VIVIENDO CON UN SENTIDO La fe como frontera – Enric Puigròs, sj.

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Presentamos aquí la ponencia principal de la Escuela de Pastoral con Jóvenes celebrada el pasado mes de octubre en Madrid con el lema «Generación WEFE: Jóvenes y fe» a cargo de Enric Puigròs.

Ante el reto de hablar bajo el tema «Fe y jóvenes»; viendo los materiales preparatorios del encuentro, además de los documentos propios del sínodo… a uno se le ocurre la brillante idea de pensar que se pueden decir cosas muy novedosas. Pero sinceramente poco nuevo tengo que aportar. El esfuerzo que he hecho es más de ordenar el acceso a la cuestión desde un aspecto de la vida que observo en los jóvenes y que, quizás, también me afecta a mí.

Hablo de la fe como frontera porque eso es: hoy día tenemos un problema, ya no con la fe, sino con el reconocimiento de la misma. Los creyentes hablamos de ese Dios alfa y omega, principio y fin. Nos encomendamos a este Espíritu que gobierna nuestra vida y la de la Iglesia… si aceptamos la fe como un don, estamos ante un reto de «detección» y de «promoción».

Una frontera separa dos países, seamos o no amigos de que existan. Pero también hace referencia a aquellas situaciones limítrofes entre la justicia/injusticia, entre riqueza/pobreza, entre dignidad/explotación. Hablar de la fe como frontera nos habla de que la promoción de la fe es, en el mundo de hoy, un lugar muy complejo donde tiene que concentrarse toda nuestra acción de promoción del Evangelio. Como es una tarea compleja, me gustaría empezar con una oración, compuesta y cantada por mi buena amiga Elena Andrés.

Olvido de lo Creado

Memoria del Creador

Atención a lo interior

Estarse amando al Amado

(San Juan de la Cruz)

Hablar de la fe como frontera nos habla de que la promoción de la fe es, en el mundo de hoy, un lugar muy complejo donde tiene que concentrarse toda nuestra acción de promoción del Evangelio

1.- Experiencia personal

En este primer momento comparto cuatro experiencias que he vivido en mi trabajo pastoral, y que nos hace ver que esto de la fe es posible.

  • Olvido de lo Creado → María, Pablo → El esfuerzo que tuvieron que hacer para reconciliarse con su autoestima, y que fue camino de encontrarse con el Señor. Sin ese trabajo intenso, interno y anterior, no podrían haber llegado a ese Dios que los amaba incondicionalmente.
  • Memoria del Creador → Pedro → Le costaba muchísimo tener un momento de oración. Lo había intentado todo… hasta que se descargó la aplicación de Rezando Voy. En ese momento, se citó cada día con esos 13-15 segundo de audio para que la Palabra de Dios fuera entrando en su vida.
  • Atención a lo interior → Amalia → Era una chica de parroquia. Participaba en todo: convivencias, misas, oraciones, voluntariados… hasta lo llegó a hacer todo simultáneamente en dos comunidades a la vez. Hasta que se quedó vacía… y tuvo una crisis de fe: nada le hablaba de Dios y empezó a dejarlo todo… En pocos meses había desaparecido de la comunidad. Y estuvo un año y medio desaparecida. Pero volvió, pidiendo acompañamiento, y formulando que lo que le había pasado es que había hecho un escape hacia delante.
  • Estarse amando al Amado → Ainhoa → Es una chica muy voluntariosa que un buen día me dijo –muy avergonzada– que se estaba planteando la vida religiosa. «Yo… ¡ser monja!»… Vaya, que estuvo peleándose mucho tiempo con la palabra… ¡Como si fuera el problema! Porque ella pensaba que el Señor tenía que abrir los cielos y –como si de la máquina del tiempo se tratara y lo detuviera– le dijese: «quiero que entres en». Hasta que entendió que de lo que se trata es de esta vida que ama al amado; no un momento concreto; hasta el fondo y a todas.

Como se ve, el tema de la fe es el tema de la vida. Podríamos adaptar la famosa expresión: «dime cómo vives y te diré cómo crees». Por ahí se me ocurre que una pregunta clave es ¿qué hacer para promover más la fe? El buen documento de preparación del encuentro habla del dolor que supone que jóvenes abandonen la fe. A mí aún hay una cosa que me entristece más: que no tengan paciencia para abrirse… o ¡hasta que no quieran hacerlo!

