SOMOS LA GENERACIÓN QUE… ¿QUIERE AUTENTICIDAD?Descarga aquí el artículo en PDF
Jorge A. Sierra (La Salle)
Hace unos años me llamó mucho la atención un artículo aparecido en el Huffington Post, firmado por una veinteañera estadounidense Krysti Wilkinson, con el título «Somos la generación que no quiere relaciones». Con frecuencia la he utilizado en alguna actividad con jóvenes, invitándoles a confirmar si lo que dice la autora coincide con sus expectativas.
Las respuestas suelen ser muy sugerentes, porque muchos se sienten reflejados en algunas de las expresiones de Wilkinson (como «invertimos más tiempo en nuestro perfil de Tinder que en nuestra personalidad», que es para escribir una tesis…), pero, a veces, les llama la atención cómo también se dice que «tenemos derecho al amor», pero «no queremos abrirnos». Quizás la gran virtud del artículo es que, desde la realidad, muestra un enorme galimatías de sentimientos con cinismo, de falsas esperanzas con sanas inquietudes, de egolatría con actitudes totalmente altruistas. Es decir, lo que somos muchos: un conjunto de incoherencias… o, si lo quieres de una forma más poética, la respuesta que una niña dio a un profesor que le preguntó si era del equipo blanco o del negro: «yo creo que más bien soy del de las cebras, un poco de todo».
Sin embargo, mi experiencia de pastoral con jóvenes, sobre todo cuando les dedicas tiempo de calidad o abres tu comunidad a ellos, no es de una incoherencia que les impida ser personas «como Dios manda». Más bien tiene que ver con el exceso de aparentes alternativas (y no, en la vida hay que elegir u otros elegirán por ti) y, quizás, con el querer «bañarse y guardar la ropa», sin cerrar nunca del todo posibilidades, «porque lo merecemos». Me temo que esto no es solo propio de adolescentes y se extiende varias décadas más, llevando a que asumir compromisos serios parezca imposible.
La verdad es que, dentro de esta aparente fusión de contrastes, me parece intuir que hay necesidad de encontrar (y ser) personas auténticas. De alguna manera, a veces sin encontrar las palabras adecuadas, algunos jóvenes me han hecho ver que les llama la atención tal o cual persona, no siempre la más llamativa, precisamente porque atisban algo de su autenticidad. En las últimas JMJ, en Lisboa, lo decía una joven universitaria: «dirán lo que quieran… pero vosotros [los animadores, los Hermanos, los catequistas], aquí estáis dándolo todo. Chapó». Otro joven, uno de aquellos a los que quizás calificamos un poco rápido como «disperso», le hablaba a su animadora, con admiración, de otros agentes de pastoral, solo por cómo les veía… ¡incluso sin haberles dirigido la palabra!
Dice Wilkinson que no quieren «relaciones» y da razones, que tienen el denominador común de que, ciertamente, relacionarse es difícil. Requiere esfuerzo, dedicación y no poca generosidad. Pero es inevitable: no somos islas, enteros por nosotros mismos, como decía el poeta John Donne. ¿Puede ser que nuestra modernidad líquida, donde parece que es tan fácil tener followers, esté sedienta de personas auténticas?
Si nos creemos esto, nos encontraremos ante un enorme (y fascinante) desafío, que enlaza con aspectos imprescindibles de la pastoral con jóvenes: cercanía, acogida, cultura vocacional, acompañamiento… sabiendo que no somos perfectos, pero podemos estar en camino para ser auténticos. Quizás muchos jóvenes no nos expresen que quieren esa autenticidad, pero la necesitan, sin lugar a dudas.
No somos perfectos, pero podemos estar en camino para ser auténticos.