Dios sólo puede amar. Él no es más que amor – Fernando Negro

Fernando Negro

Un monje del siglo VII, Isaac de Nínive (640-700), repetía con frecuencia que “Dios no puede más que amar, porque Él es sólo Amor”. No está en Él ni la mediocridad, ni la maldad, ni la mentira, ni la fealdad. Por eso nos vendieron un dios que nada tiene que ver con DIOS. La oración sin protocolos tiende como por inercia a conectarse con Él por medio del amor.

La oración, cuando es auténtica (enraizada en el ser real y en la imagen del auténtico DIOS), ensancha las paredes de nuestro corazón hasta hacernos progresivamente más capaces de recibir el don de su Amor. Y al recibirlo, nos hacemos más capaces de transportarlo y compartirlo a nuestro alrededor.

La oración en sí misma no es un fin, a no ser que esté encaminada a esta recepción permanente del regalo del amor y a esta donación generosa del mismo amor. Orar es conectarnos y alimentarnos de la sabiduría de un Dios que es puro amor y pura misericordia.

Muchos cristianos dicen con la boca que Dios es amor, pero sienten la incapacidad de desterrar de ellos mismos la imagen “justiciera” de un Dios que castiga. Así no vamos a ninguna parte. Son cristianos adoctrinados a quienes su adoctrinamiento pesa más que la realidad auténtica del amor. Han asimilado una religión del miedo y de la escrupulosidad; son los hijos de otros indoctrinados que no saben abandonarse en la confianza que nos da la bondad. La experiencia religiosa auténtica ha de llevarnos a la libertad, y a desprendernos de los miedos.

Alguien que esté lejano de la fe de la Iglesia y que oiga esta “doctrina justiciera”, se imaginará que el Dios cristiano es cruel y enemigo de la felicidad de sus hijos. Un Dios así no puede de ninguna manera ser calificado como el “Dios del Amor”, sino de

“la Tiranía”. Un Dios así no será nunca el íntimo aliado de los hombres, sino su competidor contra su felicidad.

Afortunadamente Dios es Amor, y su amor consiste en que Él nos amó primero, para siempre.

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. 42

Por mucho que queramos definir de forma abstracta la palabra Dios, en realidad no hay vocabulario alguno que pueda definirlo. A Dios se le conoce más por la substracción de palabras. que por la adición de las mismas. Santo   Tomás   de

Aquino (1225-1274), gran teólogo y filósofo, que había escrito muchos libros acerca de Dios, un buen día dejó de escribir. ¿Por qué? Porque percibió en una revelación que lo que había escrito acerca de la divinidad era nada comparado con que realmente es Dios. Un día un hermano dominico llamado Reginaldo le preguntó por qué había dejado de escribir; la respuesta de Tomas fue simple y contundente: «Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa«.

  • 1 Jn 4, 10

Los conceptos son nada comparado con la experiencia. Por eso aquellos que aman son de verdad amigos de Dios y se comunican con Él como un amigo con su amigo. Un amigo íntimo de Jesús de Nazaret llamado Juan lo dejó escrito así:

Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.43

La ausencia de protocolos nos libera de la idolatría que muchas veces nos acecha: podemos idolatrar objetos religiosos, lugares, rituales, creencias heredadas, ideas fijas, nuestro ser narcisista, etc. Pero todo eso no es más que un subterfugio que nos evade y nos desvía del Dios que es solamente amor, ternura y compasión. Y si Dios es todo eso, entonces nosotros, imágenes suyas, debemos proyectar su presencia en ráfagas de luz hacia los demás.