Juan Carlos de la Riva
Veritatis gaudium es una Constitución apostólica de muy reciente publicación (27 de diciembre de 2017) aunque ha tenido poco eco mediático, seguramente porque va dirigida más al interior de la Iglesia y su reflexión teológica. Sin embargo, es una apuesta valiente del papa Francisco por reorientar la reflexión sobre nuestra fe para ubicarla en el contexto de una Iglesia misionera, en salida. Cuatro son los criterios señalados por el papa:
- Contemplación e introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón del kerygma.
- Diálogo a todos los niveles, no como una mera actitud táctica, sino como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la Verdad y para profundizar su significado y sus implicaciones prácticas, provocando una cultura del encuentro.
- Inter- y trans-disciplinariedad ejercidas con sabiduría y creatividad a la luz de la Revelación.
- Crear redes entre las distintas instituciones que, en cualquier parte del mundo, cultiven y promuevan los estudios eclesiásticos, y activar con decisión las oportunas sinergias también con las instituciones académicas de los distintos países y con las que se inspiran en las diferentes tradiciones culturales y religiosas; al mismo tiempo, establecer centros especializados de investigación que promuevan el estudio de los problemas de alcance histórico que repercuten en la humanidad de hoy, y propongan pistas de resolución apropiadas y objetivas.
Llevando el agua a nuestro molino, el de los jóvenes, creo que podemos leer un deseo de diálogo con la cultura juvenil en sintonía con la propuesta sinodal (segundo criterio) y un deseo de descentralizar la reflexión, compensando la tradicional preminencia de reflexión europea y masculina. Los nuevos teólogos habrán de hilvanar fe y vida desde sus realidades sociales, culturales, vitales… para ponerlas en red y crear sinergias. También respondiendo a todos los retos que la humanidad de hoy va presentando.
Enlazo pues estos criterios con una intuición que va ganando cada vez más peso: unir juventud y teología.
Me ha gustado encontrar en internet esta columna del P. Víctor Hugo Miranda, SJ de Perú, sobre el joven como un lugar desde el que mirar la realidad con los ojos de Dios, y desde ahí hacer teología.
Quien escribe estas líneas es también un jesuita joven, como lo son los colaboradores de esta página http://esejotas.jesuitas.pe/ en la que podemos encontrar frescas reflexiones hechas por jesuitas en formación, siempre uniendo su sentir desde Dios y con la Iglesia, con la realidad humana, social y política de la región andina y del mundo. Recomendamos desde aquí esta iniciativa de «reflexión teológica joven» que también podéis encontrar en Facebook.
También los jesuitas de España se han lanzado a las redes sociales como Facebook y Youtube. Son reflexiones frescas y directas dirigidas especialmente a aquellos que no tienen todo claro, sino más bien lo contrario, pero buscan y saborean pequeños trozos de eternidad. Ya han grabado más de treinta vídeos que abordan temas muy variados que enganchan con la realidad del joven. Algunos títulos son: Ateos superficiales, Qué es lo contrario del amor, Para qué sirve rezar, El sentido de la vida…
Pero no hace falta ser jesuita para coser la fe y la vida con el hilo de la reflexión. Todos estamos llamados a hacerlo, y especialmente los jóvenes, que miran todo con los ojos de la esperanza y la posibilidad. Prueba de ello es la iniciativa de la editorial PPC, que convoca el I Premio de Ensayo Teológico Joven PPC, para descubrir a «aquellos valores emergentes del ámbito teológico que puedan ser más valiosos de cara al futuro».
El concurso se convoca sobre en la estela de la reciente constitución apostólica Veritatis gaudium, con la que el papa Francisco busca una renovación de los estudios teológicos. También PPC quiere alentar los cuatro criterios expuestos en dicha constitución.
Gracias a Dios tenemos años ya de teología de la mujer, que nos regala a la Iglesia y al mundo una perspectiva y un lugar teológico tremendamente sugerente y enriquecedor. Reivindicamos con estas líneas al joven y a la joven, como paradigmas nuevos para la reflexión teológica.