¿Supervisor o acompañante? – Miguel Jaimes

Tener a cargo el servicio de organizar e impulsar la pastoral juvenil en una presencia apostólica requiere de una vocación especial. No se trata de designar al sacerdote o religiosa más joven porque este servicio no es una cuestión de edad sino de mentalidad y llamado interior para servir de la mejor manera a los jóvenes. Es fundamental contar con alguien que quiera a los jóvenes y sintonice con ellos.

El asesor o asesora hace parte de la estructura organizativa en la PJ donde deben estar definido servicios como animadores, coordinadores, secretarios y otras funciones que le den protagonismo a los jóvenes en las decisiones y orientaciones de su comunidad juvenil.

Pero, el asesor NO ES:

Un supervisor: No es una persona que controla y “lleva cuentas” de los jóvenes. La pastoral juvenil no es una fábrica.

El centro: No es la persona alrededor de la que giran los jóvenes, siguiéndolo a él o ella por su carisma o liderazgo especial. La pastoral juvenil no es un sistema solar.

Un solitario: No es un trabajo aislado e individualista, “Mis jóvenes”. La pastoral juvenil no debe estar motivada por intereses personales.

Un elitista: No es un pastoralista que se queda con “los buenos” realizando discriminaciones sutiles por raza, orientación sexual o condición social. La pastoral juvenil no es un club ni una élite de elegidos.

En conclusión el acompañamiento es:

Una experiencia pedagógica y religiosa, de un encuentro con la otra persona, en el interior de su vida, en la comprensión de su camino y la causa que mueve a cada joven como los Discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35)

Un servicio que promueve el encuentro con un Jesús amigo y liberador impulsando el protagonismo juvenil, facilitando la formación en una conciencia crítica y facilitando la coordinación en sus acciones jun­to a los jóvenes.

Acompaña desde su visión de adulto en el proceso personal y comunitario, utilizando actitudes como la paciencia, la capacidad de proponer y esperar, siendo consciente que acompaña un proceso que no le pertenece a él sino al joven.

Ser acompañante es un arte y una responsabilidad exigente frente al grupo de jóvenes que se tiene a cargo. Por eso, la persona que asesora a la PJ tiene que formarse en la lectura de la realidad juvenil, las bases doctrinales y las herramientas pedagógicas que le permitan dar una respuesta actualizada a las inquietudes y necesidades de cada una de las personas que pertenecen a la comunidad juvenil.

“En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. Es fundamental, iniciar en el « arte del acompañamiento », para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro”  (Evangelii Gaudium No 169).