Trabajar contra el desamparo – Iñaki Otano

Iñaki Otano

En aquel tiempo los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. (Mc 6,30-34).

Reflexión:

Aquellos pastores del tiempo de Jesús, las autoridades religiosas, se caracterizaban por la falta de atención a las personas. Imponían cargas pesadas y se desentendían de si eran llevaderas o no. Habían caído a la vez en el autoritarismo y en el descuido. La gente andaba como ovejas sin pastor.

          Hoy, en el mundo de la educación, no es fácil conseguir un equilibrio alejado tanto del autoritarismo despótico como de la permisividad a golpe de caprichos. Para el joven, es importante saber que siempre seguimos ahí, a su lado pase lo que pase, dispuestos a acoger. Que no se sienta desamparado.

          Jesús mismo ejerce la responsabilidad de guiar con dedicación pero sin ansiedad. Así cada vez que los apóstoles están cansados, se reúne con ellos, escucha a todos y les invita a descansar. El modo como Jesús ejerce la autoridad no es despótica sino cercana.

          La educación familiar, aunque tenga que nadar contra corriente por el fuerte influjo de los elementos externos, tiene todavía la capacidad de pastorear. El 50% de los jóvenes afirma que la familia es el lugar donde se dicen las cosas importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo.       En nuestra sociedad vemos que hay muchos  que viven angustiados y como ovejas sin pastor. En España, desde que se inició más sensiblemente la crisis en el año 2008, alrededor de 400.000 familias se han visto desalojadas de sus casas por los desahucios. Varios cientos de miles de hogares no tienen ningún ingreso económico y más todavía se encuentran con todos sus miembros activos en paro. Caritas constata el número de casas en que se pasa auténtica hambre, y los comedores sociales siguen estando llenos.

          Más allá de nuestras fronteras, nos encontramos con 40.000 muertes diarias a causa del hambre. Se calcula que, para acabar con el hambre, se necesitarían 50.000 millones de dólares al año. Es una cifra grande, pero veinte veces menor al presupuesto militar de las naciones del mundo.

          A nuestros ojos, a través de los medios de comunicación, se hacen visibles las escenas dantescas que provocan las guerras y la situación desesperada de enormes masas de refugiados inhumanamente tratados.

          Podemos estar cansados de escuchar, por activa y por pasiva, esos mismos datos, que muestran que hay mucha gente desamparada. El obispo Casaldáliga dice que más cansados están los pobres de ser pobres.

          No podemos desentendernos de tantas personas desamparadas, las que van incluidas en las cifras y otras que no aparecen en ninguna estadística y, sin embargo, conocemos o sabemos que existen. Nos toca ser, como Jesús, el corazón y los brazos acogedores de Dios.