UNA PROFECÍA SINODAL: LA PASTORAL DE JUVENTUD EN ARGENTINA DESDE 1975 – Mg. Cristian Saint Germain

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UNA PROFECÍA SINODAL: LA PASTORAL DE JUVENTUD EN ARGENTINA DESDE 1975

Mg. Cristian Saint Germain
Instituto de formación en Pastoral de Juventud Cardenal Eduardo Francisco Pironio
Comisión Nacional de Pastoral de Juventudes
Conferencia Episcopal Argentina

biblioteca@institutopironio.org.ar

  1. Límites de una mirada

En la reflexión siempre es oportuno explicitar desde qué lugar hablamos ya que permite intuir los sesgos, valorar los aportes y delinear los límites de nuestras palabras.

Soy pastoralista, de formación teológica. Estoy y he estado ligado a la pastoral de juventud en los más variados roles y propuestas. Desde hace varios años hago parte del Instituto Pironio de formación en Pastoral de Juventud, donde tratamos de ir poniendo palabras y cuerpo a la formación de los agentes y a la formación de formadores, generando, a la vez, un espacio para pensar las prácticas en pastoral de juventud. Un/a historiador/a, sociólogo/a, antropólogo/a aportan otras perspectivas tanto o más valiosas para los actores e investigadores. Hay ensayos, tesis y reflexiones que van mirando con profundidad esa historia argentina de los 70, también desde la perspectiva de aquellos jóvenes: mujeres y varones que vivieron su accionar social, político e histórico en contacto con los valores del Evangelio más allá de la claridad con que ellos mismos veían su vínculo más o menos explícito a la pastoral de juventud y a la Iglesia.

Mi mirada se centra y despliega el camino de la pastoral con jóvenes en Argentina, en un discernimiento de sus luces y sombras. Una memoria honesta y sincera que permita también tener en cuenta su carácter histórico. La praxis catequístico pastoral que llevamos adelante desde distintos ministerios, estados de vida y posiciones organizacionales, no es una iluminación personal o comunitaria, sino que es fruto de un caminar que nos precede.

Es un sendero en el que estamos llamados a insertarnos —con una presencia crítica, profética— y que otros continuarán «gracias a» o «a pesar de» lo que hayamos querido o podido realizar en forma individual y colectiva.

A 45 años de esos primeros hitos y búsquedas, podemos seguramente tener una interesante mirada que puede distinguir —entre muchas fragilidades— cómo hay hilos que conducen de la Iglesia argentina y latinoamericana a la universal en una «ida y vuelta» que ha formado y sigue formando una trama peculiar.

  1. La memoria da perspectiva, ubica y sostiene

«La memoria es la columna vertebral de una persona, de un pueblo y también de la Pastoral de Juventud», nos decía el querido Hilario Dick.

Francisco, con el poema de Bernárdez (cf. CV 108) nos ayuda a mirar la vida con realismo, en perspectiva y desde las raíces (CV 200): ese origen individual y comunitario que nos permite sostenernos y estar de pie: caminando, arriesgando, soñando, construyendo lo que hoy quizás puede verse sobre los cimientos que otros han ido preparando, incluso con su propia sangre. Muchos jóvenes dieron anónimamente su vida en la Argentina desgarrada por la violencia. Como Emilio Barletti, postulante palotino asesinado el 5 de julio de 1976, apenas unos días después de haber participado en el colegio marianista en la vigilia de Pentecostés que organizaba la pastoral de juventud arquidiocesana, fruto de la primera peregrinación a Luján en octubre de 1975 y, a la vez, preparación a la segunda.

La memoria sostiene como ese árbol que vive de lo que tiene sepultado. Memoria que no es nostalgia, sino que proyecta hacia un abrazo más pleno del ahora de Dios en la historia que los jóvenes protagonizan en cada momento caminando juntos desde, hacia y con «su» pastoral que les identifica y proyecta.

