THE WILDS RPJ 556 Descarga aquí el artículo en PDF
Juan Carlos de la Riva
Exitosa serie que presentó hace pocos meses una segunda temporada igual de brillante que la primera, manteniendo una perfecta tensión narrativa e interpretación, al tiempo que afronta el tema del amanecer feminista incorporando el componente masculino. La primera temporada se llamó El amanecer de Eva, y ya desde el principio de la segunda temporada sabemos que se trataba de un experimento social en busca de una demostración empírica de que las mujeres pueden establecer unas mejores relaciones de poder que los varones.
Gretchen Klein (Rachel Griffiths) desea probar que una sociedad de mujeres controlada por mujeres y bajo términos femeninos será más eficiente y feliz que la basada en el esquema jerárquico patriarcal. El imperioso objetivo de la supervivencia desencadenó en la primera temporada una sororidad que hizo que el grupo sobreviviera y avanzara. En esta segunda temporada, son los chicos los que tendrán que afrontar ese reto y superar las dificultades que las masculinidades clásicas imponen a las alternativas. No en vano la segunda temporada se titula El ocaso de Adán.
No queremos hacer spoiler del desenlace de este reto a la capacidad de organización y gestión social de los varones, pero podemos adelantar que las tensiones interpersonales serán más críticas entre ellos que entre ellas.
La descripción de estos conflictos alternará, como en la primera temporada, con la presentación de historias personales que condicionan la manera de vivir la masculinidad en cada uno de los chicos. Contemplaremos desde la masculinidad más clásica y agresiva, hasta la más friki de personajes introvertidos y anulados por otros iguales, pasando por la diversidad de género y de intereses. Los pasados de ellos abordarán cuestiones similares a las de ellas en la primera temporada: historias de discriminación, de rechazo, de privilegio o de abuso de poder y violencia. Sin embargo, se evidencian las diferencias en las reacciones a los acontecimientos que van sucediendo en la isla: mientras ellas resuelven sus conflictos mediante la cooperación y el diálogo, ellos recurren a la violencia, la fuerza y la separación para abordar los problemas.
El ambiente se asemeja más cada vez a El Señor de las Moscas, de Golding, especialmente por el incremento de la violencia que la testosterona añade a los diálogos y reacciones. Pareciera pulular en la serie la pregunta por la naturaleza agresiva irredimible del ser humano, pero la serie también mostrará el lado angelical de varones que tienen que luchar contra la imagen que se espera de ellos, sus propios techos de cristal masculinos.
El mensaje espiritual pastoral sigue presente, llegando a hacerse muy explícito en momentos de oración de nuestra rubia cristiana, que llega a compartir en pantalla su experiencia de Dios con su amiga.
La omnipresente mirada de la doctora que gobierna el experimento pareciera cumplir la labor de un Demiurgo que ha hecho su apuesta por los personajes femeninos y condenado de antemano a los masculinos. Quizá en el transcurso de la serie ellos puedan demostrar también su capacidad de fraternidad, por encima de sus condicionantes físicos, de rol o culturales.
El final de la serie apunta a una tercera temporada que sin embargo no se dará. La productora descartó la serie por no haber alcanzado los niveles de audiencia deseados, a pesar de que las críticas de los expertos a su calidad y profundidad fueron siempre buenas. Tendremos que contestarnos nosotros mismos a la pregunta sobre los condicionantes de género sobre nuestras capacidades para construir una sociedad fraterna.
Podemos adelantar que las tensiones interpersonales serán más críticas entre ellos que entre ellas