Viacrucis el musical
Almudena Escrig
Consejo joven RPJ
almudenaescrig@escolapiosemaus.org
Hace poco tuve la gran suerte de ver Viacrucis, el musical de Toño Casado en Madrid, después de su estreno en la mezquita catedral de Córdoba. He de decir que ya había visto 33 el musical y eso sentó precedente para querer ver otro musical cuyo autor y tema principal es el mismo. Cuando nos hablan de musicales pensamos en grandes escenarios, actores de renombre, música en directo e historias conocidas bien por la gran pantalla o por libros. A partir de ahí cada uno se hace sus expectativas de cómo va a ser el musical, habiendo podido elegir previamente el sitio en el que se va a sentar y reservando la fecha en el calendario. Pero, claro, en este caso yo no elegía el sitio en el que me iba a sentar, ni era en un gran escenario como tal, porque el gran escenario era una iglesia en pleno barrio de Salamanca de Madrid, y los asientos eran los bancos en los que los feligreses escuchan la misa cualquier día de la semana. Nada más llegar y bajo la lluvia, podía verse una larga cola para entrar al templo. En redes sociales anunciaban nuevas fechas porque se habían agotado todas todas todas las entradas, como publicaban en su Instagram. Normalmente, cuando vamos a misa, salvo en contadas ocasiones, solemos sentarnos a partir del tercer banco sino casi al final, porque nos da cierta seguridad saber que estamos con más gente y, si estamos en el primer banco, no sabemos cuánta gente hay detrás de nosotros. Cosas humanas. Pues resultó que esta vez me tocó sentarme en el primer banco, justo delante del altar.
Con los nervios previos a cualquier actuación y los susurros de las prisas por sentarse, porque quedaban cinco minutos, allí estaba yo. Casi podía tocar el altar en el que se leía: «Yo soy el pan de vida». A mi izquierda, la talla del Divino Cautivo, obra de Mariano Benlliure cuya casa se encuentra en el colegio calasancio de Madrid. En el centro, la talla de la Virgen del Pilar cerca de un pequeño escenario en el que más tarde se sentarían los músicos. Y, por último, a la derecha, Cristo crucificado. Una vez empezado el musical, podía apreciar una puesta en escena que jugaba con luces y música, no hacía falta nada más. Quince estaciones que hacían vibrar al público que lo demostraba con cada aplauso. Adrián Salcedo, Luna Mora, Inma Mira, Laureano Ramírez, Toño Casado y los lectores de la parroquia del Pilar nos hicieron vivir un Viacrucis en primera persona.
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Estaciones que nos hicieron reflexionar a creyentes y a los que no lo son, porque no están anticuadas, sino que podemos hacer nuestras cargando cada uno con nuestras cruces. Me parece una muy buena forma de prepararnos para vivir de verdad esta Semana Santa que pronto estará aquí. Hora y media —si es que llega— que se hizo corta, seguramente por todo lo que es capaz de transmitir la música en conjunto con las lecturas de cada estación. En un mundo en el que ser cristiano no es la moda, es importante recordar qué vivimos y por qué lo vivimos —con Él, por Él y en Él—, en este caso una auténtica experiencia de Pasión. Como dice Toño, «¡Viva Jesús que nos enseñó el valor de los amigos!».
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