La memoria ubica. El mirar ese caminar que viene de más lejos en perspectiva de gracia y pecado nos confronta con la fuerza de las debilidades que hoy tenemos y Jesús Resucitado quiere «nuevamente» abrazar para hacer de este río de las juventudes un cauce de liberación y dignidad. Los sueños e ideales grandes lanzan al riesgo y a la intemperie, pero anclados en la humildad (que precisamente viene de humus, tierra, donde se entierran las raíces históricas de nuestra patria y de nuestra Iglesia).

  1. ¿Qué decimos cuando hablamos de pastoral de juventud en Argentina? Un camino argentino que es latinoamericano y universal: «De esperanza de la Iglesia al ahora de Dios»

 

El «nacer» de la pastoral de juventud argentina como dinámica confluente de los distintos caminos que transita la Iglesia con los jóvenes está relacionado en una fecunda ida y vuelta indisociable (algunos dirían quizás «dialéctica») del camino orgánico que va transitando la Iglesia latinoamericana.

La pastoral de juventud va tomando identidad y fuerza propia desde Medellín (1968) en un documento dedicado íntegramente a la juventud y que, de algún modo, toma el desafío lanzado por el Concilio que había escrito su último mensaje a los jóvenes.

En el seno del CELAM va tomando más y más fuerza la animación continental de la pastoral juvenil que comienza con un seminario en 1974 para llegar en 1977 a la creación del Secretariado de Juventud que anima y acompaña el caminar de los y las jóvenes latinoamericanos a través de distintos encuentros de responsables —en 2019 fue el XX en Lima— , congresos latinoamericanos de jóvenes (3 ya realizados), también 3 directorios que recogen el andar y las convicciones que lo sostienen (1988; 1995 y 2013) e instancias de planificación pastoral participativa. Siempre entretejiendo su trama con las instancias de las asambleas episcopales de Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Y, desde 1986, insertándose en las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Esto nos muestra una pastoral plenamente orgánica en una articulación con todas y cada una de las «pastorales», con la Iglesia que camina en su patria, en la Patria Grande y las JMJ que Juan Pablo II (y nuestro cardenal Pironio) comenzó a nuclear en su ministerio petrino desde cada rincón del mundo. Estos jóvenes han liderado siempre el caminar de la Iglesia para ser más fiel a Jesucristo y al pueblo. Y, no es casualidad, hoy nos muestran a toda la Iglesia el camino de una sinodalidad que han recorrido desde hace tiempo. Pareciera que Francisco renueva la forma de trabajo del Sínodo de los Obispos, precisamente en el Sínodo dedicado a la escucha de los jóvenes (2018). Estamos llamados a leer su Documento Final con la carta Christus Vivit en intertextualidad que sepa hacer fecunda sus hitos firmes, balbuceos tímidos y tensiones hacia una más profunda conversión pastoral de toda la Iglesia.

En la década de los 80, que vio nacer las Jornadas Mundiales de la Juventud —casi como fruto del año internacional de la juventud en 1985, lideradas por Juan Pablo II e inspiradas por Pironio—, era muy común el discurso de presentar la importancia de la pastoral de juventud como «esperanza de la Iglesia» proyectada más en una mirada de preparación para el futuro que de acción transformadora del presente. Sería interesante releer esos textos que la fueron animando para rastrear una eventual evolución en la percepción que los mismos pastores van teniendo de las juventudes. Hoy el papa parece promover, también en ese aspecto, una conversión pastoral. ¿Ve Francisco en estos jóvenes, como él mismo dice, ya no el futuro sino el «ahora de Dios», el presente de la humanidad y de la Iglesia? (JMJ Panamá, enero 2019).

Luego de atrevernos a recorrer en la memoria el camino transitado juntos, podemos traer esa auto(re)presentación de la pastoral de juventud ya delineada en el directorio Civilización del amor: tarea y esperanza (1995, 105), que los jóvenes argentinos asumen en su plan del 2007: «Entendemos la pastoral de juventud como la acción organizada de la Iglesia para acompañar a los jóvenes a descubrir, seguir y comprometerse con Jesucristo y su mensaje para que, transformados en hombres nuevos, e integrando su fe y su vida, se conviertan en protagonistas de la construcción de la Civilización del Amor».

