UNA GRAMÁTICA DEL SER PARA LA CULTURA JUVENIL – Alicia Ruiz López de Soria, odn

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«Para que caminásemos con más confianza en esa fe hacia la verdad, la misma Verdad, Dios, el Hijo de Dios, tomando al hombre sin anular a Dios, fundó y estableció esa misma fe, a fin de que hubiese camino para el hombre hacia Dios mediante el hombre Dios. Pues este es el Mediador de Dios y de los hombres, el hombre Cristo Jesús: Mediador por ser hombre y por esto también Camino»

Agustín de Hipona

 

«El criterio de realidad, de una Palabra ya encarnada y siempre buscando encarnarse, es esencial a la evangelización»

Papa Francisco, Evangelii Gaudium

           

Este artículo busca propiciar en el lector/a una acogida amable desde la fe del hecho de que las palabras con las que Dios cuenta la historia de la salvación son nombres de personas. Tras meditar las citas, comenzamos para ello con una invitación a ir más allá de la aplicación de los sentidos para encontrarnos con Dios: «La religión verdadera siempre ha sabido que no hay inmediatez a Dios. Los ídolos están a la mano y se accede a ellos inmediatamente, mientras que en cambio Dios es invisible, inaccesible, intocable. Solo se le ve donde él se da a ver, se aparece o llama; e incluso cuando aparece encarnado hay que trascender lo visto para reconocerle. Para ver a Dios hay que cerrar los ojos o recibir de él unos ojos nuevos».

Esos ojos nuevos nos permiten encontrar en Jesucristo «la» Palabra encarnada y afirmar que solo Él tiene por sí mismo el poder de edificar y salvar. Solo Él es auténtico mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Tim 2,1-8). Solo Él es el evangelizador por excelencia, el que proclama y trae el Reino de Dios. La gente al escucharle expresaba: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen» (cf. Lc 4,31-37).

Y siendo esto así, tenemos la osadía de presentar a sus seguidores, mensajeros de su Buena Noticia, como mediaciones gramaticales a través de las cuales se anuncia la salvación de Dios, porque estamos convencidos de que sigue dándose aquello de que «la biografía real de los cristianos coherentes constituye un quinto evangelio» y que, conforme al deseo de Jesús, existen evangelizadores que anuncian la Buena Noticia no solo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios.

Existen evangelizadores que anuncian la Buena Noticia con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios

Gramática de la verdad. Dos de los rasgos que sin duda caracterizan la cultura actual son la laicidad, o sea, la consistencia propia de todo lo profano, sin la necesidad de una legitimación religiosa, y el respeto y aprecio al pluralismo. Ambos rasgos plantean un reto al evangelizador: ir dibujando con su lenguaje un itinerario hacia la única verdad, Jesucristo.

Dos consideraciones ante dicho reto: es necesario suscitar en el joven el deseo de verdad que anida en su interioridad y evitar que este se trueque con el materialismo (cf. Mt 6,19-20). Por ello, es preciso que el evangelizador suscite interrogantes a la vez que viva parca y solidariamente en medio de una sociedad consumista. En su momento, Pablo VI hizo ya un diagnóstico crítico de la sociedad al indicar que le faltaba fraternidad y pensamiento y, Benedicto XVI, recogiendo la apreciación de Pablo VI, propugnaba dos grandes valores, caridad y verdad, remitidos a Dios. Y es que, para suscitar deseos de verdad en el joven es necesario tanto la fraternidad como el pensamiento crítico. Se accede más gratamente a la verdad a través de un diálogo amable con el otro y sometiendo a deliberación la cultura en la que estamos insertos.

Gramática de la confianza. En determinados contextos y entre determinados perfiles de adultos es frecuente oír descalificaciones hacia los jóvenes con subrayados en la superficialidad, la búsqueda del placer o el afán de tener. Sin embargo, el agente de pastoral juvenil no puede amurallarse ahí, requiere una mirada realista y, a la vez, confiada y esperanzada de aquellos a los que acompaña. Los jóvenes precisan ser mirados confiadamente, de tal manera que nos acerquemos a ellos desde visiones que vayan más allá de meras actuaciones puntuales susceptibles de corrección y de visiones psicológicas o sociológicas en las que priman sus carencias y fragilidades. Nuestro decir sobre «el joven» es fruto de un oír y de un ver traspasado por una Persona que miró con cariño a los jóvenes (Mc 10,17-31).

