¿Qué horizontes despliega la combinación jóvenes y sinodalidad?
Indudablemente fue una sorpresa ver en el documento final un desarrollo tan amplio del tema de la sinodalidad; en concreto se alargaba desde el punto 119 al 143, nada menos que dos capítulos, los primeros, de la tercera parte destinada a las propuestas de futuro, el “ponerse en camino” de regreso de los discípulos de Emaús.
La palabra, “sinodalidad”, si bien había aparecido en varias de las intervenciones sinodales, que incluso pidieron un sínodo sobre sinodalidad, no parecía ser el centro de lo que podrían ser propuestas de futuro. Y sin embargo está ahí. Concreta y lleva al tema de los jóvenes lo que se apunta ya en un importante documento como es La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, redactado por una subcomisión de la Comisión Teológica Internacional que trabajó sobre ella durante los años 2014 a 2017 y que fue aprobada por el Papa el pasado 2 de marzo de 2018. Pareciera que se estrena con los jóvenes. Como si la sinodalidad con los jóvenes fuera solo el inicio de nuevas sinodalidades, quizá con las iglesias perseguidas, o con la mujer, o los pobres, o las otras iglesias, o el mundo en general. Como si el sínodo sobre los jóvenes, un tema poco polémico y generador de todas las esperanzas, hubiera alfombrado el camino para un nuevo modo de ser iglesia en discernimiento.
Las formas del sínodo apuntaron nuevas maneras: nunca había habido un presínodo con 300 jóvenes de todo el mundo debatiendo y entregando al Papa 19 páginas que permearon el Documento de trabajo. Nunca había habido jóvenes en el sínodo, y en este hubo treinta, y aunque sus intervenciones se redujeron a cuatro nada más, su presencia se hizo notar en su aprobación con aplausos o silencios respetuosos ante las intervenciones.
Pero volvamos al Documento Final. Molestos para algunos, pero tremendamente sugerentes para muchísimos, los capítulos abren nuevos horizontes para la Iglesia. Me gustaría dedicar este artículo a una descripción de los horizontes abiertos por estos dos capítulos: me salen estos siete.
- El primero es el de “invertir tiempo, energías y recursos” (nº121), porque quizá sea más laborioso hacer pensar, que pensar, hacer hacer, que hacer. Porque para dar protagonismo al joven sin caer en asamblearismos infantiles, o asimilaciones a sus modas y tendencias, hay que hacerse bien presentes como iglesia-familia, es decir comunidad capaz de acompañar preguntas, escuchar locuras, aquilatar velocidades, reenviar reflexiones a lo profundo, pensar al mismo tiempo que se hace y se construye. Ese joven protagonista necesita sin duda esa comunidad que sabe hacerle protagonista-discípulo, protagonista-enviado, protagonista-testigo, protagonista-en proceso de conversión, protagonista-grano-de-trigo-que-muere. Sin esta comunidad cercana y acogedora, valiente para dar espacio y prudente para acompañar, tendremos quizá el lío, pero no el Evangelio encarnado en los jóvenes. Estoy hablando de expertos acompañantes hábiles en lo técnico de la escucha y discernimiento, y profundos en su propia escucha y discernimiento de lo que el joven aporta y desde dónde lo hace. Estoy hablando también de comunidades que acogen al joven, pero no lo sueltan en el ruedo de la misión. De este párrafo 121 también saco la alegría, como compañera imprescindible de toda esa energía y recurso entregado a los jóvenes. Se harán nuestros co-responsables constructores de Reino porque ven alegría y ven que pueden sumar alegría. Me cuesta pensar en que un joven se contagie de mi estrés laboral y agenda repleta; o de mis luchas intestinas ideológicas o afectivas; o de mis lamentos desesperanzados por el futuro, o de mis críticas despiadadas a lo diferente de mi iglesia… Sin la alegría no habrá jóvenes.