  1. Todo comenzó con María (cf. Lc 2)

No cabe duda de que hubo procesos que antecedieron a la primera peregrinación a Luján en forma cercana o remota. Algunos jóvenes ya comenzaban a «mezclar y juntar» grupos y movidas de diversas parroquias de la arquidiócesis de Buenos Aires y del conurbano en los comienzos de los 70. Pero es ese caminar a los pies de María el que muchos consideran prácticamente fundacional o, mejor dicho, fundante en tanto se constituye en crisol de la identidad de la pastoral de juventud argentina.

Marcelo Mitchell, uno de los muchos jóvenes que animaron esos tiempos de construcción y búsqueda, ha volcado su testimonio y memoria en la investigación conducida por la socióloga Graciela Dotro y que enmarcó teológicamente el padre Carlos Galli —siendo también joven actor de esos primeros pasos—. Mitchell llama «memoria pastoral» a ese bello ejercicio que reunió relatos orales y textos dispersos de uso pastoral para recuperar el origen y los primeros pasos del andar de la peregrinación juvenil a Luján y la pastoral de juventud.

Es lectura ineludible porque es testimonio y teología —¡bella y rara combinación! — de la «pastoral de peregrinación de juventud a Luján». Sí, así mismo quiero decirlo. Aunque suene horriblemente redactado creo que solo dicho así puede expresarse como fecunda construcción en mística sinodal. Una pastoral sinodal porque nació «caminando juntos», reuniéndonos en un solo Pueblo de Dios. A pesar de las muchas diferencias, esos jóvenes, en medio de las tensiones, la violencia y las ideologías que los atravesaban pudieron y supieron caminar juntos.

Nuestra pastoral de juventud nació popular y peregrina; esa es la «marca en el orillo» que Francisco propone revisitar cuando describe una “pastoral popular juvenil que tiene otros tiempos, otra metodología (…) más amplia y flexible» (CV 242).

  1. Los rasgos de ese caminar: Acentuaciones y debilitamientos

5.1. Una pastoral sinodal porque comenzó a construir su identidad y conciencia histórica, caminando juntos

Estos primeros pasos tuvieron un profeta que dejó una fuerte impronta de audaz convocatoria a la participación y al protagonismo de los propios jóvenes. El padre Rafael Tello (1917-2002) no solo fue uno de los más originales teólogos del posconcilio y de la COEPAL que produjo un Plan Nacional de Pastoral y el Documento de San Miguel (1969), probablemente el más trascendente de la historia del episcopado argentino. Un documento que, así como sucede con el Vaticano II, aún tiene mucho por desarrollar y brindar a la evangelización en nuestra patria. El padre Tello, sumando, escuchando, dialogando, pensando y discerniendo con otros curas y jóvenes, fue visualizando la identidad profunda de la religiosidad popular mariana como mística, anuncio y camino para los jóvenes argentinos.

Una pastoral que nace sinodal en el diálogo, el discernimiento, en la construcción colectiva. Es comunitaria y hace comunidad. Celebra y anuncia.

«Las iniciativas que va suscitando el padre Tello, entre las que será fundamental la peregrinación juvenil a Luján que arranca un 26 de octubre de 1975, como motor de este espíritu de conjunto, tratan de poner “gestos de unidad y formas de vinculación entre los distintos modos de pastoral juvenil”».

Marcelo Mitchell contempla a ese Movimiento Juvenil Evangelizador —si se quiere el primer nombre orgánico que reúne a los jóvenes de distintos espacios pastorales— que echaba las raíces de la pastoral de juventud argentina como «un río caudaloso que recibe el aporte de distintos afluentes, los que al unirse forman un único caudal, en el cual no se puede distinguir ni tampoco jerarquizar el aporte de cada uno».

5.2. Una pastoral sinodal porque los destinatarios son sujetos pastorales y se sienten llamados a crecer en una organicidad cada vez más concreta y auténtica

Tello contempla en la religiosidad popular (así en sus escritos y en San Miguel) cómo el pueblo evangeliza al pueblo mismo; esa misma experiencia de piedad popular es convicción en la pastoral juvenil que va emergiendo en la Argentina bajo su inspiración. El joven evangeliza al joven.

