¿Te atreves? – Ana Guerrero

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Me preguntaba por qué hoy en día parece que cuesta tanto hablar de vocación a los jóvenes. Tal vez sea porque suena a cerrado, a estático, o porque los lleva a pensar en las vocaciones sacerdotales por las que tantas veces la Iglesia pide, pareciendo que fueran las únicas llamadas de fe.

Recuerdo hace unos cuantos años, cuando yo también era joven… que alguien nos insistía en que rezáramos por las vocaciones, concretamente por las vocaciones «célibes»… «Hacen falta célibes» decía… y yo, como joven rebelde de entonces, me enfadaba y le contestaba… «Pidamos más bien por las vocaciones cristianas en general», o sea, pidamos para que Jesús se encuentre con el corazón de cada persona, de muchas personas, y luego ya… en ese encuentro… Dios y cada persona verán a qué se siente llamada.

Mirando algunas definiciones de vocación, encontraba sorprendida una gran diferencia cuando se habla de vocación religiosa o cuando se trata de vocación en general. Ambas son llamadas, inspiraciones o inclinaciones, pero en la vocación religiosa se habla de llamada «procedente de Dios» y en la vocación en general, se habla de inclinación que la persona siente en su interior.

Esto puede hacernos pensar de nuevo que la llamada cristiana, la llamada a la fe, es totalmente ajena, porque se pone en Dios, y si Dios se sitúa «fuera» de la persona, hay algo que no cuadra. Sin embargo, aunque sí creo de verdad que la llamada procede de Él, esa llamada, no es ajena a la persona, sino que se fragua en sus entrañas, en su interior, porque enraíza con lo más auténtico de esa persona.

Me viene a la cabeza la película La llamada, ya más veces comentada aquí. Cuando la vi por vez primera en teatro, fue por supuesto aconsejada por jóvenes de la parroquia en la que estaba. Yo la disfruté, pero me alegraba y alegra cuando sigo viendo jóvenes que de alguna manera conectan con uno de los mensajes que transmite: la llamada, la vocación, es personal. Dios llama y propone, pero propone lo que tú ya vives en tu interior, lo que tú ya eres, para acompasarlo a su música, a su proyecto.

Sin duda, la vocación, el discernimiento vocacional, necesita ser acompañado por otras personas que te ayuden a entrar en él, a conectar con Dios en tu interior, y descubrir qué te ofrece y qué te pide. Y esas personas que te acompañan, son tanto aquellas que tienen experiencia de escuchar a Dios, como aquellas que sin saber bien si «le escuchan» te conocen y te quieren. Todo eso forma parte del discernimiento que necesitas cuando escuchas Su Voz.

Esto es lo que le ocurre a la protagonista de La Llamada. Se siente perdida porque comienza a escuchar algo que la enamora de verdad, que le habla directo a su interior y con el lenguaje que ella utiliza, la música. Pero necesita entender, poner palabra a lo que siente, ser acompañada, no sentirse loca… Y son las personas que en ese momento tiene cerca, las hermanas de la congregación y, sobre todo, su amiga, las que le ayudan a profundizar en ese encuentro que está teniendo con Dios, y a responderle, con ese mismo lenguaje tan suyo.

Evidentemente es un análisis muy pobre de la película, pero enlaza con el tema de este número de la revista y esta sección. Discernimiento vocacional. Llamada de Dios, sí, pero en el interior, conectando con lo que tú eres. Y para ello, hay que disponerse a escuchar, abierta a lo que surja, y valiente para responder.

¿Te atreves a escuchar, a conectar con lo que Él quiere potenciar en ti?

Y tú, ¿te atreves a acompañar cada llamada, cada escucha, desde el misterio de lo que en cada persona llegue a sugerir?

Una vez más, hay que «descalzarse» porque la tierra que pisamos es sagrada. La tierra de tu persona, de la llamada que sientes con fuerza a conectar con la Vida, con Dios, y poder así salir para aportar en este mundo y junto a Él, lo que tú eres.