«SINODALEANDO»: SEGUIMOS CAMINANDO JUNTOS
Rafa Matas y Jorge A. Sierra (La Salle)
En este tiempo de proceso sinodal podemos mirar a nuestro «caminar juntos» como agentes de pastoral desde el contexto del actual proceso en el que bastantes de nosotros nos sentimos implicados. Es una mirada que no se agota en pocas páginas, sino que pretende ayudar a todos nosotros a seguir caminando, como parte del Pueblo de Dios, «hacia una misma meta».
Desde el momento que Dios llama a Abraham y le invita a dejar su tierra para construir «una gran nación», caminamos juntos como Pueblo de Dios. Este caminar lo posibilita la fe en Dios, la confianza en el líder, junto a la vivencia espiritual personal y compartida con los demás. Cuando alguna de ellas se tambalea, aparece la división, la envidia, el ansia de poder, el afán de control, la insatisfacción personal, las dudas existenciales, las miradas cortoplacistas, los inmovilismos paralizantes e incluso el agotamiento. ¿Nos ocurre algo de esto en nuestra Pastoral con Jóvenes?
Algo así debió ocurrirle al pueblo de Israel en su experiencia de desierto. Hasta el punto de que Dios tuvo que interpelar a Moisés: «Di a los israelitas que se pongan en marcha». Ponernos en marcha y caminar juntos, con los demás miembros del Pueblo de Dios, es la manera de sobrellevar mejor nuestro recorrido espiritual y llegar a conseguir un comportamiento coherente con la fe y con los valores espirituales, morales y éticos que den sentido a nuestra vida.
El camino no es fácil. Los altibajos son inherentes a nuestro crecimiento espiritual, a nuestro caminar con los demás. De ahí la necesidad de escucharnos y escuchar a Dios, de apoyarnos y pedir su ayuda. Se necesita alguien o algo que ayude a reconducir nuestra marcha, abrir nuevas sendas e impulsar nuestro ritmo espiritual. Como pueblo, nos reconocemos necesitados de salvación, de liberación. Nos conforta saber que Dios escucha nuestros «gemidos» y se acuerda siempre de su alianza. Y cuando en nuestro caminar juntos nos dejamos llevar por las tentaciones del camino, los profetas nos recuerdan las «exigencias que trae consigo caminar a lo largo de nuestra travesía» y nos lanzan a nuevas metas.
En este caminar sabemos que Dios siempre es fiel. Realiza la nueva alianza en Jesús de Nazaret, nos revela que Dios es comunión de amor y que desea una humanidad unida, cuya meta es la «nueva Jerusalén». En la medida que caminamos juntos y el cristianismo se ha ido expandiendo, las comunidades emergentes se han encontrado en la necesidad de reunirse para discutir acerca de los problemas personales o comunitarios y de los temas que más conciernen al seguimiento de Jesús.
Sabemos que «el ojo no puede decir a la mano no te necesito, ni la cabeza a los pies no tengo necesidad de vosotros». Como miembros del mismo cuerpo, todos nos necesitamos y somos «corresponsables de la vida y de la misión de la comunidad y todos somos llamados a obrar según la ley de la mutua solidaridad en el respeto de los específicos ministerios y carismas», siempre en el nombre del Señor, con Jesús en medio.
Caminamos juntos hacia un mismo fin. Y este es el verdadero significado del término «sínodo». Por tanto, nuestra implicación y participación es parte de nuestra misión. Participar es una manera de manifestar nuestra comunión con todos quienes caminan junto a nosotros
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Una espiritualidad sinodal exige, entre otras cosas, la apertura total a vivir conforme a la voluntad de Dios, el discernimiento acompañado de tal manera que «un compromiso nos lleve a otro», como dice Juan Bautista de La Salle, la interiorización y la encarnación. Así lo expresa el papa Francisco: «si no está el Espíritu, no habrá Sínodo». ¿Qué espacio dejamos en nuestras actividades y proyectos a este Espíritu… que nos puede desbaratar todo?
Y seguimos caminando y actualizando nuestra opción por la comunidad. Juntos, religiosos y laicos, jóvenes y viejos, creyentes y menos creyentes, hemos sido y podemos seguir siendo una evidente expresión de la vida sinodal. Nuestro caminar sinodal está guiado por el Espíritu que sigue llamándonos a ser testigos del amor de Dios. Si inspiramos nuestra pastoral con jóvenes en el sínodo, debemos poder expresarnos y escucharnos, recorriendo juntos un mismo camino, desde la diversidad de modos y opciones de vida.
La participación, la toma de decisiones compartidas y a todos los niveles, expresa nuestro deseo de corresponsabilidad. Sí, es cierto, nos queda mucho por hacer todavía. Encontramos «cizañas» que dificultan nuestro caminar, pero también encontramos el deseo de conversión, de dejarnos guiar por el Espíritu, de responder a los retos que hoy existen en nuestro camino compartido entre todos los seguidores de Jesús. Y todo ello son «semillas» que vemos fructificar en muchos lugares de la Iglesia. ¡Aunque no sean las que somos capaces de prever!
Participar es una manera de manifestar nuestra comunión con todos quienes caminan junto a nosotros
Todo ello es «semillas» que vemos fructificar en muchos lugares de la Iglesia
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