LA REVOLUCIÓN DEL ALMA – Fernando Donaire, OCD

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LA REVOLUCIÓN DEL ALMA

Fernando Donaire, OCD

http://@fdonaire72

Al hilo de la cultura del cuidado y del encuentro, hace unos días tuve la oportunidad de volver a visitar la mezquita catedral de Córdoba con un hermano que se ha incorporado a la comunidad. Se llama Martin y es de la India. A pesar de que es de una cultura y una manera de pensar muy distinta a nosotros, ha encajado estupendamente. Estoy convencido que en cualquier comunidad siempre es buena la variedad de perspectivas y la multiplicidad de miradas. Enriquecen y ayudan. Suman en vez de restar.

Volviendo a la mezquita, me decidí por la experiencia «El alma de Córdoba» que es una visita guiada por la noche que juega con la luz y el sonido mientras que recorremos el templo. Cuando viene alguien por primera vez a Córdoba y no conoce la mezquita, le recomiendo que haga esta visita porque es una puerta de entrada magnífica para entender el monumento. Lo que más me gusta es que convierte una visita cultural en una experiencia de encuentro entre religión, cultura y espiritualidad. Todos tenemos ansias de infinito, todos tenemos «nostalgia de Dios» como decía José Luis Sánchez Nogales, que fue profesor mío en la facultad de Teología de Granada y gran estudioso y defensor del diálogo interreligioso. Y ahí, en ese ansia y nostalgia nos reconocemos todos. Un ansia de Dios que recorre el tiempo como este itinerario de luz que va desde los visigodos a Al-Ándalus pasando por la cristiandad, manteniendo un espacio, patrimonio de la humanidad, como lugar dedicado a la fe, al encuentro y a la vida.

Más allá de quienes quieren politizar todos los lugares que pisan, por encima de las polarizaciones de turno, salvando los dimes y diretes, en la mezquita catedral se sigue rezando, alabando a Dios, «entrando más adentro en la espesura». Y aunque solo se visite con los ojos del arte, el asombro nos llevará a la Belleza que se mira en el mismo espejo de lo divino. Seguimos descubriendo nuestra cabeza, descalzando nuestros pies, juntando nuestras manos, elevando nuestras plegarias. En la cultura, como en la vida, tenemos una magnífica oportunidad de encontrarnos buscando aquello que nos une en vez de fijarnos constantemente en lo que nos separa. Y la oración no es más que un camino de encuentro, de amistad, de gozo. Si no recorremos ese camino quizás nos hayamos equivocado de puerta.

En este tiempo sinodal, en el que aún vivimos con las restricciones de la COVID-19 y nos seguimos peleando por debates estériles mientras se siguen cociendo guerras cercanas, hacernos espaldas unos con otros, recuperar la empatía con el otro, que siente, vive y ora de manera diferente a la que pueda hacer yo, pero comparte la misma nostalgia, la misma ansia, es la verdadera revolución del alma. La primigenia, la que sigue presente en los poros de nuestra cultura y nuestro patrimonio.

 

En la cultura tenemos una magnífica oportunidad de encontrarnos buscando aquello que nos une.

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