¡Y YO QUÉ SÉ QUE LES GUSTA!Descarga aquí el artículo en PDF
Óscar Alonso
Pasados los 50 años es cada vez más complicado poder saber qué les gusta a los jóvenes de hoy, aunque uno los tenga en casa y/o muy cerca. Es un conglomerado de estilos, de lugares, de diferentes pertenencias, de preferencias y gustos difíciles de especificar. Sinceramente me cuesta mucho acertar en este acercamiento a su imaginario cultural por lo diverso, fugaz, extremo, sincretista y acelerado que este es. Por supuesto, hablar de qué es lo que les gusta a los jóvenes es intentar concentrar un universo inmenso, corriendo el peligro de generalizar algo que no es posible generalizar, aunque las listas de éxitos y ciertos títulos estén en boca de muchos.
Si que creo que es bueno acercarse a lo que culturalmente les atrae (y les atrapa) indicando algunas constantes que veo, que, repito, no son para todos, pero que creo que no se desvían en demasía de lo que hay:
- Por un lado, muchos de los adolescentes que conforman nuestros grupos juveniles participan de manera activa en los grupos y movimientos de fans de este o de aquel artista, especialmente cantantes. En esto creo que ganan por goleada ellas. Nunca me dio a mí por eso, pero veo que tienen un motivo para estar al día, para estar al tanto de todo, que al otro lado hay «alguien» (seguramente mucha gente excepto el artista en cuestión) que les atrapa y les hace vivir en una dinámica de entrega y de seguimiento que llama mucho la atención.
- Por otro lado, observo, aunque esto no es solo de los adolescentes y jóvenes, que se vive en un consumismo desmedido de series, hasta el punto que pueden estar encerrados días y un sinfín de horas viendo capitulo tras capítulo de series en plataformas, como si se fuese a acabar el mundo, como si no pudieran esperar a ver otro capítulo otro día, con una ansiedad por acabar cuanto antes para comenzar otra serie, que seguramente tenga muchas lecturas. No sé si disfrutan de ello o si se les diera la oportunidad de verlas a doble velocidad también las verían. Es algo que me cuesta entender, aunque les veo «disfrutar» de ello.
- En tercer lugar, entre las músicas que uno les escucha escuchar, el reguetón o todos los estilos que le rodean, con nombres y apellidos de lo más singular, se lleva la palma. Tipos con unas voces y tonos muy concretos, que casi no vocalizan, con acentos a veces propios y a veces de imitación, con una indumentaria y una puesta en escena espectacular que atraen las miradas y hacen que no solo se les escuche, sino que su estilo, su modo de vestir y sus formas se imiten por doquier. Taladrante. En el autobús, en el metro, en los parques, en los móviles… por todas partes.
- En cuarto lugar, la música religiosa. Toda una explosión de grupos, algunos muy conocidos, otros algo menos, pero que arrastran a miles de adolescentes y jóvenes a su imaginario, contagian el mensaje de Jesús y de su reino de una manera moderna, colectiva, con lenguaje entendible, sin una imagen explícitamente religiosa, pero sí con unas letras que tocan el corazón y que sintonizan a la perfección con las emociones y con lo que viven quienes les escuchan. Un fenómeno singular que compatibiliza el buen arte con un mensaje actualizado del Evangelio y del Señor Jesús.
- En quinto lugar, es evidente que los grandes eventos musicales, espectáculos y conciertos, arrastran a miles de jóvenes, fines de semana completos o semanas enteras en tiempo de vacaciones, a vivir una experiencia de compartir, de encontrarse con cientos de miles de jóvenes como ellos y a disfrutar de la música y de un sinfín de posibilidades de ocio. Y allí lo dan todo. Están en su salsa, se les ve. Es como si esos encuentros generaran un microclima, un mundo paralelo en el que todo lo de fuera queda apagado por ese disfrute colectivo las 24 horas del día, sin apenas descanso, como si fuese lo último que uno va a hacer en la vida.
