«Misión»… Algo que hacer y alguien que se pone a ello. Porque en ese asunto se juega algo importante. Probablemente para muchos. Y por eso merece la pena arriesgar… y arriesgarse. Hasta poner la vida en juego, si llega el caso… ¿Puede evocar más una sola palabra?
«Misión» significa «envío». Porque, desde la fe cristiana, la misión no es anónima ni imposible. El Padre envía al Hijo, el gran misionero. Su tarea: restaurar la historia de amor de Dios con la humanidad, rota por el pecado. Y el Hijo, en la Pascua, envía el Espíritu, el actualizador permanente de esa misión. Porque los ecos de la Pascua aún no han llegado a todos. Por eso, tras la «llamada del Padre a la vida» y la «llamada del Hijo al seguimiento», la tercera llamada «nos viene del Espíritu, que nos llama a una misión». Él es quien inspira y alienta en nosotros esa misión.
Una misión comunitaria en la que, como en un ecosistema, cada uno tiene su papel. Nadie mejor que san Pablo para expresarlo: «Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo» (1 Cor 12,12). Cada célula del cuerpo tiene su función. Si falla una, puede haber reacciones en cadena. Y al revés: cuando una célula funciona, hace posible que otras lo hagan. Así es la vocación-misión de cada miembro de la Iglesia: participar de la misión del Espíritu, del modo en que cada uno sea llamado, desarrollando una vocación personal dentro de la misión eclesial.
Y de igual modo que no hay dos personas iguales, tampoco hay dos caminos iguales. Cada uno debemos «descubrir a qué nos llama Dios en concreto». Desde las capacidades y las limitaciones, desde las necesidades del mundo y de la Iglesia que percibimos, desde la sensibilidad que se nos ha regalado: hay un lugar para ti, hay un lugar para cada uno.
Esta llamada a asumir el papel de cada uno en el plan de Dios se celebra sacramentalmente en la Confirmación. Celebramos que formamos un cuerpo, una familia… un gran equipo para una gran tarea. ¡Contamos contigo!
#VocationChallenge: el reto de escuchar al Espíritu para llegar a vivir la misión que Dios espera de nosotros. Asumir el papel que te toca en esta historia. Pasar de espectador a protagonista. Un regalo y una tarea. Un camino que todo agente de pastoral debe descubrir y desarrollar, sabiéndose parte del gran equipo que es la Iglesia. Para, desde ahí, ayudar a los más jóvenes a descubrir y desarrollar su propia vocación.
#VocationChallenge: llamados a una misión. ¿Aceptas el reto?
- El #Tweet de Francisco: «No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro» (Carta a los jóvenes, enero 2017).
Para preguntarME / Para preguntarNOS:
— «Un gran equipo para una gran tarea». Una imagen de nuestra Iglesia, alentada por el Espíritu. ¿Cómo vives tu pertenencia a este «equipo»? Y ¿qué podrías hacer para ayudar a los más jóvenes a sentirse parte de la misión de la Iglesia en el mundo? Empezando por lo más cercano (parroquia, comunidad local…).
— «De espectador a protagonista». ¿Qué te sugiere esa frase? ¿Qué pasos has dado ya? ¿Qué pasos te quedan por dar? ¿Cuál puede ser tu próximo paso en ese camino?
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