Te conozco por tu nombre -Iñaki Otano

Cuarto domingo de Pascua (A)

En aquel tiempo, dijo Jesús:

– Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

            Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

– Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.  (Jn 10, 1-10)

 Reflexión:

Un grupo de montañeros encontró una oveja moribunda. Estaba exhausta y no podía comer porque en cuanto empezaba a tragar comenzaba también a toser compulsivamente. Junto a ella estaba el pastor que asistía impotente a los estertores de su oveja. Esta no había podido seguir a todo el rebaño, compuesto de más de tres mil cabezas, al encuentro de pastos, y el pastor se había dado cuenta cuando ya no se podía hacer nada por ella.

Este pastor, muy triste, decía que antes, cuando había menos ovejas en cada rebaño, no sucedía esto. En otro tiempo el pastor podía preocuparse de cada una, hacer el recuento cada tarde y, si faltaba alguna, salir a buscarla y traerla al redil. Ahora resultaba antieconómico tener un rebaño pequeño y no tenía más remedio que resignarse a perder cada día alguna oveja extraviada sin que nadie notase su ausencia. Una oveja entre tres mil era solo un número.

En contraposición, hoy todavía se observa en Palestina cómo los pastores dan a los animales un nombre: “orejas grandes”, “morro blanco”, mancha roja”, etc. El pastor llama por el nombre a sus ovejas, y así subraya su amor, su familiaridad con ellas. Las ovejas atienden a su voz… y lo siguen.

          Este contraste nos ayuda a comprender lo que Jesús nos quiere decir. Hay personas que tienen la sensación de no contar nada para nadie; se sienten solas y desamparadas. No ven que signifiquen algo para alguien. Pero Jesús nos dice: “no es verdad que tú seas un ser anónimo ni que tu existencia sea indiferente. Yo te conozco por tu nombre. Te tengo grabado en mi corazón a ti, con tu fisonomía, tu personalidad, tu historia y tus circunstancias personales. Puede suceder que te extravíes o te desorientes y te quedes rezagada con la impresión de soledad y abandono. Es posible que te sientas apaleada por esa máquina despiadada de intereses que no tiene en cuenta a la persona y solo piensa en productividad y eficacia al precio que sea. Por muy crítica que sea tu situación, no desesperes: yo, Jesús, no me olvido de ti, tú no eres un simple número para mí, te conozco por tu nombre, te quiero entrañablemente. No hagas caso de las voces de bandidos y ladrones que, dentro o fuera de ti, te llevan a la amargura o la desesperación. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos