Fernando Negro
Alimentamos los miedos cada vez que nos dejamos llevar por sus impulsos. Los miedos son sombras con apariencia de seguridad, pero en el fondo son sólo eso, sombras inconsistentes sobre las que desearíamos poner nuestra vida para descansar. Pero los efectos de los miedos demuestran todo lo contrario.
Los miedos son voces aprendidas de personas que han limitado nuestra capacidad de soñar y de abrirnos a la esperanza fresca y espontánea. Estoy seguro de que la oración que más le agrada a Dios es ésta: ¨Ayúdame a ser la persona que realmente soy¨.
Es además la oración que indiscutiblemente oye y actúa en consecuencia al instante. Con esa oración le estamos manifestando nuestro agradecimiento por ser lo que somos: personas únicas, originales a e irrepetibles. El autor del salmo 139 lo expresa de esta forma: ¨Te alabo, Señor, por la maravillosa forma en que me has creado¨.
Cuando me conecto con esta realidad, se me acaban los miedos, pues siempre estoy delante de una presencia que a su vez está dentro de mí. Es la presencia del creador que me hizo con un plan de felicidad eterna, comenzando aquí en la tierra. Hemos de aprender a escuchar la voz de los sueños más que la de los miedos.
La voz de los sueños nos lleva a visitar un futuro lleno de esperanza, mientras que la voz de los miedos nos ancla en el pasado agrio y oscuro para que desconfiemos de que lo mejor está siempre por venir. Pero la realidad es ésta: lo mejor está siempre por venir. No lo dudes.
Sin ninguna duda, avanzamos siempre hacia lo desconocido, pero eso nos un problema en sí mismo. El problema consiste sobre todo en que a veces no tenemos bien clarificado el sentido de nuestra vida y caminamos como vagabundos. Si hemos identificado el sentido fundamental, la razón por la que vale la pena seguir viviendo, caminar hacia lo desconocido se convierte en una apasionante aventura que renovamos día a día.
Con semejante brújula existencial, dejamos de ver la vida y a nosotros mismos como un problema y empezamos a vernos como un verdadero misterio. Los problemas se examinan para encontrar su solución. El misterio nos invita a lanzarnos en lo desconocido, sabiendo que estanos siempre en las buenas manos del Dios que nos ha creado con amor y nos sostiene en su amor. La vida no es un problema para ser resuelto, sino un misterio para ser vivido.
La vida es como una barca navegando en el mar, sostenido sobre las aguas y dirigida por los vientos. Pero siempre podemos contar con el timón y las velas. Con el timón podemos orientar y reorientar la dirección a la que nos dirigimos; por medio de las velas sacamos el máximo rendimiento a los avatares de la vida para vivirla apasionadamente.