2.- Cultivar el deseo

Estamos ante un «problema de sentido». De acuerdo que habrá gente que no cree en nada, pero debemos escoger el target de nuestra acción, y creo que los que son target son aquellos que pueden tener capacidad de admirarse; que pueden tener deseo de trascender aquello que ven y viven. Por eso entiendo que cultivar el deseo es lo que nos permite acceder a la frontera de la fe.

Como pastoralistas vivimos el drama de dar algo a alguien que no tiene ganas de que le des nada, no porque no le interese lo que le ofreces, sino que no se da la oportunidad de descubrir. Ahora bien, no hay otra posibilidad: si la persona no se «abre», no habrá posibilidad de que haya camino. Por eso, la palabra que se me ocurre más adecuada es la palabra deseo.

Hablo de cultivar el deseo de vida auténtica, de búsqueda personal sin cortapisas, de esfuerzo por encontrar el «tesoro escondido», que justifique la venta de todo lo demás. Como a menudo, cuando hablamos de jóvenes, empezamos a hablar en negativo, me gustaría comenzar con las oportunidades, para después abordar los retos.

Cultivar el deseo es lo que nos permite acceder a la frontera de la fe

2.1.- Oportunidades

  • La amistad: la pastoral como un espacio de amistad y no el espacio de debate y/o de convencer al otro. Especialmente porque el joven quiere ser «seducido» más que «convencido». Al fin y al cabo, por mucha racionalidad y asertividad que tengamos como catequistas, el sujeto, al final de su camino, cuando ha explorado racionalmente todas las posibilidades, es cuando se puede abrir a la fe.
  • La lucha por la justicia es un ámbito de contacto y posible puerta de entrada de muchos jóvenes a la vida de la Iglesia. Es una oportunidad, pero no mágica. El riesgo de mantenernos en el «oasis de la ambigüedad» puede llevarnos a no proponer la fe, por miedo a perder a la gente. La experiencia de Dios, cuando se vive auténticamente, te lleva a dedicar tu tiempo y tu vida a la gente de los márgenes de los caminos, en sus múltiples manifestaciones. ¿Puede ser pensable un descubrimiento de la fe a partir de la experiencia de contacto con Jesús pobre? ¡Claro que sí! Pero debe ser acompañado en su tematización. Esto nos lleva a otra oportunidad.
  • Experiencia de ruptura: hay experiencias que, vitalmente, te suponen un antes y después. Y no hay que irse –necesariamente– muy lejos… Puede ser experiencia de ruptura el problema familiar, con desordenes personales (afectividad, comida…). Cuando hay restauración personal, puede haber apertura a la fe.
  • Atracción por el «agujero cósmico interno». Esto es sencillo: cuántas veces nos hemos encontrando con jóvenes en actividades de las llamadas de reflexión que, de forma imprevisible, hasta los que menos lo esperamos se ponen a un lado, abren la libreta, y escriben cosas… Bien motivado, cuando a una persona se la acompaña hacia el camino interior, hacia la atención a lo interior, suceden cosas. Después hablaremos de discernimiento y acompañamiento: si no hay movimientos internos ni vida interior, no hay nada que hacer.

2.2.- Retos

  • Desaprender el tópico: «frikis, raros, cristianitos…». Y pensar desde fuera que cualquier actividad «del espíritu» es rezar. La experiencia me muestra que es más duro el desaprender que el aprender: romper los clichés, los preconceptos en aquellas personas que vienen condicionadas es muy duro. Entiendo que decimos muchas veces que much@s ni han recibido la iniciación cristiana, pero no son tábula rasa.
  • Lenguaje: sé que entraríamos en discusiones acerca de cuál es la expresión más adecuada, si «comunicación», «transmisión»… Pero lo que está claro es que tenemos un mensaje muy bueno y un lenguaje que no le corresponde.
  • Proceso de «no-fe» a fe: otro elemento muy interesante. Cuando una persona dice: creo, no se transforma en místico por el hecho de decirlo. Muchas veces nos quejamos de que los jóvenes que tenemos en nuestros centros tienen las respuestas aprendidas, ¡pero es que a veces les planteamos una actividad para que nos respondan aquello que ya sabemos que saben! Hay proceso, y largo…

Anteriormente ya señalaba que el reto que tenemos delante es de detección y de promoción. De detección, para poder captar los signos de fe (muchos de ellos potencialmente manifestados, pero con pocas evidencias) presentes en la realidad. Detectar cuándo una persona está en un momento adecuado para que se proponga la Palabra que fecunde la vida: por eso hablamos de la fe como don, como enamoramiento, como luz.

