de la catequesis o catecumenado.
- Itinerario de iniciación cristiana
El que ha escuchado el anuncio y ha dado un paso hacia delante para conocer más profundamente al Señor, a quien ha entregado inicialmente su corazón, se integra en un itinerario de crecimiento que incluye dimensiones diversas: la escucha de la Palabra, la catequesis sistemática, la vivencia comunitaria, la profundización en la experiencia de la oración personal y también en la oración comunitaria y litúrgica, la asunción de los valores del Evangelio que han de guiar a un discípulo de Jesús. Al contrario que el primer anuncio y el precatecumando, esta fase del proceso supone un período largo de tiempo.
- Sacramentos de iniciación. Vida comunitaria
El itinerario de iniciación termina con la recepción de los sacramentos de iniciación cristiana, que son al mismo tiempo un culmen y un principio: el final del itinerario formativo y el comienzo de la vida comunitaria plena del creyente, en la que se integra en las acciones y en el día a día de la comunidad concreta. Aquí sería importante reseñar que, junto a la necesaria referencia a la comunidad parroquial, es sumamente importante la vinculación a un grupo pequeño, a un grupo de vida menos anónimo, en el que el recién bautizado pueda seguir compartiendo y alimentando su experiencia creyente.
- Apostolado organizado
En la comunidad existen distintas iniciativas relativas a la evangelización, a la oración y al compromiso creyente y la caridad, y grupos que las llevan a cabo. El que ha sido iniciado sacramentalmente se integra, como sujeto agente, en estas iniciativas. El que ha seguido un camino de iniciación en el discipulado asume que no se puede ser discípulo sin ser misionero.
- Compromiso con la transformación del mundo
La actuación del creyente no es solo una acción intraeclesial. Independientemente de las acciones que realiza en y con la comunidad (hacia dentro o hacia fuera de la misma) y que tienen que ver con el anuncio del Evangelio y con la vivencia auténtica de la fe; el cristiano adquiere un compromiso en la trasformación del mundo, involucrándose en los asuntos temporales: el voluntariado, la política, la cultura, la justicia, la asociación ciudadana… Con su participación en los asuntos del mundo, por su modo de decir y de hacer, el creyente puede dar un testimonio significativo. Y este testimonio era el primer paso con el que comenzaba el proceso de la evangelización, con lo que cerramos el círculo, para comenzarlo de nuevo.
Tenemos que recuperar el primer anuncio.
Pues bien, este proceso en la Iglesia actual está roto, le faltan elementos. Hemos dado por supuesto que quienes entraban en catequesis (mayoritariamente niños) ya habían escuchado el anuncio primero y habían hecho su primera adhesión al Señor. Y puede que fuera correcto darlo por supuesto en una sociedad mayoritariamente cristiana, pero, desde luego, no en el mundo actual. Por eso tenemos que recuperar el primer anuncio. No podrá haber discípulos si antes no hay personas que se encuentran personalmente con el Señor y deciden entregarle su vida. Pero estos encuentros no serán posibles si no hay quién evangelice (ver Rm 10,14-15).
Primer anuncio y segundo anuncio
El poner la vista la situación actual nos lleva a añadir una reflexión: la noción de primer anuncio aparece todavía borrosa desde el punto de vista teórico, pero, sobre todo, desde la práctica pastoral. Porque la realidad es que la expresión primer anuncio la usamos, incluso en los documentos magisteriales, para hacer referencia a diversas propuestas: introducir en la fe a personas aun no bautizadas, ayudar a personas con experiencia creyente y cierta práctica religiosa a redescubrir con renovado asombro el corazón del Evangelio, acompañar en una especie de reiniciación a personas que se alejaron de la comunidad cristiana y vuelven por una experiencia dolorosa o gratificante buscando el calor de la fe. De aquí que algunas veces hablemos también de segundo anuncio para referirnos a las propuestas que hacemos a las personas que, habiendo sido iniciadas sacramentalmente a la fe, conocen al Señor poco y mal y tienen un escaso sentimiento de pertenencia eclesial. A estas personas hay que acompañarlas en una vuelta al «primer amor», al «primer encuentro». Así que, en muchas ocasiones, quizá hoy en nuestras parroquias en la mayoría de las ocasiones, tendremos que entender el primer anuncio como segundo anuncio, lo que no quita validez al proceso arriba desarrollado, pero sí nos obliga a repensarlo en función de las experiencias de las personas a las que acompañamos.
Quiénes tienen que hacer primer anuncio
«La Iglesia existe para evangelizar» (EN 14). Esta expresión de la Evangelii Nuntiandi, retomada posteriormente repetidamente en otros documentos magisteriales, nos recuerda que la tarea fundamental de la Iglesia es el anuncio del Evangelio. Algunas veces parece que la concepción que tenemos es que Cristo fundó la Iglesia y que luego le confió una misión. Esto no es así, sino al revés: había que cumplir una misión y para hacerlo, Cristo fundó la Iglesia. Y esa misión es el anuncio del Evangelio a todas las criaturas (ver Mt 28,19-20; Mc 16,15). Corresponde, pues, a toda la Iglesia hacer primer anuncio. Y, cuando hablamos de Iglesia, nos referimos a todo el pueblo cristiano (ver EG 111ss). Y eso supone que corresponde a cada bautizado, porque todos los bautizados somos «discípulos misioneros» (ver EG 120). Así que el primer anuncio es, ante todo, algo que se hace de tú a tú; con los miembros de la propia familia, en los espacios comunes de la universidad y de los centros educativos, con los compañeros de trabajo, en los lugares compartidos en la vida cotidiana…
Pero también es verdad que las comunidades están llamadas a crear espacios de primer anuncio y a ir formando un cuerpo de evangelizadores, que se encarguen de acoger y acompañar a quienes tienen la experiencia de un encuentro fundante con el Señor.
El Señor nos llama a todos. Tenemos una gran tarea por delante. Pero la primera tarea es tomar conciencia de la tarea.
La tarea fundamental de la Iglesia es el anuncio del Evangelio.