Iñaki Otano
Domingo de la Santísima Trinidad (B)
En aquel tiempo los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Reflexión:
Jesús dice a sus discípulos que bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nosotros solemos empezar la oración y algunas acciones con la señal de la cruz y la fórmula trinitaria.
Aunque tengamos la Trinidad tan a flor de labios, siempre ha sido para nosotros un misterio. Y hemos hecho equivaler el misterio a algo enigmático que no tiene nada que ver con nosotros. Pensamos que son “cosas de Dios”.
Pero la palabra “misterio” tiene también un sentido mucho más próximo al hombre. Decimos que “toda persona es un misterio”: cada uno de nosotros tiene una profundidad, una dimensión que no podemos tocar pero intuimos que existe. A menudo nos vemos impotentes para expresar todo el misterio de la persona. Es como si nos dijeran que expresemos la fragancia de una flor o la voz de una persona querida: la sentimos, experimentamos la alegría de su presencia, pero no sabemos describirla. A veces estamos físicamente muy cercanas a una persona y tenemos la sensación de saber muy poco de ella, de lo que sucede en su corazón… ¡La persona es un misterio!
Entonces la revelación de Dios como Trinidad no es un enigma o rompecabezas. Dios quiere acercar su rostro y, al mismo tiempo, ayudarnos a descubrir lo que es la persona humana y a qué está llamada.
El hombre y la mujer son imagen de Dios. Y Dios es uno y trino. Nos habla de unión, de comunidad de vida, sin anular la personalidad.
Que el hombre y la mujer sean imagen de Dios uno y trino, tiene unas consecuencias para la vida de familia y para las relaciones laborales y sociales
Por una parte, hay que trabajar por la unidad. Pero nadie debe pretender dominar sobre el otro de forma que anule a la persona. Unidad sin descuidar la personalidad de cada uno. Como Dios, uno pero tres personas.
La unidad no es la uniformidad. Toda persona tiene derecho a ser escuchada, a ser tenida en cuenta, pero nadie puede pretender que todo gire en torno a él. Hay que pensar en los demás, sacrificarse por el bien común.
Conocemos situaciones en que la persona es tratada como un objeto para usar solo en el propio servicio sin que cuenten sus sentimientos, su necesidad de ser tenida en cuenta.
Conocemos también personas que viven en una gran soledad, que no tienen la posibilidad de alcanzar la unidad porque no tienen ninguna relación.
Los creyentes trabajamos para que la persona humana sea una imagen más clara de Dios, Uno y Trino, cuando trabajamos por evitar toda actitud de opresión sobre las personas y por superar, o al menos aliviar, las situaciones de soledad y abandono. Dios uno y trino no es un tirano ni un solitario, sino alguien que comunica su amor a las otras personas y a la persona humana.