Se trata de afianzar procesos y poner condiciones de posibilidad para que las personas vayan creciendo en su comprensión de la vida

Pero también está el reto de promover la fe. Se trata de afianzar procesos y poner condiciones de posibilidad para que las personas vayan creciendo en su comprensión de la vida. No se trata de conseguir mayores porcentajes en sacramentos ni en los grupos, sino mayor calidad y profundidad:

  • Diálogo con la cultura: para hacer significativa la vivencia de la fe en distintas culturas. Este ha sido el modo de proceder en muchos momentos. Nos faltan «traductores».
  • Diálogo con la diversidad: establecer el diálogo con gente diversa a mí, con «fes» distintas a las mías. Es un fenómeno curioso que la fe religiosa tiene dos enemigos muy poderosos: por un lado, el indiferentismo, pero por otro el integrismo. Y los dos hacen mucho daño. Necesitamos puentes que unan realidades que están «naturalmente»
  • Apuesta por la mistagogía: iniciar a la experiencia de Dios. Es cuestión de medios, tiempos y tempos. Creo que no hay palabra que ayude a esta iniciación de la experiencia espiritual como el discernimiento. Pero para todo esto necesitamos maestr@s.

3.- El discernimiento

En el documento pasado por el equipo de estudio se empezaba subrayando –y me parece muy oportuna la nota– que el discernimiento no es una técnica adecuada sino sobre todo una actitud creyente. Cuando empiezo una tanda de ejercicios espirituales hablo de «ecosistema» que conduce a la experiencia espiritual… Pues el discernimiento implica una lucha previa, que es la de crear condiciones para que haya un trabajo de introspección y de análisis. El uso de la palabra descontextualizada de la fe puede abrirnos al peligro de psicologizar el acto de discernir. Porque si no hay experiencia de Dios detrás no hay discernimiento cristiano, porque hablamos de algo que es modo de vida.

Creo que podemos citar el documento de preparación del sínodo, que cita el nº51 de EG cuando habla de tres momentos:

  • Reconocer: entender que hay distintos «movimientos» en mi interior y que me pueden llevar a distintos tipos de acciones es ya un gran avance.
  • Interpretar: pero sin arriesgarnos a pensar que aquello que nos gusta es de Dios y aquello ante lo que sentimos rechazo es del malo. A veces nos ponemos a nosotros mismos como jueces de la realidad. ¡Y es lo peor!
  • Elegir: todo esto es para elegir. Es así como podemos entender que se cierra el círculo virtuoso.

Hablamos entonces de una espiritualidad que nos lleva a vivir el sentido de la vida a partir de las decisiones. Las decisiones no son un enemigo invencible, una montaña «inescalable»… Son oportunidades de poner en juego motivaciones, criterios y llamadas. Esto es lo que nos permite hablar de vocación: el cristianismo invita a la persona, mirando a Jesús, a tomar postura por el estilo de vida que se siente llamad@ a vivir. En otras palabras: si te encuentras con Jesús pasan cosas

El cristianismo invita a la persona, mirando a Jesús, a tomar postura por el estilo de vida que se siente llamad@ a vivir

4.- Líneas de acción

Creo que ante un tema en el que hay tantos diagnósticos hechos, lo que se me pide es también hacer un esfuerzo por trazar aquellas líneas de acción prioritarias que deberíamos tener como agentes de pastoral, así como las comunidades que acogen estos itinerarios.

4.1.- Caminar con los jóvenes: es una llamada muy clara en el documento del sínodo que no tiene sentido diseñar una pastoral con jóvenes sin ellos. Hay una llamada a la corresponsabilización, al liderazgo compartido y a la misión compartida en nuestra pastoral (religiosos–laicos; adultos–jóvenes). No es solo caminar PARA servir y proponer, sino ESTAR CON para detectar retos desde la convivencia y no solo estar con ellos para ver cómo les «podré colar tal o cual actividad». Dicho esto, y es opinión subjetiva, no podemos caer en el falso progresismo de ceder toda la iniciativa a lo que los jóvenes decidan, como si la «autogestión pastoral» la hiciera más guay y los jóvenes tuvieran que saber por ciencia infusa lo que otros hemos aprendido a copia de años y de ayudas de otros.

