Tomar café con Óscar Romano es toda una experiencia. Es un hombre tranquilo, que escucha a la vez que medita. Siempre hay una pregunta profunda en lo que te cuenta. Con él siempre parece que fue ayer la última vez que le vi.
Este sacerdote claretiano, al que le gusta ser sacerdote de pueblo pero que bien puede estar de director en un colegio de ciudad como de responsable en CONFER, se ha lanzado a los medios con algo tan sencillo y a la vez tan complejo como leer la palabra de Dios todos los días con una frase y una imagen. Y lo hace además en Twitter, el símbolo de la inmediatez de nuestro tiempo.
Le pregunto, ¿qué es #Tuitvangelio?
No caí en la red del pajarito a primera hora. Tardé tiempo en incorporarme. Lo que me sedujo fue la concisión. Para que un pensamiento quepa en 140 caracteres hay que pulir y estrujar hasta dar forma. Quitar lo accesorio e ir a lo esencial. Y una sola cosa. Una solo idea. Un mundo.
Por otra parte, me gusta acercarme a la Palabra de cada día. Y quedarme con una idea que me vaya acompañando a lo largo de las horas. Como mantra, como jaculatoria, como recuerdo. Y, si es posible, con mis propias palabras. A veces para la meditación, a veces para la predicación.
De la suma de las dos cosas antedichas, un día por casualidad surgió #Tuitvangelio. La forma breve de llevar conmigo la Palabra Nuestra de Cada Día. Y pensé: «si a mí me sirve, a otros puede ayudar». Y lo comparto. Así de sencillo, con pocas pretensiones. En ocasiones me ayudo de una imagen, que vale más que mil palabras, lo que equivale a muchísimos caracteres. Otras es la sola palabra.
Cuando compartes algo deja de ser tuyo. Pasa a formar parte del común. Sabes por dónde empieza, pero no dónde acabará. También eso tiene su atractivo. Y otras personas lo pueden compartir y extender. Y crece, y se desarrolla. Como la vida misma.
Es verdad que en la red uno puede encontrar de todo. Cómo salvar vidas, o cómo fabricar bombas. Cada quien sabe qué caminos recorre, a quién busca y a quién sigue.
Y en este espacio la Palabra tiene su espacio. Entre tanta palabra cabe el silencio y el reposo. La palabra (y la Palabra) sin la escucha y el sosiego queda reducida a ruido.
No soy tan osado para afirmar que Jesús de Nazaret se hubiera enganchado a esta Red. En su época las redes eran otra cosa. Y tenían otros usos, y otras personas eran quienes las usaban. Pero sí me gusta pensar que la Encarnación supone asumir nuestra vida, nuestra cultura y nuestro paso. Lanzar cada mañana ese fogonazo es la forma que tengo de manifestar que la Palabra que tomó carne tiene en nuestro hoy una palabra que decirnos.
Óscar Romano
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RPJ nº 528 – Twitvangelio de Oscar Romano- Silvia Martínez Cano
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