TOCAR LOS CORAZONES, ACOMPAÑAR DESDE EL AMOR Descarga aquí el artículo en PDF
Jorge A. Sierra (La Salle)
¿Cuántas veces nos hemos dicho que no puede haber acompañamiento pastoral sin cercanía, sin presencia, sin preocupación personal? Decía san Juan Bautista de La Salle que era imprescindible «la preocupación por llegar al corazón de los niños y jóvenes». Como acompañantes de jóvenes tenemos el privilegio de poder sentir esta misma llamada. También de cuidar, proteger y, a la vez, detectar inestabilidad emocional, carencia de afecto, desamparo y desánimo… ¿a qué nos suena?
Tocar el corazón de nuestros jóvenes es un compromiso que como miembros de la Iglesia es de vital importancia, pero es algo que se entrena. Requiere ejercicios de entrenamiento para gestionar nuestra propia vulnerabilidad, nuestra sensibilidad, nuestras iniciativas… con el interés por querer hacerlo desde nuestro corazón, pensando en el bienestar que se le brindará a ese joven que Dios pone en nuestras manos.
¿Qué espacios tienen actualmente nuestros jóvenes para que se sientan queridos y amados, para que eduquen sus sentimientos? Más aún, ¿qué espacios tenemos los agentes de pastoral para crecer también desde dentro? Nadie puede exigir algo que no da, así que, para exigirles respeto y amor a los jóvenes, debemos brindarles amor y respeto, un clima socio-psicológico favorable y participativo para que la interacción cotidiana sea la más adecuada y armoniosa.
Los padres de familia son otros los principales acompañantes en el camino de los alumnos. En la actualidad también hay que brindar estrategias a los padres de familia para que elijan el camino de educar con amor. Vivimos en una sociedad globalizada que muchos niños y jóvenes están carentes principalmente de amor, debido a las múltiples actividades y distracciones que nos rodean y no nos ayudan a facilitar vínculos afectivos vitales.
Como acompañantes, debemos apoyar y ayudar a todos, pero, sobre todo, a los más necesitados. Hay muchos tipos de necesidades, pero las afectivas son quizás de las que más están creciendo. Hay quien dice que es consecuencia de la pandemia, aunque algunos pensamos que la pandemia no ha creado nuevos problemas, pero sí ha ahondado en problemas anteriores, quizás haciéndolos más evidentes. Es fácil, en cualquier momento, que nos encontremos con una fragilidad emocional, con un momento de genuina ansiedad, con una respuesta extraña o desproporcionada.
Ser agente de pastoral es también vivir y predicar la pedagogía del amor y para ello se debe de estar en sintonía con Dios y con todas las personas que conforman la comunidad eclesial. Es involucrarse con los jóvenes, conocer la situación que están viviendo, educar libre pero responsablemente, potencializar en cada joven los valores que necesita este mundo, ayudarlos a expresar sus miedos, deseos, sentimientos, frustraciones y lograr a que lleguen a una plenitud en la que descubran su vocación y su misión en la vida y con la sociedad.
Podríamos decir, siguiendo la misma reflexión de La Salle, «moviendo los corazones de aquellas personas que más lo requieran». En palabras del psicólogo J. M. Cervantes, «debemos recordar que mover los corazones es un don que recibimos de Dios debido al llamado al que acudimos, así que es necesario cultivarlo teniendo empatía, sensibilidad, actitud positiva y tenacidad ya que con tiempo lo que bien se enseña años después lo reproducimos de manera natural».
Debemos apoyar y ayudar a todos, pero, sobre todo, a los más necesitados.