Serie Camino a la Felicidad
Fernando Negro Marco
Una rosa es rosa por ser una rosa. Tú eres persona por ser una persona. Así como la rosa está llamada a despedir un buen olor y a destellar la belleza de sus colores, también tú estás llamada a ser lo mejor de ti misma: alegre, vibrante, gozosa, sabia, espontánea, amable, buena y amorosa.
El estado esencial de la persona, según el plan trazado por Dios para cada uno de nosotros, es la felicidad. Felicidad es la mayor congruencia posible entre lo que eres y lo que puedes llegar a ser.
Por eso, la antítesis de la felicidad es la mediocridad. La persona mediocre se conforma con sobrevivir sin aspirar a metas altas y nobles. Al mediocre le molesta que a su alrededor haya alguien que le recuerde que hay un cielo abierto esperándole para volar en él.
¿Has sentido alguna vez una llamada secreta a amar sin condiciones? ¿Se te parte el corazón al ver a personas concretas pidiendo la ayuda de tu compañía? ¿Has deseado dar lo mejor de ti misma en las tareas que llevas entre manos? ¿Se te ha ensanchado el corazón deseando amar sin condiciones? Si tu respuesta ha sido un sí categórico, es señal de que has estado o estás viva.
Cuando vivimos con una pasión que mueve nuestra mente, nuestra afectividad y nuestra voluntad, estamos realmente ‘vivos’. Cuando estamos vivos, podemos decir que somos felices, pues somos capaces de conectarnos conscientemente con todo lo que sucede dentro y fuera de nosotros.
Nadie nos regala la felicidad. Un amigo puede despertar una melodía interior que nos abra a la experiencia de estar ‘vivos’, pero nadie puede darnos el regalo de la felicidad. Como hemos dicho anteriormente, felicidad eres tú. Para eso hemos sido creados y hacia ese fin se dirigen nuestros pasos. La felicidad es la sinfonía, la amistad es una melodía dentro de la gran sinfonía.
No se trata de buscar la felicidad fuera de nosotros mismos, como quien busca un tesoro que alguien escondió no se sabe dónde, sino de meternos dentro de nosotros y darnos cuenta de que somos felicidad cuando somos genuinos. El estado normal de una persona es la de ser feliz; lo cual no significa que no vamos a sufrir. Sufrimiento y felicidad son realidades que a menudo coexisten. En definitiva: la felicidad es un trabajo hacia adentro, más que una búsqueda desde afuera.
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