Fernando Negro
La felicidad no es ausencia de conflictos, de sufrimientos y batallas que luchar. Por el contrario se hace más patente y fortalecida cuando en medio de las penalidades, sean las que sean, nos enfrentamos a ellas con un sentido esperanzador y de victoria.
Hay quienes ante las dificultades que están frente a ellos se declaran vencidos antes de comenzar la batalla. Pero hay otra clase de guerreros que se declaran vencedores y demuestran con sus vidas que tenían razón, que lo importante es mirarlo todo con ojos de fe que iluminan la oscuridad.
Cuando Jesús curó a un ciego llamado Bartimeo, éste no veía absolutamente nada con los ojos físicos, pero tenía una visión interior que le llevó a creer que su ceguera acabaría si gritaba a Jesús. Todos le quisieron hacer callar, mientras continuaba gritando cada vez más alto.
Frente a frente, Jesús no le recuerda la ceguera sino que alimenta la pasión por la posibilidad de ver. “—¿Qué quieres que haga por ti. El ciego le contestó: —Maestro, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: —Puedes irte; por tu fe has sido sanado. En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús por el camino.”[1]
Podemos aprender de las palmeras que están a a orilla de los océanos. Han desarrollado un sistema de subsistencia tan maravilloso, que pueden resistir vientos huracanados que pasan a más de 300 millas por hora. ¿Cuál es su secreto? Cuanto más fuerte es el viento más doblegan el tronco hasta que en ocasiones prácticamente se pone a ras del suelo; el viento peina literalmente las hojas de la palmera y, una vez acabado el vendaval, poco a poco vuelven a su posición erecta.
Además el viento huracanado no puede desenraizar la palmera, pues cuanto mayor la fuerza del viento, con mayor persistencia las raíces van ahondando en lo profundo de la tierra. De esta manera podemos admirar la belleza de las palmeras junto a las playas. El secreto está en su capacidad de flexibilidad y en su profundidad.
Hagamos ahora una reflexión acerca de nuestras actitudes frente a los avatares de la vida cotidiana… ¿Cómo reacciono? Si escucho mensajes de calamidad y me dejo llevar por ellos, me declare vencido antes de comenzar la batalla. Pero si aprendo a ver en las dificultades oportunidades que se alían con lo mejor de mí mismo, entonces la victoria es mía, porque se desarrollará en mí una seguridad que nace de dentro de mi ser. Esa seguridad me llevará a la flexibilidad para saber leer la vida y todo lo que ella me trae.
La Escritura habla de la palmera como símbolo de un crecimiento spiritual asentado en las raíces de una vida llena de sentido, asentada en Dios: “El justo florecerá como una palmera/ y crecerá como el cedro del Líbano/ plantado en la casa del Señor. Incluso en la vejez estará Lozano y frondoso para proclamar que el Señor el justo, que en mi roca no existe la maldad.” [2] Saquemos las conclusiones que hagan falta… por ahí va el camino a la felicidad.
[1] Mc. 10, 51-52
[2] Salmo 92, 13-16