4.2.- Liderazgo compartido: es por eso importante escuchar sensibilidades, pero también es clave poder tener un diseño de graduación de actividades, por tipos, exigencias y objetivos.

  • Actividades más sociales y más espirituales.
  • Actividades para todos–muchos–algunos.
  • Establecer criterios–marco de «fases» de desarrollo (ejemplo: en una carrera no puedes hacer Historia Económica II sin haber hecho la I). No tiene sentido aspirar a que una persona pueda hacer ejercicios espirituales sin haber hecho nunca un retiro espiritual, sino el silencio se le convierte en una frontera insalvable.

4.3.- Una comunidad que acompaña procesos y personas: esto implica invertir energías en la planificación de actividades (quizás menos de un tipo, calendarizarlas, no llenar el calendario excesivamente…). Pero también:

  • Ofrece actividades de Pascua, campos de trabajo, etc. e incluye el acompañamiento en ellas.
  • Va estableciendo una cultura de acompañamiento que provoca que cualquier joven, como mínimo en la «comunidad X» se ven normales expresiones: «tengo acompañamiento», «mi acompañante me ha dicho…».
  • Una comunidad que vive con gozo (explicitándolo) cuando una persona se compromete desde su vivencia del Evangelio: celebra cuando una pareja se casa; celebra la opción de una monitora de irse seis meses a Angola; celebra y acoge que un chico decida hacerse salesiano… es decir, una comunidad que ve en la toma de decisiones una semilla de REINO.

4.4.- Apostar por la iniciación a la oración (fase 1 de mistagogía): no es solo «hablar» del misterio de lo trascendente e ir «jugando» con conceptos pseudo-filosóficos. Quizás también consiste en descalzarse e ir al encuentro de esa realidad, como en el pasaje de la zarza ardiente, e intentar dejarse inundar por su presencia. La iniciación en la experiencia de oración es condición de posibilidad para afrontar el discernimiento desde Dios y no desde uno mismo.

4.5.- Cuidar a los referentes: os invito a, en un momento de silencio, y pensar en nuestra historia de fe, qué nombres pondríamos en nuestro caso. Son muchas las personas que han actuado en nuestra vida como referentes en la fe; una comunidad que debe entender que no solo le faltan ‘x’ monitores, sino que son referentes de fe. Al final, es el «ven y verás» lo que funciona.

Yo, cuando tenía 15 años, no me sentí atraído por el Jesús camino, verdad y vida… sino por José (sj) que supo entender mi necesidad de amistad en esos años críticos y me acompañó en el camino de trascenderse (conviene que Él crezca y yo disminuya).

Hacer un esfuerzo por trazar aquellas líneas de acción prioritarias que deberíamos tener como agentes de pastoral, así como las comunidades que acogen estos itinerarios

5.- Conclusión

  • ¿Es posible ser joven y tener fe? ←→Dios sigue llamando a los jóvenes. La fe sigue siendo un don.
  • ¿Pueden los jóvenes discernir? ←→ hablamos de condiciones para el discernimiento, no de edades para el discernimiento. La capacidad de discernir es un don del Espíritu, y también la concede el Señor.

Sé que es una expresión un poco discutible, pero creo que es una buena conclusión:

  • A Dios rogando: poner condiciones para que el diálogo con el Señor ocurra; que haya lenguaje, capacidad de entender el lenguaje de Dios y crecer en su comprensión.
  • Con el mazo dando: en una comunidad que se trabaja para encontrar a gente, que busca los medios –donde no los hay– para que las actividades tengan un sentido y deriven adecuadamente a otras actuaciones.

Esta es la Iglesia que soñamos. Una Iglesia que se acerca bastante a la de los primeros siglos ya que, es verdad, no vamos a unos números impresionantes (tampoco los buscamos). Pero sí que queremos garantizar una cosa: quien entre en nuestra casa, no puede salir igual como entró. Habrá encontrado referentes y, lo que es mejor, la llamada de un Dios que, ante todo, lo envía en misión de predicar su nombre (con palabras y actos), especialmente en los márgenes de nuestro mundo.

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