SUPERPODERES USADOS INTELIGENTEMENTEDescarga aquí el artículo en PDF
Antonio Ricardo Alonso Amez
La irrupción de la inteligencia artificial en nuestras vidas ha supuesto un verdadero impacto por las numerosas aportaciones en todos los ámbitos que esta tecnología supone. Casi cualquier campo que podamos imaginar es susceptible de ser «tutorizado» por la inteligencia artificial haciéndonos percibir que el ser humano está llegando a unos límites de conocimiento insospechados hace apenas unas décadas y en los que las máquinas han sido las depositarias de un protagonismo que en ocasiones puede llegar a asustar o a ser percibido como peligroso.
Y es que la inteligencia artificial está gestionando muchos avances significativos en medicina, educación, logística, información y otros campos más relacionados con el ocio y el entretenimiento; sin embargo, el manejo de esta tecnología está cuestionado en no pocas ocasiones y es considerado como un desafío que requiere de una mesura y un control ético para su implementación en el día a día de las personas, especialmente de quienes no vislumbran peligro alguno en una herramienta con tales «poderes».
Es ahí donde los jóvenes entran de lleno en este juego, a veces peligroso, y del que nos queda mucho por aprender y no menos por descubrir.
El prototipo de un joven que maneja la IA es el de un estudiante que emplea recursos digitales gestionados o basados en este perfil tecnológico para facilitar sus tareas, ahorrar tiempo y obtener beneficios rápidos y operativos con la generación de productos de diversa índole (trabajos, resúmenes, ediciones automáticas, búsquedas eficientes, composiciones creadas artificialmente) de los que pueda beneficiarse sin menoscabo de emplear otro tipo de recursos paralelos y con la garantía de un anonimato o un vacío en la autoría que les permita apropiarse de dichos resultados. Resumiendo, podríamos decir que un amplo espectro de la juventud emplea IA para ahorrar tiempo y esfuerzo en aquello que se proponga, ya sea en el ámbito académico (estudios) o en el plano del desarrollo personal de intereses concretos (ocio, relaciones sociales, viajes, juegos).
Es un recurso perfectamente válido siempre y cuando haya una mesura y una ética en su manejo
La inteligencia artificial es un recurso perfectamente válido para cualquier circunstancia siempre y cuando haya una mesura y una ética en su manejo. Por ejemplo, un trabajo escrito íntegramente con IA puede ser merecedor de un aprobado o una buena nota, pero jamás suplantará la creatividad y la esencia de quienes dejan un poco de sí mismos en esas líneas, fruto de una investigación, inspiración y un proceso de plasmación de saberes adquiridos de forma autónoma, personal y natural. No obstante, no es menos cierto que un manejo de aplicaciones o repositorios de IA para efectuar trabajos concretos fomentan igualmente esa creatividad y pasan a engrosar el compendio de recursos de investigación como uno más; nunca como el recurso exclusivo.
Existen programas y recursos que emplean IA cuyo fin por sí mismos es la generación de contenidos, lo que viene a llamarse inteligencia artificial generativa. Estos productos obtenidos requieren de instrucciones muy precisas (PROMPTS) para que el resultado final sea satisfactorio. Por tanto, es muy importante tener una buena pedagogía acerca de cómo aleccionar o instruir a la IA para que responda a lo que el ser humano realmente pretende. Y este aspecto es sumamente importante porque de esa educación del usuario en pos de conseguir un manejo adecuado de la tecnología dependerá el conocimiento de la responsabilidad requerida en cada caso. Algo que, en el ámbito de los jóvenes, es absolutamente esencial, puesto que el manejo de la IA no es muy diferente al de otros recursos digitales que están también a la orden del día. Sin embargo, esta sí que tiene unos efectos altamente cargados de componentes emocionales, puesto que los productos finales suelen carecer de «patente», copyright o «autoría original», con la orfandad y anonimato que ello confiere en referencia a los creadores del contenido en su inicio.
Otros productos como las ediciones audiovisuales encuentran en los jóvenes un gran potencial y unos destinatarios o usuarios que frecuentan la inteligencia artificial para crear, desarrollar contenidos o, simplemente, comunicarse y/o compartir en redes aquello que les gusta o interesa. En ocasiones incluso suplantando identidades u obviando el aspecto más personal del humano, campo este en el que también los adultos incurren con demasiada frecuencia pese a su supuesta formación, madurez y autocontrol. Crear desde el respeto; compartir desde la ética; generar desde el conocimiento. Y todo ello sabiendo que la máquina crea porque un ser humano le ordena crear, lo que le dota de un protagonismo originario y pone a las claras que quien piensa, en esencia, es el humano. La máquina, la IA, no es nada sin el hombre. Y es el hombre quien da feedback a la IA para que mejore y corrija errores, pero no es capaz de discernir entre bueno o malo, conveniente o inadecuado, hiriente o divertido. Por ello la formación es básica y el manejo responsable es, sencillamente, indiscutible e incuestionable.
Ética, buenas prácticas, deontología, conocimiento y formación. Todos ellos conceptos a tener siempre en cuenta con cualquier herramienta. Ámbitos que ponderar en el manejo de tecnología y digitalización de la vida. Nada nuevo que los jóvenes no sepan, refiriéndonos a inteligencia artificial o cualquier novedad o recurso del siglo XXI. No obstante, hay cosas que jamás pasarán de moda o quedarán en el olvido. Como frases que parecen pervivir en cualquier tiempo, independientemente de cómo y cuándo se pronunciaron. Por ejemplo: «Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad».
Crear desde el respeto; compartir desde la ética; generar desde el conocimiento.