Fernando Negro
Cuando los pensamientos se ensucian de miedos, surgen los pensamientos negativos e irracionales que, a base de repetirlos mentalmente, se convierten en obsesiones. Las obsesiones son adicciones mentales que coartan nuestra capacidad de hacernos presentes en el aquí-y-ahora de cada situación.
El miedo es como el hollín para las chimeneas: se va acumulando en las paredes hasta que se forma esa masa negra que obstruye el buen funcionamiento del escape de humos hacia afuera. Cuando éramos niños, en Bello (Teruel), recuerdo perfectamente cómo al cabo del tiempo la chimenea de la cocina de nuestra casa quedaba bloqueada por el hollín, haciendo que el humo, en lugar de salir a la atmósfera, quedaba instalado dentro de la casa. Había que abrir las ventanas y los balcones y, aun así, una vez solucionado el problema, la casa quedaba inundada del olor a humo.
Algo así sucede con nuestros pensamientos obsesivos, que no nos dejan pensar en libertad y creatividad. Nos llevan a reprimir aspectos de nuestro ser real que, tarde o temprano, reclaman su libertad. Debemos pues deshollinar la mente y el corazón de modo que dejemos espacios amplios de libertad. Sólo así crecemos de manera transparente y lúcida, dejando la huella de nuestra impronta creativa por doquier.
Cada pensamiento obsesivo ocupa TODO el espacio que le corresponde a nuestro ser real, libre y genuino. Por eso es un intruso al que hay que barrer de la mente enseguida, sin dilaciones. Ir a pasear, salir con una amiga, orar pidiendo fuerza y claridad, etc., son ejercicios que liberan nuestra mente y amplían el horizonte del corazón.
Para ello no hay que claudicar de la verdad, sino, basados en la misma, poner los cimientos de una nueva construcción que, por medio del perdón al que nos causó dolor, nos libera. Es el miedo convertido en rabia el que origina en nosotros la obsesión que se nos agarra invadiendo la frescura del ser real. Liberarnos de él es hacernos un favor incalculable a nosotros mismos, a la vez que vencemos al otro por la fuerza del amor. Almas grandes como las de Gandhi o Nelson Mandela llegaron a ser líderes de una nación porque primero aprendieron, en el laboratorio de su existencia a ser dueños de sí mismos.
Piensa por un momento qué clase de hollín llevas dentro que contamina tu forma de pensar. Nos referimos al hollín de los miedos. Todo miedo pone un límite no solamente a la libertad de pensamiento, sino a nuestra capacidad de bondad. Quienes se liberan de sus miedos, se liberan de sus máscaras, pues ya no buscan a agradar a nadie, sino ser genuinos y reales, cooperadores de la verdad, constructores de un mundo mejor, simplemente porque ellos son cada día mejores personas. Es todo un proyecto de vida apasionante.
Pero no basta entenderlo, sino que hay que vivirlo. Se trata de una apuesta en la que nos jugamos el todo por el todo. Vale la pena arriesgarse. Inténtalo y, en nombre de la Bondad que habita en ti, en nombre de Dios, te prometo que nunca te arrepentirás. Una persona que solamente vivió 24 años, Teresa de Lisieux (1873-1997) escribía poco antes de morir: ¨El amor ha trabajado tanto dentro de mí, que me ha transformado en él.¨[1]
[1] Thérese of Lisieux, ¨The Story of The Soul¨, Image, New York, 2001, p. 201