El sistema de consumo trae ciertas consecuencias consigo, que repercuten en aspectos en los que no lo hacía antes de la globalización del mismo. La persona, dentro de este sistema, vive en una rutina de bombardeo informativo y de falta de tiempo para dedicar a otros aspectos igual de relevantes, como la interioridad. La sociedad vende que solo triunfa el que más dinero tiene, el que más alto llega y/o el que más fama consigue, por lo que no se deja ningún tipo de recurso, como el tiempo, a nada que no sea herramienta para ello.
La vocación, según fuentes católicas, está compuesta de tres elementos, que son la llamada, la respuesta, y la misión. Por definición, la decisión de tomar la vía religiosa necesita de estos tres pasos, además de ciertas actitudes absolutamente opuestas a las que la sociedad demanda, como son el desapego, la humildad, la oración, o la bien entendida obediencia. Por otra parte, esos tres elementos de la vocación necesitan de un tiempo de interioridad prolongado, y de adoptar un compromiso perpetuo, por lo que se hace aún más complicado que se den, hoy, ya que el ritmo apabullante de la rutina social no deja tiempo para experimentar o sentir nada no relacionado a un producto, como la reflexión, o el silencio.
Adrián Sampere