Fernando Negro
La constitución de los Estados Unidos de América tiene como marco referencial tres pilares que sostienen la vida estructural de esta gran nación: respeto a la vida, respeto a la libertad, y búsqueda y facilitación de la felicidad.
Me parece que es muy acertado que así sea, pues respetar la vida desde el comienzo, desde la concepción, es como decir a todos y cada uno que son bienvenidos a este mundo maravilloso, en el que todos somos ciudadanos de primera categoría. Respetar la libertad y ayudarla a crecer es como decir que tenemos el derecho a no ser copias, ya que todos somos ´únicos irrepetibles y originales´, creados para un propósito que no se delega.
Y finalmente viene la búsqueda de la felicidad. Lo mismo que el río está en constante movimientos, buscando dentro de su cauce el mar, así los humanos estamos en estado de permanente búsqueda de la felicidad. El drama de muchos es que la buscan fuera del cauce de ser profundo y real; viven abocados hacia afuera de sí mismos, y acaban en una distracción absoluta de su centro. Así llega la soledad, el vértigo existencial y, finalmente, la pérdida del sentido.
¡Cuántos médicos y psiquiatras nos ahorraríamos si de una vez aprendiéramos que somos felicidad y que para eso fuimos creados! El sanador lo llevo dentro, el ADN de mi dirección vital está dentro, el GPS de mi viaje existencial está instalado dentro, la brújula que me guía en las noches oscuras la llevo dentro. Sólo hace falta que me conecte con estas bellas realidades y las ponga a trabajar por medio de la voluntad.
Creo honestamente que en nuestra mentalidad postmoderna donde nos aparcamos en actitudes adolescentes de quererlo todo aquí-y-ahora, sin esfuerzo, hemos dejado el valor de la voluntad relegado a los impulsos del ´me gusta-no-me-gusta´. Sin embargo la psicología demuestra que el dolor nos ayuda a crecer cuando es el precio que pagamos para hacer que nuestros ideales sean realidad.
Por eso, cuando en la mañana te levantes, no fijes tu atención en lo más inmediato, sino en la gran tarea que te aguarda para vivir el presente con pasión. Cada día es parte de un proceso maravilloso llamado FELICIDAD.
Te propongo leer y tratar de memorizar el “Decálogo de la Serenidad de Papa Juan XXIII” (1881-1963). Es un ejemplo de alguien que supo ser plenamente humano y santo a la vez. Encontró el sentido vital de su ser, y vivió y enseñó a vivir a otros de la misma manera:
1/ Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día. Sin querer resolver el problema de mi vida toda de una vez.
2/ Solo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar ni disciplinar a nadie sino a mí.
3/ Solo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad. No solo en el otro mundo sino en este también.
4/ Solo por hoy me adaptare a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.
5/ Solo por hoy dedicare 10 minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que como el alimento, es necesario para la vida del alma.
6/ Solo por hoy haré una buena acción y no la diré a nadie.
7/ Solo por hoy haré una cosa por lo menos que no deseo hacer y si me sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se entere.
8/ Solo por hoy haré un programa determinado, quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9/ Solo por hoy creeré firmemente aunque las circunstancias demuestren lo contrario. Que la divina providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
10/ Solo por hoy no tendré temores, de manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
Puedo hacer el bien durante 12 horas lo que me descorazonaría si pensase tener que hacerlo durante toda mi vida.