Así como lo realizó el padre Tello, otros grandes asesores de pastoral juvenil como Riccardo Tonelli sdb e Hilario Dick, por ejemplo, nos han llamado a contemplar a los jóvenes como lugar teológico. Así lo reconocieron también los sinodales del 2018.

En 1979, impulsados por el Documento de Puebla que profundiza las opciones de Medellín en una opción preferencial por los jóvenes con una pastoral «integrada en la pastoral de conjunto diocesana o nacional, con proyecciones a una integración latinoamericana» (DP 1189), la Conferencia Episcopal Argentina encomienda a tres obispos «organizar una comisión para darle vida a una Pastoral de Juventud orgánicamente estructurada».

 

 

Ya se comenzaba a pensar la pastoral de juventud a nivel nacional en una estructura orgánica y de conjunto y que fuera «una pastoral de los jóvenes a los jóvenes. (…) De este modo coincidían agentes pastorales y destinatarios. Los jóvenes debían tener un rol protagónico y los obispos querían escuchar sus voces».

Creo que los momentos de mayor vitalidad y fecunda evangelización liberadora que ha tenido la pastoral de juventud han sido precisamente aquellos en los que más han podido hacer escuchar sus voces y consolidar su protagonismo eclesial. La experiencia de la pastoral juvenil está llamada a formar cristianos adultos con pensamiento crítico desde la propia fe. A la vez, los tiempos en los que se han visto avasallados en su autonomía sinodal han sido retrocesos dolorosos. El miedo a las «locuras de los jóvenes» y una excesiva preocupación porque «estén bien formados antes de tener responsabilidades de conducción en la pastoral y misión» no solo expresan dificultades propias de la pastoral de juventud cuando olvida que ellos son lugar teológico. Quizás es el área pastoral donde mejor se visibiliza la infantilización del laico que genera un clericalismo paternalista que ve al pueblo de Dios como inmaduro, ignorante y al que hay que «conducir para que no tengan —especialmente— errores doctrinales».

Estas dos opciones (protagonismo de los jóvenes y organicidad) van a articular todos los procesos y prácticas pastorales de la pastoral de juventud hasta la actualidad no sin tensiones, idas y venidas, pero siempre en una creciente dinámica de participación que procura reflejar cada vez más la diversidad cultural, geográfica y social de las juventudes en la Asambleas Nacionales y su órgano ejecutivo: la Comisión Nacional de Pastoral de Juventud inserta en la Conferencia Episcopal Argentina dentro de la Comisión Episcopal de Vida, Laicos y Familia.

5.3. Una pastoral sinodal porque busca crear y celebrar la comunión en todos los niveles posibles de diálogo y participación

En toda esta trama histórica de 45 años (1975 a 2020) también de modo ininterrumpido se han entrelazado las distintas experiencias de encuentro en su diversidad y complementaria riqueza.

La pastoral de juventud había estado, desde sus orígenes, marcada por la impronta de momentos y tiempos fuertes de encuentro personal con Jesús en comunidad: las innumerables experiencias de Retiro «de impacto» que reflejaban de un modo renovado los Cursillos de Cristiandad y Seminarios de Vida del Movimiento Carismático. Otros movimientos han surgido con mayor o menor pervivencia en la historia de la pastoral argentina teniendo como elemento más o menos central de la experiencia de Cristo e Iglesia que proponen un retiro o —incluso— un itinerario de retiros. Un nivel local, de intensa comunión entre jóvenes que descubren a ese Jesús amigo y la amistad en Jesús como fundante de una (renovada) vida cristiana. A veces parecían y parecen caer en aquella dificultad que nos advierte Monseñor Pironio: «Abren horizontes pero no acompañan en el camino». En ocasiones ofreciendo estructuras de pertenencia y acompañamiento de fuerte enmarcamiento o… una suerte de intemperie que no le permite al joven discernir tiempos o espacios flexibles, como los que especialmente pide en estos tiempos que se caracterizan por su errancia.

