Taizé: juntos abrir caminos de esperanza – Ion Aranguren

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La comunidad de Taizé lleva ya más de 75 años acogiendo y acompañando a muchas generaciones de jóvenes como espacio privilegiado de encuentro, comunión de Iglesia y experiencia de Dios. Estos últimos años, tras ofrecer al mundo pistas para comprometernos en las nuevas solidaridades, este lugar de peregrinación y confianza de la tierra, nos ha ayudado a profundizar en los desafíos de nuestra sociedad: las migraciones, el problema ecológico y la cuestión social. El año pasado recibimos cinco propuestas para vivir la misericordia y este 2017 hemos estrenado el año con cuatro nuevas propuestas para abrir caminos de esperanza. Las podemos aplicar a la pastoral con jóvenes:

1ª PROPUESTA: Mantenerse firmes en la esperanza; ella es creativa

  • Atrevámonos a creer en la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones y en el mundo. Apoyémonos en esta presencia, aunque sea invisible.
  • ¡Que nuestra fe permanezca sencilla, como la confianza de los niños! No se trata de reducir su contenido sino de conectar con lo que está en su centro: El amor de Dios por la humanidad y por toda la creación. La Biblia cuenta su historia, desde el frescor de sus comienzos, a través de los obstáculos e incluso de las infidelidades humanas. Dios no se cansa de amar: ¡Que este mensaje nos mantenga en la esperanza!
  • Para que nosotros y los que están cerca de nosotros nos impregnemos de este mensaje, encontrémonos más a menudo para la oración común. Que su sencilla belleza refleje algo del misterio de Dios y conduzca a un encuentro personal con Él.

2ª PROPUESTA: Simplificar nuestra vida para compartir

  • En el dominio de lo material, persigamos una continua simplificación. Esto nos inspirará gestos de compartir frente a los sufrimientos humanos, a la humillación de la pobreza, a las injusticias, a las pruebas que sufren los emigrantes, a los conflictos a través del mundo…
  • Apoyémonos mutuamente para suscitar signos valientes de esperanza en nuestros barrios, en nuestros lugares de trabajo o estudio, en un compromiso social o medioambiental.
  • Busquemos a través de un estilo de vida sencillo y sobrio estar en mejor armonía con la creación, contribuyendo así a la lucha contra los desastres ecológicos y el calentamiento global. Este combate no incumbe solo a los líderes de las naciones; todos podemos, por ejemplo, consumir más localmente, utilizar más los transportes públicos…

3ª PROPUESTA: Estar juntos para que se revele el dinamismo del Evangelio

  • Cristo nos reúne en una sola comunidad de hombres y mujeres, de niños y ancianos, de todos los horizontes, lenguas y culturas, e incluso de naciones opuestas por la historia. Busquemos signos sencillos para mostrar esto en los lugares en los que vivimos.
  • Para estar viva, toda comunidad es llamada a descentrarse de sí misma. Desarrollemos una actitud de hospitalidad, a imagen de Dios, hacia cristianos que tienen opciones alejadas de las nuestras. Una tal apertura de corazón necesita un esfuerzo de «traducción», pues las creencias y convicciones puedes ser como lenguas extranjeras unas de otras.
  • Si bien entre cristianos separados perdura aún el recuerdo de intolerancias recíprocas en la historia y aunque todos los hilos no se puedan desenredar, atrevámonos a acogernos mutuamente de igual modo, perdonando, y sin tratar de buscar quién tuvo razón o quién se equivocó. No hay reconciliación sin sacrificio.
  • La hospitalidad va de la mano con el reconocimiento del otro en su alteridad. Cuando sus creencias sigan pareciéndonos incomprensibles, podemos al menos estar atentos a su autenticidad. ¡Que haya un elemento de fiesta en el descubrimiento del otro!

4ª PROPUESTA: Acrecentar la fraternidad para preparar la paz

  • Con nuestras propias vidas, escribamos las páginas nuevas de una sencilla fraternidad que vaya más allá de las divisiones y los muros: muros físicos construidos en diferentes partes del mundo así como muros de ignorancia, de prejuicio y de ideología. Estemos abiertos a otras culturas y mentalidades.
  • No permitamos que el rechazo al extranjero entre en nuestro corazón, pues el rechazo del otro es la semilla de la barbarie. En lugar de ver en el extranjero una amenaza a nuestro nivel de vida o nuestra cultura, acojámosle como miembro de la misma familia humana. Vayamos a visitar a los refugiados. Con el sencillo propósito de conocerles y escuchar sus historias. Luego –¿quién sabe?– otros pasos de solidaridad podrían seguir.
  • Encontrémonos con los que son diferentes a nosotros. Compartamos con los que piensan de forma diversa, en un diálogo en el que se escuche verdaderamente, en el que se evite oponerse incluso antes de haber comprendido al otro. Sepamos permanecer en las fracturas. Construyamos puentes. Oremos por aquellos que no comprendemos y no nos comprenden.
  • Multipliquemos los signos de fraternidad más allá de las fronteras de las religiones. Encontrarnos con creyentes de otras religiones nos anima a profundizar en el conocimiento de nuestra propia fe, mientras nos preguntamos qué quiere decirnos Dios, qué quiere entregarnos a través de estos hermanos y hermanas tan diferentes.

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