TRANSFORMACIÓN RPJ 557 Descarga aquí el artículo en PDF
Comunidad Monasterio de la Santísima Trinidad Suesa
Llegamos al sexto tip de esta Escuela de Oración. Vamos a hacer un pequeño compendio de los anteriores.
Todo camino de oración, todo proceso en la vida se va desarrollando en unas fases que intentamos tengan un orden para que conlleven un ritmo, una armonía, pero que para nada es un orden jerárquico, eso no entra en el Reino de Dios.
Estas fases descritas llevan una lógica para ir adentrándonos en lo más profundo de nosotras mismas, donde podemos encontrarnos con Jesús.
Empezamos el primer tip con el tema de la motivación, continuamos con el ritmo, el lugar, el silencio, la Palabra y el último tip, el que estáis leyendo, es la resurrección o transformación. Quien lleva un camino de oración, quien se atreve a ir no más lejos pero sí más profundo, va transformándose poco a poco. Se empieza a ver, a escuchar, a saborear y pensar, a sentir de otra manera. Es un itinerario lento, ya lo sabéis si os habéis animado a empezar con nosotras durante estos meses, y conlleva adelantos y retrocesos, no es un proceso lineal.
El encuentro con Dios, como los encuentros con las personas, no se lleva a cabo por los puños, sino con una determinada determinación, como decía santa Teresa, de permanecer y también de abrirnos a la novedad que depara esa misteriosa actividad de poner dos corazones juntos. No se pueden dar las cosas por sabidas, hay que desplazar la mente para abrirnos a la experiencia del encuentro, dejarnos descolocar de lo aprendido, de lo sabido, de lo de siempre. Es preciso:
- Voluntad para permanecer, para estar un tiempo diario con Él, en un lugar tranquilo, donde vivir el encuentro sin prisas, sin tener que atender a agentes exteriores —sin que suene el móvil—.
- Receptividad para dejar que el silencio nos habite, para leer y escuchar la Palabra, poner la nuestra, dar tiempo a que «suceda» algo, para dejarnos transformar.
Se trata de pasar del entender, que solo es con la mente, al comprender, que es entender con todo lo que somos, mente, corazón, espíritu.
Nuestros gustos, nuestras conversaciones, nuestra manera de vivir se transforman. Hablamos de transformación, que es un proceso interior, no de cambio que viene del exterior. La diferencia es sutil pero muy importante en este camino de interioridad. Queremos que la vida se nos transforme, aunque para ello tengamos que realizar algunos cambios (buscar tiempo para la oración, dejar algunas cosas para poder compartir la fe con otros/as, ser fieles a la búsqueda de un tiempo diario de silencio…).
Os animamos a hacer un ejercicio práctico, muy sencillo pero que puede tener un gran significado, una especie de TFG después de todos estos meses de «curso teórico».
Practicad a través del desarrollo de una planta. Os invitamos a que plantéis una semilla de lo que queráis y vayáis siguiendo, conscientemente, estos pasos que os proponemos:
- Motivación. Hay una planta o un arbusto que te encanta y quieres ponerlo en tu jardín, en una maceta en la terraza, en la ventana de la cocina (puede ser una plata que dé flores, una planta aromática que te sirva para cocinar, como el perejil, la albahaca, el cilantro…). Cuando lo miras te transmite un no sé qué, una belleza, una sensación de bienestar especial, un deseo de poder compartir con otros/as su fruto, de poder embellecer tu casa…
- El ritmo de la naturaleza: Hay un tiempo para cada cosa, ya lo dice el libro del Eclesiastés en el capítulo 3, «Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar lo plantado». Tienes que ser consciente de cuál es el mejor momento para sembrar. Si hace mucho frío o mucho calor, si vas a poder dedicarle tu tiempo para regarla, trasplantarla si fuera necesario… ¿Quieres dedicarle tu tiempo?
La oración, el encuentro con Jesús también requiere de ritmo, de periodicidad, de momentos concretos de estar con Él.
- Los árboles, las plantas, requieren de lugares donde enraizarse, tierra abonada, con nutrientes, humedad concreta, temperatura correcta… En el camino de la interioridad sucede lo mismo, necesitamos lugares donde estar tranquilas/os, apartadas/os, un lugar de intimidad para leer y escuchar la Palabra, para quedarnos en silencio sin que nadie nos moleste. Hay más lugares de los que crees para poder estar tranquila/o; si lo deseas de verdad, los encontrarás.
- El silencio es esencial para acallar los ruidos que llevamos dentro. Las semillas, para crecer, necesitan oscuridad y profundidad, y humedad, como el útero de una mujer que alberga la semilla humana. Para el auténtico encuentro necesitamos silencio, así no repetiremos las mismas palabras, y entraremos cada vez más adentro, donde el encuentro lleva novedad y amistad profunda.
- La Si nunca has sembrado una semilla o cuidado una planta, seguro que antes de hacerlo, preguntarás a alguien, buscarás en internet o mirarás alguna guía de cultivos. Eso es la Biblia, la Palabra de Dios, una guía para «cultivarnos», para saber cómo hemos de crecer, cómo podemos dar fruto, o ser una planta fuerte, la planta que Dios quiere que seamos. La Palabra es guía diaria, hay que aprender a escucharla con el corazón, saborearla, dejar que nos interpele y sea nuestra compañera de camino.
- La resurrección, la transformación. La planta, tras todo el recorrido, da su fruto. Es tal la variedad de seres vegetales que existen que no podemos cometer la osadía de juzgar cuál es mejor, más válido. Ya hemos dicho que en el Reino de Dios no entran las jerarquías ni las comparaciones. Cada planta tiene su misión, cada cual ofrece lo que es: fruta, madera, perfume, color, oxígeno, belleza, armonía… Esa es la transformación a la que nos lleva una vida de interioridad, a entregarnos, a darnos, en lo que somos, tal como somos, sin pretender nada más que ser cada vez más parecidos/as a lo que Dios quiere que seamos, sus hijas e hijos.
Nota final del curso de Iniciación a la Interioridad: «No te canses», te dice Jesús, «yo estoy contigo todos los días de tu vida, permanece en mi amor».
Y si no puedes solo/a, si te cuesta, busca a alguien que te acompañe en este camino hacia el interior, alguien que haya vivido lo mismo. Nuestra casa está abierta y, como la nuestra, otras muchas.