Otras formas de comunión ya iban madurando en los comienzos de la pastoral de juventud orgánica. Acuñaron, por ejemplo, la idea de tiempos y acciones pastorales de tipo «masivo disperso» en los que realizaban acciones similares pero dispersos por todo el país nucleados por parroquias vecinas o vicarías (así organizaron la Navidad 1975 por ejemplo y el Vía Crucis del Viernes Santo 1976).

En estas cuatro décadas de caminar se han consolidado algunos encuentros masivos: anuales como la peregrinación que le dio origen todos los primeros sábados de octubre; ocasionales como la participación como juventud en Congresos Marianos y Eucarísticos y los Encuentros Nacionales de Jóvenes (Córdoba, 1985 y Rosario, 2018), o de Responsables de Pastoral de Juventud (Paraná 90, Chapadmalal 96, Gualeguaychú 2003) y, cada dos años, universales, con la irrupción de las Jornadas Mundiales de la Juventud desde 1987 en Buenos Aires hasta la más reciente de 2019 en Panamá.

La dinámica de discernimiento y organización que los mismos jóvenes llevan adelante con sus asesores laicos, religiosos, sacerdotes y obispos (hoy son tres obispos que acompañan desde la CEA) está jalonada por encuentros de discernimiento con distinto nivel de representación: Por un lado, los equipos diocesanos se reúnen una vez al año en la Asamblea Nacional, que es el espacio de mayor participación y decisión. Por otro lado, la representación de cada diócesis también se da en las regiones pastorales, de allí los coordinadores regionales son delegados a la Comisión Nacional y la coordinación de la misma siempre llevada adelante por una joven y un joven durante un período de 3 años —sin posibilidad de ser reelegidos— acompañados por asesores, religiosos y laicos y los obispos (así se conforma el equipo ejecutivo). Todo eso da muestras de una auténtica pastoral de conjunto que discierne y camina sinodalmente y en comunión, desde hace décadas. Como toda nuestra Iglesia, la pastoral de juventud no es ajena a la necesidad de una conversión permanente y decíamos que también estuvo y está atravesada por la tentación de un adultocentrismo y clericalismo que muchas veces filtra las voces de los jóvenes. Sin embargo, esta pastoral —quizás como ninguna otra— muestra un gran protagonismo laical en todos sus ministerios: animadores, coordinadores y asesores en todos sus niveles: local, diocesano, regional y nacional. Y su dinámica y estructura ha ido creciendo en protagonismo juvenil, con un acompañamiento que siempre intenta ser respetuoso con los procesos realizados, por obispos y laicos adultos delegados por la CEA para su asesoría.

5.4. Una pastoral de «sinodalidad misionera» con una fuerte impronta kerigmática

Mirando los lemas de cada peregrinación anual a Luján que —al menos en los últimos años—se elabora a partir de los cuadernos de intenciones que se recogen en la peregrinación anterior, podemos ver un discernimiento sinodal que lleva a sintetizar un auténtico kerigma.

El kerigma como primer anuncio o «segundo primer anuncio» (término acuñado para referirse a aquellos que han sido catequizados pero que no han hecho la experiencia kerigmática de Cristo) aparece en todos estos años atravesando de diverso modo la pastoral de juventud.

Las misiones juveniles también han marcado de distinto modo esta historia de los jóvenes organizándose en el seguimiento de Jesús. Junto a los retiros han sido más de inserción localdiocesana y han abierto a muchos jóvenes a la militancia sociopolítica. Todo ese llamado que recoge también Francisco en Christus Vivit merece todo un trabajo que nos permita discernir cómo ha (de) construido la identidad de la pastoral juvenil de conjunto.