Fe en el joven es la condición de posibilidad de establecer una relación de empatía con él para tenderle la mano. Creer en el joven es transmitirle su valía cuando pocos lo hacen, advertir sus posibilidades de crecimiento pese a la evidencia de las dinámicas de muerte que le arrastran o los vacíos de su personalidad. Creer en el joven supone considerar y favorecer sus iniciativas en la tarea apostólica, por ejemplo, al opinar sobre temas de actualidad, campañas de solidaridad, actividades con niños pequeños a los que queremos educar en la trascendencia, dinámicas con adolescentes para interiorizar valores…

Es necesario suscitar en el joven el deseo de verdad que anida en su interioridad

Fe en el joven es la condición de posibilidad de establecer una relación de empatía con él para tenderle la mano

 

Gramática de la debilidad fortalecida y la alegría. Un joven de Bachillerato defiende en clase de religión su opción increyente a partir de la existencia del sufrimiento de los inocentes; un parroquiano adulto silencia su voz diariamente cuando la asamblea proclama «creo en Dios Todopoderoso»; algunos incrédulos cuestionan: «¿para qué sirve la fe?, ¿acaso el que tiene fe no va a caer en el paro, en la enfermedad, en la ruptura matrimonial, en la depresión…?». Estos y otros muchos hechos conducen a una pregunta: ¿realmente Dios es «Todopoderoso» y está aliado con el bien?, ¿cómo cabe hacer compatibles, de un lado, la fe en Dios, que ha creado el mundo con poder y amor infinitos y lo gobierna benévolamente con su providencia, y, por otro, la experiencia del mal, de lo oscuro, de la pena?

El evangelizador ha experimentado que el poder de la debilidad no es solo la forma como Dios actúa en su vida y en la historia de los hombres, sino la expresión de la riqueza y plenitud de su ser, siendo a la vez, llamada y vocación para su realización plena. Cuando se acerca a un joven, del que se dice es frágil, vulnerable, débil, inconsistente… el evangelizador no oculta que también él es débil al igual que lo fue Aquél a quien sigue, pero testimonia que su fortaleza y alegría residen en el encuentro con Él. Se trata de dar testimonio de que «en la debilidad humana llega a su máximo rendimiento el poder divino» (2 Cor 12,9), de comunicar que no se trata de ser de hierro, de poder con todo… sino de abrirse a Dios en la debilidad. «Cuanto más humanicemos la vida más cerca estaremos de Dios» (François Varillon). El Evangelio no es solo para él un mensaje, sino la fuerza activa de Dios que se despliega por obra del Espíritu y que requiere el compromiso personal del anuncio con la propia vida en medio de las tribulaciones y del gozo.

Se comprende que el fin último de casi todas las iniciativas humanas sea sentirse alegre y que en el mercado circulen infinidad de ofertas que prometan cumplir dicho anhelo. La verdadera alegría, en contraste con los engañosos planteamientos hedonistas y con el estéril individualismo que hoy prevalecen, asume la debilidad y el sufrimiento, reclama una activa colaboración por parte del ser humano y revierte en servicio a los demás.

Se trata de dar testimonio de que «en la debilidad humana llega a su máximo rendimiento el poder divino»

El Evangelio es la fuerza activa de Dios que se despliega por obra del Espíritu

Gramática de una libertad conquistada por un interés último. Los jóvenes temen a la religión cuando gira en torno al principio «no puedes», sin embargo, se quedan atónitos al contemplar la libertad de los discípulos de Jesús. Y es que, el evangelizador está llamado a hacer carne propia la enorme libertad de Jesús, que entregó su vida libremente, mostrando ser dueño de su propia existencia.

Recordamos la palabra griega, eksousia, que significa tanto `libertad´ como `autoridad´; se aplica a Jesús cuándo la gente preguntaba: ¿de dónde le viene a este su autoridad? La autoridad de Jesús brota de una libertad que viene de la obediencia a Dios, de saberse el enviado, de hacer presente el Reino de Dios. El evangelizador se ejercita en una libertad obediente en el ejercicio de su misión apostólica.

El corazón del joven anhela encontrar un `interés último´ y percibir que otros lo tienen atrae su atención. El agente de evangelización, con una actitud vital de discernimiento, se realiza como libertad. Eso sí, una libertad siempre limitada, finita, «a través» del otro, condicionada y en situación. El trasfondo y la clave interpretativa de su vida está en la llamada de una trascendencia amorosa y el impulso hacia una eternidad no siempre justificable desde la pura racionalidad.

