YO TAMPOCO TENGO TIEMPO PARA LEER ESTO. CUANDO EL RITMO VITAL SE ACELERA – Ministerio de Transformación Social de Itaka-Escolapios

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YO TAMPOCO TENGO TIEMPO PARA LEER ESTO. CUANDO EL RITMO VITAL SE ACELERA

 

Ministerio de Transformación Social de Itaka-Escolapios

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«La vida va deprisa cuando se va corriendo» cantaba Kortatu. Y es que, en algún momento de la era moderna, el tiempo decidió volverse contra la vida; y empezamos a luchar contra el tiempo, o mejor dicho, nos convertimos en seres esclavos del tiempo, de sus horarios y sus ritmos. Hoy el tiempo se nos escapa, nunca es suficiente y nos empuja a una competitividad extrema por ganar tiempo. Ganarle tiempo al tiempo es ganarle tiempo al sueño, al descanso, al disfrute, a la otra persona…

En todas las esferas de la vida se ha impuesto el dictado del aumento del rendimiento. Por todas partes se optimiza, se compara y se evalúa para sacar el máximo provecho a cada instante (Friedrich, 2018). Las dinámicas capitalistas persiguen que todo el tiempo humano esté disponible para el trabajo, para la producción y para el consumo.

En todas las esferas de la vida se ha impuesto el dictado del aumento del rendimiento

Es más, las lógicas neoliberales han conseguido hacernos creer que este frenesí del rendimiento permite a la persona ser libre ante la promesa de que el éxito, la estabilidad y el futuro dependen únicamente de cada uno. Todo esto soportado por la máxima You can do it, que te asegura que puedes hacer todo lo que te propongas, sin límites, maximizando tu producción con esfuerzo para conseguir tu bienestar y autorrealización personal.

Se nos ha aventurado una nueva relación entre el tiempo, la seguridad y la riqueza, que nos ha convertido en empresarios de nosotros mismos, en esclavos de nosotros mismos, en sujetos de autoexplotación. El sujeto del rendimiento se violenta a sí mismo, está en guerra consigo mismo y, aunque se sienta libre, «está encadenado ante la libertad obligada o la libre obligación de maximizar su rendimiento» (Han, 2012).

Somos sujetos emprendedores de nosotros mismos, dedicamos el tiempo a promocionarnos, prepararnos, formarnos bajo la premisa de que todo lo podemos hacer, arrastrados por el deseo de ser otros, mejores, llenando nuestra supuesta libertad de una inmensidad de obligaciones. Cuanto más se valora la sensación de «estar ocupado» como algo positivo, más prolifera la necesidad de (re) llenar el tiempo (Moruno, 2017).

El mercado ha establecido que el tiempo que no está dedicado a producir es un tiempo desaprovechado. Somos presa del miedo a perder el tiempo, buscamos generar focos de atención continuos, intentando rellenar el tiempo inmediato. Esa inmediatez, que todo lo vuelve rápidamente anticuado, nos expropia el tiempo condenándonos a la esclavitud de estar pendientes de «lo último». Una vez más vemos cómo nuestro tiempo se mercantiliza, nos impulsa al consumo constante y nos lleva vivir en ansiedad continuada. La ansiedad de la hiper-atención que obliga a estar haciendo varias cosas a la vez, alimentada por la super-información en infinitas fuentes de comunicación y estímulos.

Esta presión del rendimiento genera cansancio extremo, dejando tras de sí multitud de almas agotadas y quemadas, sacando a la luz enfermedades ya propias de las sociedades occidentales: ansiedad, hiperactividad, depresión… fruto de sentimientos de inferioridad por no ser capaces de llegar a los estándares de producción de uno mismo (tengo que poder) y del miedo al fracaso. Esta sociedad del rendimiento nos presenta unas vidas en las que prolifera el estrés, la soledad, la atomización y el agotamiento. Que se sustenta en el individualismo de un mundo habitado por egos que se confrontan entre sí. Creamos así una estructura social que se relaciona conforme a la compra y el uso del tiempo de otro, generando dinámicas de precariedad, desigualdad y pobreza. En las que el tiempo de uno tiene que valer más que el tiempo del otro al que se le paga por hacer que te libere de tareas cotidianas e improductivas.

El trabajo remunerado, productivo, se alza como una dependencia que permite ganar independencia. La vida cotidiana, los cuidados, requieren de un tiempo que no tiene como objetivo generar riqueza y crecimiento en favor del capital y son, por tanto, actividades improductivas. Por tanto, todas las personas que se dedican a estas tareas son dependientes y desiguales. La sociedad capitalista crea una interdependencia del tiempo entendido como mercancía, lo que genera conflictos por su distribución y por el poder ejercido sobre el control y el disfrute del tiempo.

Para la reflexión y la acción

  • ¿Crees que realmente esto afecta a la calidad y motivación de las tareas que desempeñamos y a nuestra salud?
  • ¿Crees que el motor para mantenerse en esta vorágine es el individualismo?
  • ¿Somos personas perjudicadas y/o desplazadas por los ritmos de las personas cercanas?

«Toda revolución, toda aspiración de cambio, pasa por reordenar el reparto y el sentido del tiempo; es la tensión impaciente e indómita que desobedece al contador del capital» (Moruno, 2018). Se proponen el feminismo y el ecologismo que priorizan el bienestar y el acceso a un tiempo garantizado, el acceso social a la seguridad, salud, libertad, autonomía… El neoliberalismo deshilacha el tejido social y promueve un ego de producción y rendimiento (yo puedo). Hay que rescatar al otro, necesitar al otro (poder no poder) generando acciones y economías colectivas y colaborativas.

Empezamos a ser incapaces de disfrutar del silencio, de la soledad elegida o del encuentro con otros.

A lo mejor podríamos reflexionar sobre si a actividades que en principio se desvinculan de las lógicas del capitalismo (sociales, pastorales…) se extienden estas dinámicas de producción y rendimiento; y acaban rigiéndose por mismos ritmos y estilos, y, en definitiva, llevando a alimentar los propios egos para considerarse personas exitosas.

Empezamos a ser incapaces de disfrutar del silencio, de la soledad elegida o del encuentro con otros. Hemos perdido la capacidad contemplativa y el don del aburrimiento. La vida contemplativa es más activa que cualquier hiperactividad, la actividad continuada sin contemplación solo prolonga lo que ya existe. En palabras de Nietzsche: «A los activos les falta habitualmente una actividad superior, en este sentido son holgazanes. Los activos ruedan como una piedra, conforme a la estupidez mecánica» (Han, 2018). Sin tiempo no puedes decidir, y sin decidir no puedes tener tiempo.

Para la reflexión y la acción

  • ¿Cuándo fue la última vez que perdiste el tiempo por priorizar a alguien frente a tus planes?
  • ¿Cuántas veces dices frases del tipo «no llego», «no me da la vida», «voy a mil» y en respuesta a qué las dices?
  • ¿Cuándo fue la última vez que te aburriste adrede?

Recursos

  • Moruno Danzi, No tengo tiempo. Geografía de la precariedad, 2018.
  • Han, La sociedad del cansancio, 2012.
  • Friedrich, La sociedad del rendimiento. Cómo el neoliberalismo impregna nuestras vidas, 2018.
  • Película The straight story, David Lynch, 1999.

Sin tiempo no puedes decidir, y sin decidir no puedes tener tiempo.