Serie Camino a la Felicidad- Fernando Negro

Fernando Negro

Puesto que la felicidad es una manera de ser, un estilo de vida en el que nos sentimos integrados a pesar de nuestras fracturas todavía no restauradas, la actitud esencial en la que has de vivir  es la confianza. Confiar significa tener la certeza existencial de que todo está bien y todo estará bien.

Vivir en este estado de confianza implica tener fe en un Dios Bueno que hace salir el sol  y caer la lluvia cada día sobre todos sus hijos e hijas. Es el sol de su misericordia y la lluvia de su ternura. Al abrigo de semejante augurio climático de primavera espiritual, no temas, porque Él está siempre de tu lado. No duerme ni descansa el Dios que está enamorado de ti.

En eso consiste la confianza. Cuando perdemos la objetividad, guiados por nuestra ansiedad, nuestros miedos y complejos de culpa, sentimos que el suelo firme de nuestra vida se convierte en arenas movedizas que nos engullen. Pero cuando invocamos el nombre del Señor, Él viene y nos devuelve la Paz interior y se coloca de nuestro de lado.

Escucha la voz de Jesús dentro de ti, que te invita a la confianza. Él no te atosiga con leyes y mandamientos; sólo te pide que te abandones a su misericordia y te dejes conducir por la sabiduría consoladora de su Espíritu.

¨A cualquier edad, se experimentan penalidades, abandonos humanos, la muerte de seres queridos. Y, en esos trances, a muchos el porvenir se les presenta tan incierto que se desaniman. ¿Cómo se sale de esa angustia?

La fuente de la confianza se halla en Dios, que es amor. Su amor es perdón, es luz interior. La confianza no ignora el sufrimiento de tantos desposeídos como pueblan la tierra, ni a los que no tienen trabajo, ni a los que padecen hambre.

Estas penalidades nos plantean el interrogante: ¿cómo puedo ser  de los que, fortalecidos por una vida de comunión con Dios, asumen responsabilidades y tratan, con otros muchos, de hacer nuestro planeta más habitable?

Jesucristo, cuando pensamos estar solos, tú estás ahí. Si tenemos como una duda, no por eso tú nos amas menos. Quisiéramos atrevernos a tomar riesgos por ti, Cristo. Y escuchamos tus palabras: ´el que da su vida porque me ama, la encontrará.´

Dios vivo, tú pones nuestro pasado en el corazón de Crsito, y cuidas de nuestro futuro. Jesucristo, cuando multitud de niños y de jóvenes, marcados por los abandonos humanos, son como extranjeros sobre la tierra, algunos se preguntan: ¿tiene mi vida sentido todavía? Tú nos aseguras: ´cada vez que aliviáis el dolor de un inocente, es a mí, el Cristo, a quien lo hacéis.´

Jesús, nuestra paz, si nuestros labios permanecen en silencio, nuestro corazón te escucha y también te habla. Y tú dices a cada uno: ´abandónate simplemente a la vida del Espíritu Santo, tu poca fe basta.´

Jesús, nuestra paz, tú nunca nos abandonas. El Espíritu Santo siempre nos abre un camino, el de lanzarnos en Dios como en un abismo. Y sobreviene el asombro: este asombro no es un precipicio de tinieblas, sino que es Dios, abismo de compasión e inocencia.

Soplo del amor de Dios, Espíritu Santo, en el fondo de nuestra alma depositas la fe. Fe que es como un impulso de confianza mil veces retomado a lo largo de nuestra vida. Fe que tan sólo puede ser una confianza muy sencilla, tan sencilla que todos pueden acogerla.¨[1]

[1] Chantal Joly &Hermano Roger de Taizé, ¨Retrato de Taizé¨, PPC, Madrid, 2000, pp. 54-55 & 102-103