Fernando Negro
Como contexto y seguimiento del día anterior, escribo aquí nuevamente el artículo al que se refería la persona que vino a verme. Lo que se contextualiza, se entiende mejor.[1]
“Queridos amigos y colaboradores de los escolapios en los EE UU y PR, les saludo con todo afecto y sincero agradecimiento por lo que son y hacen por nuestra misión escolapia, tan necesaria en la sociedad contemporánea y en la vida de la Iglesia.
Todos llevamos un niño o una niña dentro, bueno, espontáneo, cariñoso, soñador e inocente, que se identifica con nuestros ser real, original, único e irrepetible. El nacimiento de una nueva criatura, nos recuerda que el niño/a que llevamos dentro desea ser liberado/a para que siga viviendo libre en nosotros y a través de nosotros.
Hemos enterrado la inocencia, la pureza y la espontaneidad, a base de normas encaminadas a la negación de nuestro propio ser; hemos encarcelado el deseo de ser de aceptar incondicional- mente al otro, aún cuan- do no seamos aceptados y amados. En el fondo, somos personas en el exilio de nosotros mismos, encerrados en un pozo sellado por la losa de nuestro corazón petrificado a lo largo de los años.
El nacimiento de este año 2015, es motivo suficiente para y recordar que no sólo somos fruto de nuestras experiencias pasadas, sino proyecto abierto y sorprendente del sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros desde antes de la creación del mundo. Ser padres y educadores es aprender a ser mejores personas, pues se trata de una vocación con una misión: acompañar a nuestros niños y jóvenes a que sean lo que están llamados a ser, y no la fotocopia de nosotros mismos. Hemos de ser testigos para que aprendan a desaprender lo malamente aprendido, y nazca la pureza de su esencia.
Mirar profundamente a un niño/a inocente es como aprender de una enciclopedia el arte de ser uno mismo, bellamente espontáneo e inocente; es volver al Paraíso, atravesando las fronteras de rencillas, rencores, pensamientos negativos, resistencias y temores que nos impiden el disfrute profundo y simple de las cosas de la vida.
Para volver a nacer, hemos de aprender a simplificar la mente, abrir el corazón, y llenar de energía amorosa los motores de nuestra voluntad. Hemos de comenzar con pequeñas decisiones repetidas a diario, hasta que se instale en nuestro interior un mundo de hábitos nuevos que sustituyan a nuestras obsesiones y pensamientos irracionales. Sólo entonces quedará sanado y renovado nuestro carácter, y los otros lo notarán, pues lentamente seremos hechos “criaturas nuevas”.
Con estos pensamientos, convertidos en deseos, brindo por el Año de 2015, recién estrenado; que aprendamos a tomarnos en serio las palabras de Jesús en el Evangelio: “Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.”
[1] Fernando Negro, “Rincon del Provincial”, Newsletter of the Piarist Fathers in the USA-PR, P. 6, Vol 08, 2015