No es enigma, ni ilusión, ni filosofía, ni un código que descifrar. Es realidad constante que se hace misterio, cabida en tres y a la vez en uno.
Una comunidad cuando se vive de la amistad, las alegrías, las luchas compartidas y la ilusión, se convierten en imagen de un proyecto común que alcanza a muchos el Reino.
Reino que se hace en la realidad del día a día. En canto, justicia, abrazo perenne, acogida, consuelo, aprendizaje y transformación social.
Además dignidad, paz y encuentro, son tres realidades que confluyen y se besan cuando somos vida, esperanza, silencio solo al sabernos comunidad amante y amada.
Tres que se hacen uno y unidad que se diversifican cuando nuestras relaciones se viven desde el Evangelio.
Shuuuuttt…
Existe un silencio que solo quien ha sido tocado por Dios puede experimentar, que nos lanza a la profundidad de la realidad más honda y capaz de conectarnos con Él. Una realidad inefable que en primer momento incomoda, aturde, nos hace creer que es mejor desviar el camino hacia el ruido, la huida y la mentira.
Nos descubre ante Él, es un acto contrario a todo lo que nos desdice, abre el corazón y la mente a un amor sorprendente que nos envuelve en la oscuridad más hermosa.
La noche, el mar y sus olas, la incertidumbre y la presencia de un Dios que se manifiesta en un silencio solemne que se empeña en mostrarse en cada momento. Un Dios que solo sabe ser amor y tocar la profundidad de nuestro hoy.
Para dejarte tocar por Él: calla, observa, déjate envolver. Así brotará una oración que lo cambiará todo lo que necesita ser amado en ti en un poco a poco que hará de tu vida la mejor oración.