VOLVER A LOS «LUGARES PEQUEÑOS» – Almudena Colorado

Etiquetas:

VOLVER A LOS «LUGARES PEQUEÑOS»Descarga aquí el artículo en PDF

Almudena Colorado

almucoles74@hotmail.com

Instagram, Tik Tok, videojuegos, reggaetón, trap, rap, Netflix, YouTube… y lo que me dejaré sin mencionar. Cuando vemos a nuestros jóvenes en estos asuntos, movemos la cabeza y hacemos sentencias en las que descubrimos la sombra de nuestros padres… Bueno, y la de Sócrates, que ya veía venir el asunto y dijo: 

«La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros».

No quiero pensar qué diría si hubiera vivido en esta era del móvil.

Intentando ser menos quejicas y más propositivos y dispuestos a entender, preguntémonos: ¿qué lugares frecuentan nuestros jóvenes? ¿Por qué esos lugares? (Y no me refiero a lugares físicos…).

Se nos va a secar la garganta de decirnos en bucle eso de que «son los tiempos de la inmediatez», pero es que es verdad, y eso condiciona mucho lo que nuestra chavalada busca: lugares donde no tener que hacer demasiados esfuerzos mentales para divertirse, donde se puedan consumir cosas «ligeritas», donde no comerse demasiado el «coco», que para eso ya están la vida y sus cosas, ¿no? Vídeos cortos, memes, stories, fotos… algo cortito pero que capte inmediatamente y, repito, sin esfuerzo, la atención. 

Esos lugares que frecuentan nuestros jóvenes están invadidos de un estilo de música concreto, que llevan todo el tiempo colgada de las orejas, a todo volumen… Una música que, por otra parte, no puede «disfrutarse» si no es así de alta. Perdonad que ahora parezca una «carroza» bastante desfasada (¿se dice «carroza» hoy en día?): ¿alguien más tiene la sensación de que todas las canciones de hoy dicen lo mismo y suenan igual? ¿Alguien más piensa que no es una música que te deje ningún mensaje con «miga»? Salvo Shakira y sus desahogos sentimentales que, por otra parte, ha convertido su dolor en un grito ruidoso más que en un proceso que le permita interiorizar y hacer un «duelo por la pérdida» algo más constructivo y más discreto. Bueno, seguro que acabo de soltar un montón de antiguallas…

¿Alguien más tiene la sensación de que todas las canciones de hoy dicen lo mismo y suenan igual?

Todo este «ruido», esta frivolidad en los mensajes, son el pasaporte a una huida de la realidad que puede ser comprensible dado como se presentan determinados asuntos para nuestros jóvenes. Pero también son el pasaporte para una vida superficial, irreflexiva, vacía me atrevería a añadir. 

¿Se trata entonces de eliminar de nuestras prácticas docentes y pastorales toda huella de lo digital? Pues he ahí el dilema. Eliminándolas corremos el riesgo de alejarnos de los jóvenes. Y una de las características que ha de cumplir nuestra misión es la de la inculturación (que se lo cuenten a los primeros cristianos mientras intentaban subsistir en el mundo romano). Ahora bien, si solo nos quedamos en eso, en el uso de sus mismos medios digitales para llegar a ellos, ¿no nos quedaríamos cortos? ¿No caeríamos también en la inmediatez y la poca profundidad?

Reflexionando con diferentes equipos de Pastoral acerca de en qué vemos necesario centrar nuestra misión, a todos nos ha salido la misma respuesta: es preciso poner en el top de nuestros esfuerzos la práctica de la interioridad en los colegios. Dejar un espacio de «alivio» de la vorágine del mundo, donde sean capaces de conectar.

Parar, respirar, sentir cada parte del cuerpo, tratar que la mente baje de revoluciones, ponerle nombre a lo que se siente, a lo que se anhela, al «¿cómo me encuentro?», «¿qué palabra poner a esto que me pasa?», «¿qué ha ido bien y qué ha ido mal hoy?»…

Pero, cuidado, no es cuestión de poner a los chicos y chicas a tomar una postura digna y respirar, así, de un día para otro. Enseñar la práctica de la interioridad va unida a enseñar la importancia y sentido de la misma, pues si solo nos centramos en las diferentes técnicas que hay para ello (mandalas, música, visualizaciones, meditaciones guiadas…), convertiremos todo en una sucesión de actividades que toca hacer, poniendo más el acento en las actividades que en aquello a lo que queremos llegar gracias a ellas.  

Hay itinerarios que permiten la enseñanza de esta «forma de vivir y de vivirse» adaptadas para cada edad, que permiten el crecimiento en esta habilidad de una manera progresiva, sin brusquedades. Y como al arbolito hay que regarlo desde chiquitito, es necesario fomentar en nuestras escuelas la interioridad de la misma manera que se introducen otros procesos. Esta práctica progresiva de la interioridad, además, ayudará a abonar el terreno para esa asignatura que tenemos pendiente: enseñar a orar. 

Volver hacia dentro, hacia el hogar que nosotros mismos somos y en el que habita Dios es, para mí, volver a los «lugares pequeños», esos que pasan desapercibidos, que se mueven en el silencio, que no figuran entre los primeros puestos de «cosas que hacer en el día».

Así que, junto a las nuevas tecnologías y medios digitales entre los que pasean nuestros jóvenes, y entre los que nosotros intentamos cruzarnos con ellos, no olvidemos invitarles a visitar esos «lugares pequeños». Y, de paso, entremos también nosotros en ellos, porque no se puede enseñar ni contagiar aquello que no se vive.

¿Se trata entonces de eliminar de nuestras prácticas docentes y pastorales toda huella de lo digital?