CADA QUIEN DE UN PALO – Juan Carlos de la Riva

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CADA QUIEN DE UN PALO

Juan Carlos de la Riva

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Sí, esa expresión tan castiza, que también se puede formular como «cada quien de un padre y de una madre» viene a subrayar lo diferentes que somos. La imagen de portada está hecha de naipes, cada uno de un palo, pero formando una estructura armónica en la diferencia.

Francisco lo dice muy bien cuando habla de la realidad poliédrica que somos la Iglesia, y también la humanidad. No formamos una esfera perfecta de puntos equidistantes de un centro, homogeneizados. Formamos un poliedro de millones de caras diferentes.

Cuando a Gandhi le preguntaron sobre Dios, afirmó que hay tantos dioses diferentes como personas hay en el mundo. Y lo mismo que Gandhi dijo de Dios podríamos afirmar de las maneras de ver el mundo, el amor, la política, el trabajo, la convivencia… Formas diferentes, a veces formando extraordinarios contrastes, que, sin embargo, podrían conjuntarse en una bella composición. 

El equilibrio de un castillo de naipes no es estable. Los vientos que lo amenazan son diversos: el orgullo de lo propio que rebaja lo ajeno, el interés propio antepuesto al bien común, el complejo de inferioridad expresado como supremacismo, la tentación del camino individual del impaciente ante el lento avance del grupo… Habrá que proteger el castillo de estos y otros vientos, y aplicarse grandes dosis de paciencia concentrada.

La dificultad viene de considerar la diferencia como una amenaza. Los miedos, eternos enemigos de la fe, de todas las fes, nos engañan prometiéndonos una mejor convivencia si hubiera una mayor homogeneidad de gustos, creencias, culturas, orientaciones… La fe de Jesús, sin embargo, se acerca al diferente: aprende de la extranjera siriofenicia, habla de amor con la mujer triste de aquel pozo, discute con los fariseos que encerraron a Dios en unas leyes y toca al leproso que nadie quiere tocar. Y para todos es amistad y contraste, ocasión de salir de uno para ir al otro, el gran trayecto para cuyo aprendizaje tenemos toda una vida.

A algunos de nuestros jóvenes la relación con la pluralidad les genera ansiedad y reto, y la tentación es el formar un ghetto. A otros la diversidad les atrae y emociona, pero con el riesgo de ir perdiendo los propios colores, aquellos que darían al otro oportunidad de crecer, y a uno mismo identidad, para terminar adoptando un tono «panza de burra» que no brilla. 

Esta revista quiere preparar a los jóvenes para vivir encuentros creativos y potenciadores de lo bueno de cuantos se encuentren, encuentros donde cada quien aporta su ritmo en una suerte de música fusión que lleve al baile.

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​Chema Pérez Soba nos habla del encuentro que es profundo y enriquece. Evitando los extremos de la guerra cultural, el de la cultura líquida y el del individualismo escéptico, nos recuerda una herramienta sencilla pero trascendental para hacer de la diversidad una gran oportunidad: el diálogo. 

Otros artículos concretarán posibilidades de encuentro que quedan abiertas: el perdón al enemigo, el camino compartido con ocasión de ir a Santiago, el juego, la enfermedad mental, la marginalidad, la escuela, la diversidad sexual, el futuro, las narraciones compartidas… 

Felices los que se encuentran, porque se sorprenderán de todo y lo amarán todo.

TEXTO DESTACADO

La fe de Jesús, sin embargo, se acerca al diferente

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