- Como segundo horizonte, la primacía de la relación (nº122): que la iglesia adopte un rostro relacional, una tienda de campaña donde el grupo y su red afectiva se combina con confianza de la presencia de Dios, para poder así caminar hacia una meta de liberación. En el punto 138 se nos habla de una iglesia que sea verdadero hogar para los jóvenes. La traducción de esta relación en la práctica es el agradecimiento de la diversidad, y la Y esta corresponsabilidad se traduce en la participación directa y activa de jóvenes cercanos al primer amor por Jesús y su propuesta, que puedan sembrar nuestro discernimiento pastoral de idealismo y valentía juveniles, y de cercanía con el otro joven que encontró dificultad para aceptar el mensaje, y que necesita más una presencia amiga que una catequesis. Corresponsabilidad es también reinventar la comunidad cristiana para que quepan nuevas maneras de estar, sentir y transformar. Redimensionaremos las vocaciones que hagan falta, y no ansiaremos completar las que creemos que tiene que haber; resituaremos el papel de los ministros ordenados, y de todos los ministerios laicales, para poner nombre a esa misión ad intra o ad extra de la comunidad. Más adelante se nos habla de convertir la parroquia en ambiente significativo para los jóvenes (nº129), que se concreta en algunas características: implicación de todos (nº 128, nº131…), transparencia y accesibilidad de las personas y comunidades (nº130), con pluralidad para llegar a todos los ámbitos de la vida social (nº132)
- Como tercer horizonte, la prioridad de la misión; no queremos jóvenes para sumar más número de parroquianos, sino para generar más vida, para construir más familia humana liberada. Hablaremos entonces más de lo de fuera que de lo de dentro, más de salir que de meter. Una misión que ha de ser también sinodal, es decir, caminar junto a la humanidad en sus luchas y búsquedas. Se nos habla en el número 127 de que ninguna vocación discernida quede fuera del dinamismo comunitario de salida y diálogo, priorizando a los más pobres y vulnerables.
- El cuarto habrá de ser el de cuidar los itinerarios de iniciación a la fe en los que se dé un auténtico encuentro con Jesús, donde se cuiden los lenguajes y metodologías (se citan la música, el ámbito digital…), y donde la fe se haga estilo de vida (nº133). Se habla de una auténtica espiritualidad juvenil donde no falte el conocimiento de Jesús, la lectura de la vida desde la fe, la experiencia de Dios, el compromiso por la justicia, la vivencia sacramental (nº 134). Hablamos entonces de procesos integrales cuidados, que propicien experiencias de vida, que acompañen las otras experiencias de la vida, que anuncien gozosamente a Jesús y lo vivencien, etc.
- De todas esas áreas de trabajo y progreso se subrayan dos: la diaconía (el voluntariado, la acción social, la ayuda a los más débiles…) y la vocación como escucha, disponibilidad y acogida de la Palabra de Dios. (nº140). El primero lo remitimos al horizonte de la misión, para descubrir que en el contacto con el pobre el joven se hace no sólo creyente sino también testigo.
- Para lo vocacional se necesitará un hablar de cómo Dios ama llamando (teología vocacional); de un sentir que movilice el deseo hacia esa voluntad de Dios (Teopatía vocacional); y de una praxis pastoral vocacional, que utilice la ineludible búsqueda de la propia vocación como punto de partida para una experiencia de encuentro con Dios y con los demás, construyendo desde el sí dado la mejor versión de uno mismo/a.
- Y todo esto en un espacio eclesial educativo no concebido como un lugar estático donde los jóvenes van, sino como un movimiento dinámico en el que los jóvenes involucrados salen hacia otros jóvenes y lo hacen con toda su creatividad y generatividad (nº143). Nuevas propuestas deben ir sonando ya en nuestras planificaciones, con todo lo que suponen de acompañar y dedicar recursos. Surgirán así nuevas ideas para el entorno digital, para la universidad, para la calle, para el tiempo libre, para la cooperación y el voluntariado…
Todo esto parece apuntarse en los capítulos más sinodales. No son tonterías. No es que ahora vale todo. No es que lo que digan los muchachos/as… Son horizontes de sentido que renovarán nuestras iglesias. En muchas de estas propuestas me veo ya reflejado, como te habrá pasado a ti. Otras son, sin embargo, la tarea que llevo a mis equipos, y, cómo no, a los jóvenes.