Y AHORA, ¿QUÉ MUNDO CONSTRUIMOS?
Enrique Fraga
Coordinador del Consejo Joven de RPJ
El momento presente
Creo que ahora mismo, al menos en España, puede ser el momento más duro de la pandemia. Al comienzo de todo, cargados de inocencia, le poníamos una fecha de caducidad y de vuelta a la normalidad cercana, vivíamos a la espera de hallar el maná, de recuperar nuestras vidas. Pero esa espera tan dilatada en el tiempo nos ha ido desgastando, poniendo en jaque una y otra vez con cada nueva ola. Hoy es el día prometido, una amplia proporción de la población está vacunada y, sin embargo, ni la muerte es historia ni hemos vuelto a la vida de febrero de 2020.
Y esto es duro, muy duro, sin duda. Pero no hay que olvidar que la noche es más fría y oscura justo antes del amanecer.
La fábrica del nuevo mundo
Hay muchos riesgos y amenazas en este momento: la desesperanza y la desesperación, la rendición, olvidar lo aprendido, cerrarnos en nosotros y en nuestras heridas…
Es la hora de los justos, de los valientes, de los resilientes, es la hora de cambiar el mundo. Debemos velar, velar para que el amanecer nos sorprenda despiertos y preparados. No debemos dejar pasar la oportunidad de construir unos cimientos de amor, solidaridad y paz. No podemos olvidar a Dios ahora, es el momento de impregnar con Él cada ladrillo que pongamos para salir de esta situación. ¡Ay de nosotros si perdemos la esperanza! ¡Ay de nosotros si tiramos la toalla!
Dios nos urge a cambiar las cosas, a hacer un mundo más samaritano, más humano y más justo. ¿Cómo?
Tú serás el horizonte sobre el que construiré un nuevo amanecer
La pandemia, con su muerte y dolor, nos ha traído también lecciones que no podemos ignorar al dirigirnos al nuevo día.
- Hemos empezado a levantar la manta con la que ocultábamos los problemas de salud mental, hemos eliminado tabúes y estamos dando pasos para incluir y no excluir a muchas personas que sufren.
- Se ha puesto de manifiesto la necesidad de los cuidados, de cuidados de calidad, y de disponer de tiempo para ellos. La atención a los que sufren debe ser una prioridad y no podemos desatenderla.
- La conciliación ha sido un reto, pero también la oportunidad de demostrar que es posible, que queremos trabajar y tener tiempo de calidad para desarrollarnos y ambas no son mutuamente excluyentes. No dejemos de luchar por nuestros derechos.
- Hemos aprendido que las videollamadas pueden sostenernos en la dificultad, pero también que nada puede sustituir el contacto y el calor humano. Hagamos la revolución de la ternura, apreciemos el tesoro del encuentro fraterno.
- La definición de esencial ha cobrado un nuevo sentido. Nuestra lista de prioridades se ha tambaleado y hemos puesto en valor el trabajo de muchas personas que pasaban desapercibidas e ignorábamos. Construyamos dándoles la prioridad que se merecen, porque sin ellas se para el mundo.
- La mejor forma de conocer qué nos importa pasa tristemente por perderlo, quizá esta pandemia nos haya podido enseñar a apreciar lo que nos hace felices, descubrir qué es lo que de verdad nos llena el corazón, qué nos da ganas de comernos el mundo. Aprovechémoslo y reedifiquemos nuestra vida con las prioridades claras. Pongamos el foco en lo que de verdad importa.
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Comunidades, la piedra angular
La pandemia también ha tambaleado nuestra forma de ser Iglesia, nuestra vivencia comunitaria de la fe, con importantes aprendizajes a los que debemos atender:
- La importancia de una comunidad que nos sostenga en momentos de soledad, de aislamiento, de muerte y de dolor. Tejer redes con hilos de amor va a definir una forma de estar en el mundo, la de la fraternidad universal.
- Las nuevas herramientas digitales pueden ponerse al servicio de esa red, para hacerla más plural, más tolerante, más amplia, para abrir la mirada. Además de conectarnos con la realidad y con el mundo en ambas direcciones.
- Hemos puesto en valor a los jóvenes, que en muchos casos han dado un paso al frente, liderando propuestas, asumiendo responsabilidades, y haciéndose cargo de la transformación que exigían los nuevos tiempos. No dejemos de darles su espacio, de escucharlos y de abrirnos a la novedad que nos traen.
Construyamos entre todos un futuro más humano, más sostenible, más justo. Uno en el que Dios reine. Este es tu momento en la historia de la salvación.
No debemos dejar pasar la oportunidad de construir unos cimientos de amor, solidaridad y paz.
Hagamos la revolución de la ternura, apreciemos el tesoro del encuentro fraterno.
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