A TU DISPOSICIÓN  

Señor, como Tú lo quieras, así ocurrirá.

Y como Tú lo quieras, así también lo desearé yo.

Ayúdame a entender de verdad tu voluntad.

Señor, lo que Tú quieras,

eso es lo que escogeré.

Y lo que Tú quieras, esa es mi ganancia.

Me basta y me es suficiente

saber que soy todo tuyo.

Señor, porque Tú lo quieres,

por eso mismo eso es bueno.

Y porque Tú lo quieres,

por eso tengo ánimos.

Mi corazón descansa en tus manos.

Señor, cuando Tú lo quieras,

ese será el momento adecuado.

Y cuando Tú lo quieres,

yo estoy dispuesto.

Hoy y en toda la eternidad.

                                                           Rupert Mayer, sj

 

La autoridad de Jesús brota de una libertad que viene de la obediencia a Dios

El agente de evangelización se realiza como libertad

Gramática de la gratuidad. Los testigos de Dios no actúan como asalariados, ni se mueven en el ámbito de la exigencia moral o ideológica, no invitan a sus fiestas a aquellos que pueden devolverle… Son aquellos que han experimentado la gratuidad de Dios y se ha convertido en cauce de su gratuidad. Unirse a la gratuidad de Dios, quién es y se da al unísono, es lo que nutre una vida humana gratuita y, por consiguiente, lo que disuelve los lazos establecidos por el interés o la reciprocidad erróneamente interpretada, lo que acaba con el intento de organizar la vida en clave comercial, de trueque y de coste, devorando dinamismos que tienen poder para salvarnos.

¡Cuánto bien hace una persona que en sus acciones es gratuita! No estamos acostumbrados a ello. «En nuestra sociedad predomina un tipo de personalidad que Erich Fromm ha calificado de “orientación mercantil”. Se trata de personas que se experimentan a sí mismas como una mercancía cuyo valor depende en cada momento de la mayor o menor cotización que su estilo de vida tenga en el mercado. Salta a la vista el grado de inseguridad personal que genera una concepción semejante. Si la autoestima no depende de lo que uno haya llegado a ser, sino del aprecio de los demás, estará siempre amenazada y necesitará ser continuamente afirmada desde el exterior».

Gramática de la esperanza. Estamos presenciando el nacimiento de una nueva cultura y ello «nos obliga a tomar en serio la novedad que se perfila en el horizonte. No sabemos aún con certeza de qué se trata. Por el momento pueden verificarse solo algunos indicios que encaminan a ver una nueva época». Ahora bien, «aquellos cuya esperanza es fuerte, ven y fomentan todos los signos de la nueva vida y están preparados en todo momento para ayudar al advenimiento de lo que se halla en condiciones de nacer» (E. Fromm).

La esperanza forma parte esencial de nuestra existencia. Constituye la entraña misma del ser humano. «Ser es esperar y para existir hay que ejercitar la esperanza» (O. González de Cardedal). «A lo largo de la existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida… Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá…». Se requiere anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro necesitado de respuestas que den esperanzas contra toda esperanza, que den una y otra vez nuevo vigor en el camino.

El sufrimiento humano puede ahogar la esperanza; se ha convertido en la gran dificultad para aceptar la existencia de Dios. Afirmar que Dios no puede sentir ni conmoverse representa una auténtica provocación e incluso una crueldad para el joven actual. Hemos de configurar una gramática de la esperanza que integre la compasión.

¿Qué hacer cuando la realidad concreta parece desmentir las esperanzas en Dios y no quedan rincones donde el mal no se enseñoree? Los evangelizadores proclaman una esperanza que va más allá. La esperanza en la manifestación gloriosa del Salvador Jesucristo, la esperanza de resucitar con Cristo, la esperanza de una liberación definitiva, la esperanza en la vida eterna, la esperanza de ser para siempre con Cristo. El evangelizador peregrina en este mundo con una esperanza enraizada en Cristo, que le orienta hacia el futuro, purificada en las dificultades de la vida, paciente y en comunidad. Su gramática es «alegres en la esperanza».

Finalizamos con una invitación: «Todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da sentido a nuestra vida».

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