- Por último, quería también detenerme en la nueva literatura que jóvenes y adolescentes leen. Existen muchas propuestas alternativas a la literatura tradicional, propuestas en las que los jóvenes conocen de primera manos a muchos autores y con los que se establecen relaciones de escritor-lector en diferentes soportes, aprovechando eventos y quedadas promovidas por estas nuevas generaciones de escritores que enganchan a muchos de nuestros adolescentes y jóvenes, y que se convierten para ellos en una especie de acompañantes literarios.
Echando un vistazo es lo que yo veo. Evidentemente esto no es suficiente como para saber qué es lo que les gusta a nuestros jóvenes. Tengo claro que no les gusta lo cutre. Ellos quieren propuestas bien montadas, estéticamente potentes, con buen sonido, con unas puestas en escena espectaculares y con una gran variedad de posibilidades. De hecho, en las fiestas de los pueblos, que todo es más sencillo y más de andar por casa, allí no bailan, allí no se dejan ver mucho… allí quienes bailamos somos los mayores, que con un pasodoble y unos pajaritos por aquí estamos encantados. Ellos se asoman… habría que preguntarles qué les parece (sé que hay de todo: en algunos sitios son ellos los que animan, están presentes y cierran la verbena, pero entiéndase lo que quiero decir).
Mis hijas, por ejemplo, se saben la letra de todo lo que aparece en las cadenas de radio y los canales de vídeos musicales que emiten música prácticamente las 24 horas. Se saben la letra y la coreografía. Se saben la vida y milagros de quien canta y de quien no canta, pero es la pareja, el manager, la expareja, el amigo del alma o quien proceda en cada momento.
La pregunta es si a ellos les gusta verdaderamente lo que dicen que les gusta. ¿Qué criterios utilizan los jóvenes actuales para escuchar esta o aquella música, ver estas u otras series, ir o no ir a conciertos, macro festivales o movidas de todo tipo en torno a los gurús mediáticos de cada momento?
Un ejemplo: el otro día me comentaba una adolescente, alumna de 1º de Bachillerato, que está en grupos de jóvenes, muy implicada con la parroquia y con la vida comunitaria, que forma parte del coro de misa dominical, que siempre está a disposición de lo que haya que hacer, que tenía entradas para ir a ver a Taylor Swift. Ella misma dijo que llevaba meses ahorrando para poder asistir. Más de 400 euros la entrada. Esta misma adolescente asiste a conciertos de Hakuna, a la Fiesta de la Resurrección, a las oraciones de la catedral y a mil y un eventos del tipo que sea. Es evidente que una cosa no quita la otra y que compaginarlo es posible sin sentirse un joven raro.
Les gusta vivir la vida. Les gusta disfrutar. Les gusta probar. Les gusta sentir cosas. Les gusta hacer experiencias diferentes. Les gusta no dejarse nada. Les gusta aprovechar lo que en cada momento es posible y se pueden permitir. Les gusta la fiesta. Les gusta festejarlo todo. Les gusta experimentar la verdadera alegría. Les gusta ser lo que son, jóvenes.
Pero más allá de eso, me llama la atención los imaginarios diversos en los que un adolescente se mueve y la capacidad que tienen de incorporar cosas, ideas, principios e intereses casi antagónicos y hacerlos convivir de una manera magistral (pienso lo mismo cuando los adultos llevamos los auriculares puestos y al mismo tiempo vamos conversando con alguien por la calle… me resulta inverosímil).
Voy a poner un ejemplo. Estas son letras de dos canciones actuales, es verdad que situadas en dos extremos. Entre medias cientos de cantantes y grupos, de estilos muy diversos y sensibilidades variadas. Solo pongo algo de la letra de cada una:
Delincuente (Tokischa, Anuel AA, Ñengo Flow)
¿Tú chicha’ o no chicha’?
Quiero metert-, quiero meterte en mi habitación
Quítate lo’ Jordan’, quítate el pantalón
Ven, que te espero sin panty
Encima el gabetero te tengo tu condón.