5.5. Una pastoral sinodal que discierne en comunión: el plan nacional de pastoral juvenil (2007) y su revitalización (2013 en adelante)

Los albores del nuevo milenio enmarcados en el triduo de preparación propuesto por Juan Pablo II y el jubileo del año 2000, estuvieron en América Latina y en Argentina fuertemente influenciados por una metodología de planificación pastoral que hunde sus raíces teológicas en el método de Bernard Lonergan y que se difundió en instituciones educativas, congregaciones y parroquias a través de los equipos de La Salle y Plan Pasar que se formaron en la Universidad Javeriana de Colombia. Mucho más que un método de planificación, un camino de conversión pastoral que hizo y hace mucho bien a las comunidades que toman la decisión política de asumir ese itinerario y las consecuencias de transformación que de él se derivan.

En ese contexto se opta en la Comisión Nacional de Pastoral de Juventud por encarar dicho proceso de planificación pastoral participativa, profundizando aún más las distintas instancias regionales y federales de discernimiento. Como todo camino, no solo el punto de llegada (si es que este fuera el «plan terminado») sino el propio andar transforma a los jóvenes que lo transitan, creciendo en cada etapa y, en un signo notable de madurez pastoral y eclesial, logrando que distintas comisiones (recordemos que sus miembros tienen mandato de 3 años no renovable) continúen el proceso e incluso hoy sea el mapa de ruta que continúa siendo fecundo para la animación de la pastoral de juventud orgánica en Argentina (en su fase de revitalización como han dado en llamarla desde el año 2013).

5.6. Una pastoral sinodal en la formación de sus agentes de pastoral: el Instituto Pironio de formación en pastoral de juventud

Los jóvenes piden no solo instancias de formación sino la conformación de un instituto que pueda hacer reflexión sobre las prácticas pastorales de juventud. Muchos jóvenes se formaban y se forman en pastoral y catequesis en seminarios e institutos, pero los jóvenes que recorren el país caminando junto a las comunidades ven la necesidad de una formación que esté atravesada por esa misma mística de protagonismo del joven y dinámica de comunión y participación.

Así, en 1999 comienza a funcionar el Instituto Cardenal Eduardo Pironio de formación en pastoral de juventud. Profesionales de las ciencias de la educación, la comunicación, la teología y otras áreas que habían transitado de distinto modo la pastoral de juventud van sistematizando propuestas formativas que llevan adelante las líneas pastorales que, en diálogo con la Comisión Nacional se disciernen como prioritarias. Los programas Animar y Acompañar fueron fuertes dinamizadores de la formación de jóvenes a lo largo y ancho del país en las más diversas modalidades presenciales intensivas y, desde el año 2005, es una de las primeras instituciones en contar con un programa virtual. Sin lugar a dudas, «visitar» los cursos, talleres e itinerarios que fue realizando el Instituto es un modo de leer el recorrido pastoral de los últimos 22 años de la pastoral de juventud en nuestra tierra: talleres para equipos diocesanos, asesoría y acompañamiento, misionar, culturas juveniles, compromiso político, discernir, sinodalizar… Un estilo sinodal de discernimiento teológico-pastoral de la realidad.

  1. Desafíos del presente en una Iglesia que quiere ser «toda ella» sinodal
  • No perder su identidad popular y peregrina.
  • Poder concretar en la realidad pastoral la demanda de los jóvenes por una pastoral de Juventud, con todas sus implicancias de diálogo y comunión en la diversidad.
  • Poder recuperar toda esa experiencia orgánica participando en los sínodos y asambleas parroquiales, diocesanas, sectoriales.
  • La necesidad de un Sínodo Nacional de Jóvenes.
  • Impulsar la rica experiencia del laicado y de la mujer en las instancias de animación, conducción y discernimiento de la evangelización.
  • Discernir la experiencia de la participación de los jóvenes en las instancias de escucha (virtuales) y de toma de decisiones (presencial en el Santuario de Guadalupe) de la Asamblea eclesial de América Latina (con su reunión final en noviembre 2021).
  • No solo asegurar la proporción de laicos y laicas, sino también sus edades a la hora del lugar en los distintos momentos del Sínodo sobre sinodalidad en curso (2021-2023)

«Hay que seguir andando», decía nuestro querido beato Enrique Angellelli, juntos en diversidad y comunión sinodal.

 

 

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