Y EL MAR AL FONDO – Fernando Donaire, OCD

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Fernando Donaire, OCD

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Yo quería ser, de pequeño, «maestro de escuela». Siempre he sentido especial predilección por la enseñanza y por el trabajo que han realizado los maestros y los profesores que me he ido encontrando en el camino. Ahora, después de algunos años, puedo decir que las vocaciones se entrelazan como los hilos en los tapices, construyendo una imagen hermosa que solo se puede ver si nos alejamos un poco. Y aunque la docencia era primera vocación, Dios se encargó de llevarme por otros caminos, aunque finalmente me ha devuelto al principio, enlazando misteriosamente ambas llamadas.

Quizá cuando uno está más tranquilo, más sereno, más seguro, es decir, cuando estamos más desprevenidos, es cuando llega este Dios desestabilizador y rompe todos los esquemas. Así fue en mi caso. Dios apareció en mi vida cuando la mar estaba en calma. Cuando todo transcurría de la manera normal, sucediéndose paso a paso. Terminaba mis estudios de bachillerato, comenzaba a prepararme para la universidad, etc. Fue entonces cuando Dios quiso fijarse en mí, cuando aún no se tienen claras las cosas, cuando el ímpetu es más fuerte que la profundidad.

Primero vino la experiencia del campo de trabajo en el que pude acompañar y ayudar en Hogar 20, una asociación que trabajaba con gente que había salido de la droga. El trabajo, la oración, las reflexiones y la vida se fueron entrelazando para que pudiera decirle sí al Señor después de esa experiencia. Y le dije sí, de noche, en la playa. Allí estaba la mar, el misterio presentándoseme cara a cara, sin aristas. Pidiéndome que me perdiera en su inmensidad profundísima. Fue en Málaga justo después de vivir aquella experiencia en Granada. Y allí me encontré el mar, en calma, en contraposición con el bullicio de los bares de Pedregalejo. Fue la primera vez que tuve la sensación de estar frente a la inmensidad, frente a la lucha de no saber bien qué camino elegir. En ese momento estuve seguro de que quería transitar el camino. Y el mar estaba presente, como lo estaba Dios en mis labios cuando pronunciaron el sí.