Dejamelo lleno ‘e leche
Y no hagamos mucha bulla que mi hermano no sospeche
Que tengo un delicuente en mi cama
Que me rompe el culo en cuatro, después que me lo mama.
Vamo corriendo pa’l baño
Meteme pa’ la bañera que ya me sacaste el caño
Sacame moja’ pa’ la escalera
Ponme bellaca y putona y grabame perriando encuera’.
Metémelo hasta dentro del closet (closet)
Dame lengua, dame de’o, rompémelo en to’ las poses
Muérdeme, jálame, chupame, estréllame
Subeme la nota, singandome arrebátame.
Tengo un delincuente en mi habitación
A vece’ me lo mete al pelo y a vece’ con condón
Tengo un delincuente en mi habitación
Me lo mete en la cocina y a vece’ hasta en el balcón.
Huracán (Hakuna Music)
Me he hecho tantas preguntas,
intentando entender.
Me he lanzado a buscarte
sin saberte ver.
Me he asomado al abismo,
me he atrevido a saltar y caer.
Y un huracán romperá el cielo desde mi garganta. gritándote:
«¿dónde estás cuando me haces falta?».
Y me han dado respuestas
pero no sé qué hacer.
He prometido seguirte sin entender.
Y hay un eco en lo hondo
que me empuja hacia ti
y aunque sea sin sentirte, te buscaré.
Y un huracán romperá el cielo desde mi garganta. gritándote:
«¿dónde estás cuando me haces falta?».
Y un huracán…Estoy aquí, en el silencio.
Estoy aquí, en este viento.
Estoy aquí, soy este trozo de pan.
Estoy aquí, en tu lamento.
Poco que decir. Estos dos mensajes conviven en las mismas personas y se escuchan y se cantan por las mismas personas. ¿Cómo voy yo a decir que les gusta o les deja de gustar a adolescentes y jóvenes? Los ambientes son diferentes, es evidente, uno de ellos se cantaría en un lugar y otro, en uno muy diferente, pero los destinatarios y usuarios son los mismos.
Creo que cuando uno es adolescente y joven (los primeros años, al menos) está abierto a todo, todo a uno le parece que cabe al mismo tiempo, aunque claramente haya cosas que sean como el agua y el aceite. Se necesita tiempo para poder resituarse y resituar los gustos y los contenidos de aquello que nos gusta.
Lo interesante de todo esto es descubrir qué criterios estamos ofreciendo a los adolescentes y jóvenes, sin imponer, sin parecer autoritarios o poseedores de la verdad, para que ellos mismos vayan descubriendo y delimitando qué es vertebral y qué no lo es, qué es compatible y qué no lo es, qué es lo que ayuda a crecer y a madurar y qué no ayuda ni a crecer ni madurar como seguidores de Jesús.
Los adolescentes y jóvenes están inmersos en la vorágine de su mundo, de sus modas, de sus estilos, del arte, de lo digital, de cómo hoy se cantan ciertos mensajes, pero eso no es óbice para que no los acompañemos y les enseñemos a realizar una lectura evangélica de la realidad y de lo que en ella vivimos, sentimos, creemos y gustamos.
Llama la atención la cantidad de jóvenes que han solicitado el bono cultural ofrecido por el Gobierno para revitalizar el sector cultural en nuestro país. Sinceramente creo que la pastoral juvenil debe apostar por introducir y acompañar a los adolescentes y jóvenes en el mundo de la cultura, aprovechando la cantidad inmensa de ofertas que hay y sabiendo introducirles en ese mundo de la cultura que, sin duda, ayuda a formarse como personas y a valorar lo diverso, al igual que a generarse sus propios criterios y principios a la hora de consumir un cierto tipo de cultura u otro.
Termino como empecé ¡Y yo qué sé qué es lo que les gusta! Lo importante es que seamos para ellos referentes que les enseñen a mirar en profundidad y a apreciar el valor de la cultura, especialmente de ese arte que nos ayude a vivir la vida con hondura, a expresar de diferentes modos lo que creemos y Aquel a quien esperamos.
Lo importante es que seamos para ellos referentes