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TOMAR CONCIENCIA DE LA GRATUIDAD
Chema Pérez-Soba
chema.perez@cardenalcisneros.es
Entre nosotros, en la pluralidad que nos caracteriza, está presente desde hace tiempo una forma de comprender al ser humano que coloca en el centro nuestra capacidad de control. Para esta antropología, los seres humanos somos, ante todo, seres tecnológicos que constantemente mejoramos nuestras vidas. Por ello, si no las tenemos ya, en breve tendremos las técnicas adecuadas para llegar a la meta de nuestra evolución, para ser, definitivamente, dioses felices.
Así, en medio del desengaño general con las religiones y las ideologías, para algunos la única fe razonable es la fe en la ciencia y, sobre todo, en su hija predilecta, la técnica. Ya no esperamos otra salvación, sino la que podemos palpar en forma de bienestar aquí y ahora.
El best seller Yuval Noah Harari nos proclama desde multitud de estanterías (o e-books) que estamos a un paso de convertirnos en dioses. Gracias a la tecnología podremos remodelar nuestro cuerpo superando el envejecimiento y la decrepitud (que es de un mal gusto execrable). Podemos remodelar nuestra mente con toda una serie de técnicas conductistas que nos den, a nosotros mismos, la llave de nuestra plenitud personal. Debemos tomar conciencia de que somos los únicos culpables de nuestra infelicidad. Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los fundadores de la psicología positiva, señalaba que las filosofías y las religiones no son lo suficientemente científicas, por lo que es necesaria una técnica psicológica que las sustituya: «predecimos que la psicología positiva en el nuevo siglo permitirá a los psicólogos comprender y construir los factores que permitan plenificar a individuos, comunidades y sociedades»[1].
Incluso, podemos, ya puestos, superar la muerte. Después de todo, morir es solo es un «fallo técnico». Por tanto, «después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora nos dedicaremos a ascender a los humanos a dioses, y a transformar Homo sapiens en Homo Deus»[2]. Por ello, ya que somos capaces de cumplir cualquiera de nuestros deseos, la verdadera pregunta que se debe plantear la humanidad es «¿qué queremos desear?»[3].
Y así, como afirma Helena Béjar, contra la incertidumbre de lo religioso (dependo de otro para mi plenitud, felicidad) algunos están empeñados en crear una «nueva religión secular de la certeza, basada en los recursos del individuo» [4]. Es decir, de nuevo, el camino de salvación ya está descubierto y las técnicas para recorrerlo están disponibles. Todo está en tu mano y en tu esfuerzo personal. Así que, si no eres feliz, es culpa tuya, por no ser lo suficientemente fuerte o constante para seguir el camino que los científicos han descubierto para ti.
Por supuesto, no pocos psicólogos, científicos y técnicos son perfectamente conscientes de los límites de sus respectivos campos y no asumen estas profecías. Pero su existencia y difusión por muchos espacios sociales muestran que la tentación original del Edén sigue vigente: «seréis como dioses» (Génesis 3,5). En palabras de Hannah Arendt, parecemos «estar poseídos por una rebelión contra la existencia humana tal como se nos ha dado, gratuito don que no procede de ninguna parte (…) que desea cambiarla, por decirlo así, por algo hecho por él mismo»[5].
Me parece importante que no nos contagiemos demasiado de esta forma de comprender el mundo. Cuando ofrecemos el cristianismo como experiencia de plenitud ofrecemos un camino desde el centro de la existencia, Dios amor. Pero esto no es una técnica para ser feliz: es tomar conciencia de la aventura de existir y tomar conciencia desde dónde la queremos afrontar. La vida no es controlable y Dios nos ayuda a superar el miedo que subyace a todo intento de control. Fíate, caminemos juntos, vivimos la experiencia de Emaús.
Es sumamente importante que conozcamos técnicas de acompañamiento, de grupos, que manejemos recurso de todo orden… pero no somos técnicos, solo somos personas, tocadas por el Dios de Jesús, que ofrecemos al que quiera caminar con nosotros hacia el Reino de la fraternidad. Nuestra oferta nace de «saber de quién nos hemos fiado» y hacer el signo básico de la humanidad, donde tenemos la certeza que Dios mismo se hace presente. Sentarnos, libres e iguales en torno a la misma mesa, bendecir el pan y el vino que se nos da cada día y hacer presente, al partir el pan, el mismo Cielo.
Decir «te quiero» es jugártela, es poner tu vida en manos del otro, con la misma gratuidad que sostiene el mundo: la de Dios que es trinidad (salir de sí), se hace niño y se deja, totalmente, en nuestras manos. Esa es la dinámica del Amor, que, me temo, no es control, sino gratuidad… Y eso es una profética y Buena Noticia también en el mundo de hoy.
[1] M. Seligman y M. Csikszentmihalyi, «Positive Psychology. An introduction»: American psychologist, vol. 55, 1 (2000), 13.
[2] Y. N. Harari, Homo Deus. Breve historia del mañana, Debate, Madrid, 2016, 36-37.
[3] Y. N. Harari, De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Debate, Barcelona, 2014, 454.
[4] H. Béjar, Felicidad. La salvación moderna, Tecnos, Madrid, 2018, 224.
[5] H. Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona, 1993, 15.