‘Tránsito de la modernidad a la postmodernidad’ de Ángel Gutiérrez – Mª Jesús Carravilla

Tomado de Religión Digital

En su empeño por descubrir los entresijos del pensamiento actual, el autor va haciendo calas sucesivas en los diferentes episodios socioculturales de los siglos XIX y XX, referenciados siempre a las figuras más sobresalientes del pensamiento

El libro que tenemos entre manos ‘Tránsito de la modernidad a la postmodernidad’, supone una gran aportación en el ámbito del pensamiento, pero también en el espacio sociocultural que nos ha tocado vivir. Hacía falta recorrer esa etapa de la historia de la cultura que se sitúa entre las dos grandes épocas del pensamiento más cercano a nosotros, es la base fundamental para entender la deriva del pensamiento actual.

Ángel Gutiérrez Sanz, en las reflexiones que nos ofrece en torno a este tema tan crucial, da muestras de su cualificación docente; sin duda, ser profesor de filosofía imprime carácter. Decía Ortega que la sencillez es la elegancia del pensador. Y si leemos a Ratzinger nos daremos cuenta de que a mayor profundidad de pensamiento mayor capacidad de síntesis; propiedad específica del sabio, del pensador.

 
 
 

Pues bien, sencillez y profundidad aunadas es lo que podemos descubrir en las páginas de este libro. Cualidades tanto más apreciadas cuanto el tema es tan complejo y a veces turbio, como ocurre en esa convulsiva etapa de pensamiento que Ángel ha denominado ‘Transito entre la modernidad y posmodernidad’.

En su empeño por descubrir los entresijos del pensamiento actual, el autor va haciendo calas sucesivas en los diferentes episodios socioculturales de los siglos XIX y XX, referenciados siempre a las figuras más sobresalientes del pensamiento.

Se dice que el pensador es el preámbulo o quizá el epílogo de las diferentes etapas de la historia del pensamiento; es el observador, el interpretador cualificado de esos episodios y, al mismo tiempo, el elaborador de las ideas clave que los vertebra. Ángel Gutiérrez, seguro de estas premisas, ha indagado las fuentes de esos hitos socioculturales, ha rastreado las peculiaridades de los autores más relevantes. Eso sí, ha sentado las bases de su reflexión en claves de interpretación que constituyen las columnas de la cultura occidental desde los griegos a nuestros días: la razón griega, el derecho romano, el cristianismo. Efectivamente, estas tres vetas culturales son la médula de la cultura y civilización occidental y “el sustrato permanente del devenir humano”.

Es importante ese anclaje del pensamiento. Sin esas bases filosóficas, antropológicas y socioculturales, es difícil, si no imposible, una interpretación adecuada del devenir histórico cultural. Sobre la nada no se puede pensar; y alardear de nihilismo es una postura paradójica que sólo puede entenderse como un momento de revisión, un revulsivo para encontrar de nuevo el camino.

Ángel Gutiérrez presenta esas bases de pensamiento en el primer capítulo. Es lo que le va a permitir, posteriormente, meter el bisturí hasta el fondo para descubrir las causas de un declive en el pensamiento del que, para colmo, se ha hecho gala y promoción, y cuyo exponente más visible es ese relativismo que perfila “democracia relativista” y que señala como nota característica de la sociedad occidental actual. ..

Ángel Gutiérrez va haciendo una radiografía de estos hitos del pensamiento moderno y posmoderno. Después de esas pinceladas por las bases de la cultura occidental, referente fundamental de su estudio crítico, se centra primeramente en ese viraje cartesiano al subjetivismo como comienzo del pensamiento moderno. Acusa las consecuencias desastrosas de principios del siglo XX, derivadas de esa implantación de las ideologías, dejando a Europa como “una tierra asolada”.

Un cambio de actitud se perfila, es el paso de la modernidad a la posmodernidad, cuyo gozne inicial podemos encontrar en Nietzsche. Señala las notas características de la posmodernidad que va perfilándose desde mediados de siglo y que se cifra, fundamentalmente, en la caída de la razón moderna, a la que acompaña el emerger de nuevas ideologías. Surge una nueva consideración de la vida, la historia, la sociedad, la política, que declinan no solo de las vertientes clásicas del pensamiento, sino también de las modernas, y enarbolan, al mismo tiempo, nuevos referentes de acción.

La cuestión social va a devenir paulatinamente en cuestión antropológica. Este es el basamento de las nuevas corrientes ideológicas. Así el posmodernismo, más que un pensamiento, es una postura ante la vida que, partiendo de la propia subjetividad como referente fundamental, reivindica una nueva sociedad basada en la crítica a todos los “tópicos” anteriores, con la actitud relativista como engranaje común a todas las vertientes de crítica que enarbola, y con las miras puestas en la exaltación del yo emotivo, imperando el deseo sobre todo otro resorte personal. Estas son las claves de los nuevos “movimientos juveniles”, como motor de los cambios, ya no sociales, sino de mentalidad, que es lo que pretenden.

Sucesivamente va haciendo análisis de los autores más relevantes del mundo postmoderno –Lyotard, Vattimo, Derrida, Baudillard, Lipovetski, Bauman- y desgranando desde ellos los diferentes hitos del pensamiento que ocupa las postrimerías del siglo XX y principios del XXI. Señala, en primer lugar, el declive de la razón, al que seguirán “la democracia relativista”, a la que acompañarán, la apología de la ciencia o la técnica o el lenguaje, con el cuestionamiento de la historia y el desfundamiento de la ética, hasta concluir en una religiosidad sin Dios, o una religión del ego, como señalábamos más arriba…

Pero estas notas del pensamiento moderno y posmoderno, de signo tan negativo y tono tan pesimista, no son la última palabra, queda la otra cara de la moneda; la de un pensamiento fundado que tiene sus raíces en esas tres vetas culturales que hemos señalado al principio: la razón griega, el Derecho romano, el cristianismo, a las que Ángel Gutiérrez acude continuamente como referente de crítica e interpretación.

En la actualidad brotan nuevos retoños de pensamiento realista, ese “nuevo realismo”, del que Ángel se hace eco, y que resurge como respuesta actual tras la confrontación con las derivas del pensamiento postmoderno.

Este nuevo realismo sólo puede sustentarse en una recomposición del hombre. La cuestión antropológica, efectivamente, es la central. Una visión del hombre donde razón y voluntad van estrechamente unidas a la vertiente afectiva. En palabras de Ratzinger, verdad, libertad y amor integradas. Esa es la base de una apertura realista a la trascendencia, a la acogida del cristianismo por el hombre de hoy; quizá mejor predispuesto a esa apertura, tras tan largo encerramiento en los laberintos del ego. El hombre actual siente el hartazgo de tanta egolatría y está deseoso de abandonar el camino errado.

Agradecemos a Ángel tan hondas reflexiones que nos impulsan a buscar esos nuevos caminos, por la ancha avenida del realismo y la alta aspiración a la trascendencia, al encuentro con Dios, que no tiene otra dirección que el encuentro con los demás hombres en esa necesaria salida del egocentrismo posmoderno.

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