Joseph Perich
Un joven, vio como una pequeña liebre llevaba comida a un enorme tigre malherido que no podía valerse por sí mismo. Le impresionó tanto que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre. Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta.
Admirado por la solidaridad entre los animales, se dijo:
–«No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo harán las personas.» Así que el joven decidió rehacer la experiencia… se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara.
Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Siguió así durante todo el día siguiente… Sentía dentro de sí toda la desesperación del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono, casi no sentía deseos de levantarse. Entonces, allí, decepcionado, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, oyó una voz, muy dentro de él, que decía:
-«Si quieres seguir creyendo en la humanidad deja de hacer de tigre y simplemente sé liebre.»
REFLEXIÓN:
Más de una vez he pensado: «¿Si un día me encontrara acorralado, y tuviera un pie más en el otro lado que en este, qué persona me gustaría tener al lado para que me diera la mano?» Siempre he deseado tener a una persona del perfil de la «liebre»: alguien sencillo, sensible, respetuoso, servicial, fiel… nunca me ha pasado por la cabeza, ni he deseado tener a una de esas personas «tigre» que socialmente van de triunfadores, de sobrados, de «guaperas», de competitivos… sí, preferiría, en ese momento crítico, tener al lado una persona como aquella adolescente ecuatoriana maltratada en su dignidad en el metro de Barcelona por un energúmeno racista de nuestra tierra.
Dejémonos de lamentaciones y de vivir a costa de los demás como hacía el joven del cuento. Pongámonos «las pilas» de la sensibilidad gratuita empezando por responder a las llamadas de auxilio verbalizadas o no de nuestro entorno. Seguro que, por más trabajo que tengamos, si los ojos de nuestro corazón no son miopes, podemos, con nuestra presencia, ser un motivo de esperanza para alguien, aunque sea regalando una sonrisa o deteniéndonos ante el que necesita ser escuchado.
Estamos iniciando a un grupo de voluntarios para acoger y estar atentos a las personas o familias que pasan momentos difíciles en los diferentes barrios de nuestra Parroquia. Lo haremos coordinados con los servicios de Cáritas de Blanes. Si lo hacemos a través de una entidad altruista nuestra aportación será más eficiente.
Pensaba que el tigre, después de recibir las atenciones de la «voluntariosa liebre», acabaría por comérsela. Pues, sorprendentemente en el cuento no es así. Y es que sólo con el «gota-gota» de la estimación gratuita se puede cambiar el cerebro del más perverso.







