Algunos padres suelen decir que sus hijos son muy diferentes entre sí, a pesar de haber vivido en la misma familia y haber recibido la misma educación. Malo sería que pudiésemos ser programados al antojo o según las expectativas de alguien que anulase nuestra personalidad irrepetible.
Para visualizar las diferencias, Jesús habla aquí de porcentajes distintos de receptividad pero otras veces habla también de modalidades distintas de respuestas; no son necesariamente unas peores que otras sino distintas. Es importante abrir caminos a ideales nobles y educar en valores decisivos para toda existencia humana, pero no imponer ni dictar esos caminos como si la propia persona no tuviese nada que decir ni madurar.
El educador José Ramón Urbieta afirma que “cuando, como educador, plantas árboles bajo los cuales sabes que nunca te sentarás, has comenzado a descubrir el sentido de ser educador”.
Pero no hay que ser pesimista creyendo que todo lo que se ha sembrado se pierde. Jesús habla de aceptación en distinta medida.
El desaliento es una gran tentación para el educador. Tanta dedicación de toda una vida a las duras y a las maduras, tanto esfuerzo para que aprendan, para que sean buenas personas, tantos detalles personalizados, y la respuesta a menudo es la impertinencia, el exabrupto, la pose indolente, la resistencia o la incomprensión absoluta.
No es inútil lo que has hecho ni lo que haces. Sigue sembrando sin desanimarte. Duerme tranquilo/a si haces lo que puedes. Ten la seguridad de que lo que siembras, aunque la semilla parezca perderse, produce su fruto en el momento y de la forma más inesperados. Según el Beato Chaminade (1761-1850), fundador de los marianistas, para el educador “se trata de sembrar, no de recoger”.
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca: se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habó mucho rato en parábolas.
“Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento; otros, sesenta; otros, treinta .El que tenga oídos que oiga.
Oíd lo que significa la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o setenta o treinta por uno”. (Mt 13, 1-9. 18-23).