Estamos a punto de celebrar el #8M, Día Internacional de la Mujer, y los cristianos no debemos ser ajenos a esta realidad. Una realidad marcada por la desigualdad que aún a día de hoy sufren las mujeres en cualquier ámbito de la sociedad y que, por desgracia, se acentúa más en nuestra Iglesia.
Los cristianos debemos sumar nuestras fuerzas a las justas y legítimas reivindicaciones de las mujeres porque es el espíritu de igualdad el que mueve la misión cristiana que Jesús propone en los Evangelios; la Buena Noticia que es mensaje de esperanza para los oprimidos.
Permitidme que hoy ponga en valor la figura de una mujer maltratada por la historia y sin cuyo papel no podríamos entender la piedra angular de nuestra fe: María Magdalena. La Biblia, escrita gracias a la transmisión oral de la vida de Jesús, omite a la Magdalena en numerosas ocasiones precisamente porque la sociedad machista de la época se encargó de ir diluyendo su figura hasta el punto de desprestigiarla injustamente al presentarla como prostituta. Sin embargo, hay algo que jamás pudieron cambiar. María la Magdalena fue la primera testigo de la resurrección del Señor.
En una sociedad en la que el testimonio de una mujer no era válido según la ley judía, Jesús obliga a sus seguidores a creer en el hecho excepcional de su resurrección por boca de una mujer. Ese fue el mayor acto de Jesús contra la desigualdad, un mensaje claro y directo contra un machismo que, tristemente, sigue presente en nuestra sociedad.
Manuel Pérez Cortés