El pasado mes de julio, diferentes jóvenes y escolapios de distintos lugares del mundo, fuimos rumbo a Oaxaca, México, para poder conocernos, compartir y crear el camino que queremos seguir para mantener nuestra misión, seguir los pasos de Calasanz.
Durante la estancia en Oaxaca, se pusieron las ideas sobre la mesa, llenando un debate con preguntas como ¿Cómo queremos que sea la Escuela Pía? o ¿Cuál es el papel de los escolapios? ¿Y el de los jóvenes?. De esa manera, tanto Escolapios como jóvenes representantes pudimos crear un documento donde dejamos constancia del camino elegido para llegar a una Escuela Pía mejor y más unida. Lo que yo no imaginaba, es que durante esos días, un pedazo de mí se iba quedando en tierras mexicanas.
Fue una experiencia renovadora, de compartir y vivir la fe. Unos días de comunidad y una oportunidad única de conocer a gente de todo el mundo. Horas y horas de conversaciones eternas. Nuevas y verdaderas amistades. Reencuentros. Descubrir Oaxaca y redescubrirme a mi misma. Ver y conocer México, así como su cultura y tradiciones. Durante esos días, nos dejamos llevar por la ilusión de compartir una misma misión y una misma creencia. En el encuentro, jóvenes y escolapios fuimos y creamos luz.
Volví llena de Oaxaca, contando los días que harían falta para procesar todo lo vivido durante ese tiempo. De camino a casa, la lagrimita se apoderaba de mi mejilla, pero aun así una gran sonrisa de satisfacción la acompañaba. En ese momento me di cuenta de lo que habíamos logrado; ser una gran comunidad, una gran familia siguiendo una misma misión y teniendo siempre mucha fe. Esos días, no fuimos diferentes partes del mundo intentando innovar y caminar hacia un mismo lugar. Esos días, para mí, nos convertimos en el mundo entero, que como pocas veces ocurre, decidió caminar en una misma dirección.
Por este motivo, y muchas más, habló de COMUNIDAD cuando me preguntan por mi experiencia en el encuentro de Oaxaca. Para mí, el tiempo que estuvimos allí creamos una gran comunidad donde unimos la fe, las ideas, el compromiso y la fuerza. Nos dimos las manos para caminar juntos hacia un futuro.
Puedo afirmar que Oaxaca fue una experiencia verdaderamente especial y única. Me sentí más que nunca, parte de las Escuelas Pías. Además de poder aprender todos los días.
Oaxaca me renovó y me hizo volver a casa con más ganas y fuerzas para transmitir y trabajar en aquello que en su día inició calasanz , las Escuelas Pías.
Roser Tarrida