Vivir al aire de Jesús – Enrique

¿Te atreves a vivir al aire de Jesús?

La espiritualidad cristiana es la forma concreta, el talante, el estilo de vida que tenemos las personas cristianas de afrontar la realidad desde los valores del Evangelio, movidos por el Espíritu de Jesús.

Ser personas de Espíritu significa por tanto ser personas con capacidad de ponerse a la escucha de Aquel que dentro de nosotros susurra incansablemente que Dios es Amor y que la vida está habitada por un “Misterio acogedor”. Significa experimentar que somos incondicionalmente amados por el “Padre-Madre-Dios”, antes y más allá de nuestras buenas o malas obras, y que ese Amor es el que posibilita dentro de nosotros el amor, el gozo y la entrega. Significa también estar convencidos de que la muerte no tiene la última palabra, sino que la primera y la última palabra es de ese Misterio de Amor revelado en Jesús. Ser personas de Espíritu es confiar y esperar que, en su día, ese Misterio de Amor reconstruirá la vida y el sentido de todos/as, también de aquellos/as que en este mundo se les ha despojado de ambas cosas. Significa vivir sin angustia el presente comprometidos en la promoción del “proyecto humanizador del Reino” con la confianza puesta en el “Padre-Madre-Dios”.

Confianza que teniendo en consideración este contexto de globalización “neoliberal-capitalista” en el que las relaciones entre los pueblos adquieren un carácter planetario y en el que todos estamos causalmente implicados en las causas de los empobrecidos, en un momento en el que además, el individualismo y la indiferencia es una amenaza continua en nuestra sociedad, el seguimiento que configura la espiritualidad cristiana tiene que ser el resultado de nuestra “identificación con Cristo”, y por lo mismo debe de asumir la opción por las personas empobrecidas y la causa justa de su liberación integral.

En el mundo actual, marcado por la injusticia estructural y la globalización capitalista, el seguimiento de Jesús nos está urgiendo a la encarnación en el mundo de los pobres, la inserción real y verificable, no solamente intencional, y a la práctica liberadora del proyecto humanizador del Reino en la lucha por la justicia que sigue siendo buena noticia para todos y todas, especialmente de las empobrecidas y excluidas del sistema.

Actualizar en cada uno de nosotros y nosotras las actitudes y sentimientos de Jesús (las bienaventuranzas) es obra del Espíritu que nos permite entrar en relación con Él, tarea esta que se alimenta y sostiene en el “ejercicio de la contemplación” y en el “compromiso militante” para cuidar y avivar el “aire fresco del Evangelio” y comprometerse a vivir “al aire de Jesús”.

 

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